La historia de la parroquia de Belgrano R que fue declarada patrimonio cultural
Por decisión de la Legislatura porteña, la parroquia de San Patricio, en el barrio de Belgrano, fue declarada Patrimonio Cultural de la ciudad de Buenos Aires. La declaración de sitio de interés histórico, cultural y educativo podría convertirse en el puntapié de un objetivo mayor: que el predio en el que el 4 de julio de 1976 fueron acribillados tres sacerdotes y dos seminaristas palotinos sea declarado Monumento Histórico Nacional.
“Venimos trabajando en este proyecto más ambicioso, que es la declaración como Monumento Histórico Nacional. Colaboran con nosotros en la redacción del proyecto el diputado y ex embajador ante la Santa Sede Eduardo Valdés y la presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos, Mónica Capano. Entre los fundamentos están los elementos de carácter histórico, así como planimetría, cuestiones catastrales y fotografías. El proyecto ingresará a principios de 2025 al Congreso”, indicó a LA NACION Ramiro Varela, referente de Palotinos por la Memoria, la Verdad y la Justicia.
Desde la comunidad palotina destacan diversos antecedentes que podrían derivar en esta ansiada declaración. En 2005, la Legislatura porteña sancionó la Ley N° 1667, que dispuso la realización de un monumento en homenaje a los Mártires Palotinos: fue realizado por el arquitecto y escultor Roberto Frangella y emplazado junto a la puerta de la iglesia. Tal como expresó el legislador Claudio Ferreño (Unión por la Patria), “esa obra tiene un significativo valor cultural ya que expresa, desde las artes plásticas, el profundo sentir de toda una comunidad respecto de la vida, la obra y la desinteresada entrega de sus cinco hermanos”.
Asimismo, en 2011, la Legislatura declaró al edificio del templo ubicado en Estomba y Echeverría como Sitio Histórico. Luego, en 2016, al cumplirse 40 años de la Masacre de San Patricio, se pintó el mural que está ubicado en la esquina del pasaje Mártires Palotinos y Echeverría. Dos años después, se colocaron frente al monumento tres baldosas por la memoria y en 2023 se le adicionó el nombre “Mártires Palotinos” a la estación Echeverría de la Línea B de subtes.
“Nuestra labor no se circunscribe únicamente a la construcción de la Memoria, sino que comprende también la permanente búsqueda de la Verdad y el reclamo de Justicia en relación con este crimen de lesa humanidad que constituye el mayor ataque contra la Iglesia Católica en nuestro país”, agregó Varela.
Una madrugada de 1976
En la madrugada del 4 de julio de 1976, un grupo de tareas irrumpió en la casa parroquial, ubicada en Estomba 1942, y asesinó a los sacerdotes Pedro Dufau, Alfredo Kelly (por entonces párroco de San Patricio) y Alfredo Leaden (delegado provincial de la congregación), y a los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti. Los cinco religiosos fueron reducidos y obligados a acostarse boca abajo con las manos en la nuca sobre la alfombra de la sala de estar, donde resultaron cruelmente acribillados.
En línea con la búsqueda de justicia, miembros del colectivo Palotinos por la Memoria, la Verdad y la Justicia participaron de la última reunión del año de la Mesa de Discusión Institucional y Social, convocada por la titular de la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad, Ángeles Ramos. Allí, Pablo Llonto –uno de los abogados querellantes en la causa penal que actualmente se tramita en el marco de la Megacausa del I Cuerpo del Ejército y que tiene a su cargo el juez Daniel Rafecas– hizo especial hincapié en la necesidad de que el procurador Eduardo Casal exija la activación de la Comisión Interpoderes creada por la Acordada N° 42/08 de la Corte Suprema de Justicia. Se trata del ámbito en el que los tres poderes del Estado debían coordinar, de manera periódica, las acciones para llevar adelante el proceso de juzgamiento de los responsables de los delitos cometidos durante el Terrorismo de Estado.
Por su parte, Varela puso el foco en la “prácticamente nula intervención” del fiscal Carlos Rívolo en la causa N° 7970, al tiempo que reclamó que desde el Ministerio Público Fiscal se investigue el rol de las comisarías de la Policía Federal como “engranaje fundamental para el funcionamiento de la maquinaria represiva” durante la última dictadura.
“Es el caso de la Seccional 37° de Belgrano, que liberó la zona para que pudiera perpetrarse la Masacre de San Patricio el 4 de julio de 1976. Esto mismo ocurrió, por ejemplo, en los casos del secuestro y asesinato de la familia Gayá y de la desaparición de Hernán Abriata, hechos que datan de septiembre y octubre de ese mismo año”, enfatizó Varela. En tanto, desde la comunidad palotina vienen pidiéndole al juez Rafecas mayor celeridad en la instrucción del proceso penal.
“Todo lo referente a la cuestión patrimonial y el espacio público de la Ciudad resulta clave para el objetivo mayor, que es que avancen tanto la causa penal como la canonización. Esos son nuestros horizontes. Sobre todo porque estamos camino a los 50 años de la masacre”, puntualizó Varela.
La llegada de los palotinos
Los palotinos llegaron a América del Sur en 1885, cuando el padre Guillermo Whitmee viajó a la Argentina para realizar una colecta entre los católicos de habla inglesa, con el fin de poder abrir en Londres una comunidad de formación. Muchos de ellos vivían en la ciudad de Mercedes y en otros pueblos cercanos a la ruta 41.
El 12 de octubre de 1928 el por entonces arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Fray José María Bottaro, dispuso la creación de 64 parroquias en el ámbito de la Capital Federal como parte de una reorganización de la iglesia arquidiocesana. Entre esas nuevas parroquias se encontraba San Patricio, que le fue encomendada a la provincia irlandesa de la congregación palotina para brindar asistencia espiritual a la inmigración angloparlante que residía en los barrios de Belgrano, Coghlan y Villa Urquiza. Sus fundadores fueron tres sacerdotes: los irlandeses Tomás Dunleavy y Tomás Pelan y el argentino Juan Santos Gaynor.
La nueva sede se estableció en la manzana comprendida por las calles Echeverría, Estomba, Sucre y Tronador. El primer paso consistió en instalar, de manera provisoria, una pequeña capilla en una casa alquilada en Echeverría 3773, en la que residía su primer párroco, el padre Dunleavy. El 1° de enero de 1929 la parroquia queda habilitada como tal.
Luego los palotinos adquirieron una casa ubicada en Sucre 3969 y los terrenos de Estomba y Echeverría sobre los que se edificó la primera iglesia, hecha de chapa corrugada con revestimiento aislante por dentro, lo que le dio una excelente acústica. La inauguración se realizó el 30 de marzo de 1930. Ese templo se utilizó hasta 1958, cuando se edificó el nuevo, que actualmente funciona como salón parroquial y como comedor para el Instituto San Vicente Pallotti (ISVP) fundado por el padre Pedro Dufau en 1956.
El ISVP comenzó siendo una pequeña guardería que albergaba a 15 niños de entre 3 y 5 años, hijos de trabajadoras de casas particulares de la zona. A los pocos años, se transformó en un colegio mixto de jornada completa con jardín de infantes, preescolar y nivel primario.