Faustino Oro: el niño prodigio del ajedrez. Se mudó a España y tiene cuatro entrenadores, pero mantiene su pasión por Vélez
BADALONA, España.- El azar no solo es un factor clave en la evolución de la humanidad, sino también en la aparición de personajes con habilidades excepcionales. Es indudable que Faustino Oro, el niño argentino de diez años que está batiendo todos los récords de precocidad en el ajedrez, nació para maravillar al mundo entero sentado frente a un tablero con 32 piezas. A tal punto, que ahora lo apodan “Chessi”, en alusión al talento del futbolista argentino. Sin embargo, ese talento podría haber permanecido oculto para siempre, como una mina de oro en las profundidades inaccesibles de la Tierra, de no ser por un hecho fortuito a miles de kilómetros de Argentina, probablemente en un laboratorio de Wuhan.
“Su primer contacto con el ajedrez fue durante la pandemia. El colegio estaba cerrado, y a Fausti ya le habíamos enseñado varios juegos de mesa, y se aburría. Entonces, pensé en enseñarle el ajedrez y le creé una cuenta en chess.com”, explica Alejandro Oro, el padre de Faustino en su departamento en Badalona, una antigua localidad industrial situada a las afueras de Barcelona. Poco se imaginaba entonces que aquella decisión aparentemente intrascendente cambiaría el curso de su vida, y tan solo cuatro años después habría dejado una exitosa trayectoria profesional en Buenos Aires para trasladarse a miles de kilómetros con el fin de cumplir el sueño de su hijo.
Alejandro no tardó en darse cuenta de que su vástago, con poco más de seis años, tenía un talento excepcional para el ajedrez. “En su primera semana de juego [en chess.com], perdió 100 puntos y estaba compungido. Para animarle, le dije que por cada 100 puntos que consiguiera, le daría un premio. Y pronto empezó a ganar 100 puntos cada día, algo que es muy difícil”, recuerda Alejandro, un hombre alto y de ojos saltones. Apenas unas semanas después, Fausti ya era capaz de hacer jugadas tan complejas que él, un aficionado de este deporte con dos carreras y un MBA, no era capaz ni tan siquiera de ver. El siguiente paso fue apuntarlo a un club de ajedrez, el Torre Blanca, pero duró poco: derrotaba a los niños de su edad tan rápido, que éstos ni tan siquiera tenían tiempo de ver las fichas. Entonces, Alejandro decidió contratar a un entrenador privado, Jorge Rosito, que aún hoy le da un par de clases semanales.
Este domingo, Faustino Oro consumó el récord mundial de precocidad en la obtención del título de maestro internacional de ajedrez. Es una hazaña extraordinaria, y la alcanzó en un torneo magistral en Barcelona, en el que terminó al tope, junto al colombiano Cristian Hernández, con 6,5 puntos en 9 rondas, invicto, más allá de que Hernández concluyó primero por desempate. Oro consiguió esta hazaña con 10 años, 8 meses y 16 días, con un margen de un mes y cuatro días, porque Abhimanyu Mishra, su antecesor inmediato, tenía 10 años, 9 meses y 20 días cuando se convirtió en el maestro internacional más joven de todas las eras. No ocurrió hace mucho, por cierto: el chico estadounidense de origen indio tiene ahora 15 años. Nadie, en toda la historia del ajedrez, jugó tan bien como Oro a la edad de diez años. Ni siquiera los más reputados campeones de todos los tiempos, como Raúl Capablanca, Bobby Fischer y Magnus Carlsen.
Carrera vertiginosa
Desde entonces, Faustino inició una vertiginosa carrera que tuvo un punto trascendente en su victoria sobre Magnus Carlsen, un genio varias veces campeón mundial, en una partida “bullet” -de un máximo de seis minutos de duración-. Antes, con solo nueve años, ya había conseguido convertirse en el maestro FIDE más joven de la historia, entre otros muchos récords. “Fausti tiene una capacidad infinita de sorprender, de hacer correr la vara de tus expectativas sobre sus logros”, apunta orgulloso Alejandro. De ahí que por su genialidad, precocidad y pronta emigración a tierras catalanas se haya ganado el mote del “Messi del ajedrez”. Además de su nacionalidad, claro.
La familia se ha instalado hace unos tres meses en un departamento de un nuevo barrio edificado entre el puerto deportivo de Badalona y el pabellón donde el inolvidable “dream team” de Michael Jordan, Magic Johnson y Larry Bird ganó el oro de los Juegos Olímpicos de 1992. “Llegamos acá por Navidad, pero las primeras semanas nos la pasamos de un apartamento de Airbnb a otro. Nueve en total. Nos creíamos que todo iba a ser fácil por tener la nacionalidad española, pero no fue así”, comenta Romina Simondi, la madre de Faustino, antes de narrar el via crucis burocrático por el que tuvieron que pasar para lograr su documento de identidad, poder empadronarse y tener derecho a los servicios públicos.
Por todo ello y, sobre todo, por los constantes viajes con Faustino para participar en competiciones oficiales, todavía no conocen bien su nuevo barrio. Tampoco han tenido apenas tiempo de decorar su nuevo hogar, con unas paredes desnudas de cuadros o fotografías, de un blanco aún inmaculado. De momento, no se arrepienten de su decisión de mudarse a Cataluña. “La decisión de trasladarnos a Europa estuvo motivada por la carrera de Fausti. Aquí hay mucha más competición de ajedrez. En un primer momento, nos planteamos ir a Madrid. Pero Tomás Sosa, un maestro argentino del ajedrez, nos aconsejó Barcelona porque aquí hay más nivel. Además, concentra el 80% de la industria farmacéutica española”, explica Alejandro, un contable que en Argentina trabajaba para una multinacional farmacéutica, y que aspira a encontrar un empleo en el mismo sector.
Para salir del paso, Alejandro encontró un trabajo en la Federación Catalana de Ajedrez. Ahora bien, el proyecto no habría sido posible sin la colaboración de un mecenas que quiere guardar el anonimato y que se hace cargo de sufragar las clases de ajedrez de Faustino -cuenta con cuatro entrenadores diferentes-, así como de los pasajes de avión y los hoteles para poder competir. De las 55 horas semanales que el chico dedica al ajedrez, unas veinte corresponden a los entrenamientos con su equipo de preparadores. Cada uno de ellos trabaja un aspecto específico con el muchacho: apertura con las blancas, aperturas con las negras, o revisión de las partidas ya jugadas. Según el padre, lo ideal es que juegue entre 80 y 100 partidas al año, cada una de unas cuatro o cinco horas de duración.
Pasión por Vélez
Justo durante la entrevista, Faustino se halla encerrado en su habitación en pleno entrenamiento. Y es que las clases se desarrollan siempre on line, pues los entrenadores están en la Argentina. En un momento de descanso, aparece y saluda tímidamente al periodista intruso que se coló en el comedor de su casa. Le pregunta a su madre por la cena, y sobre todo, su plato preferido, el postre. Al ser preguntado si le gusta Barcelona, responde con un escueto “sí”. Pero se explaya un poco más al preguntar por lo que más echa de menos de Buenos Aires. “Los helados, allá están más buenos que acá”, responde sin dudar un instante. Ahora bien, si hay una afición que le mantiene unido a Argentina es su pasión por Vélez Sarsfield, al que sigue de cerca aún a miles de kilómetros.
Y es que, como sus padres repiten en varias ocasiones, Faustino es un chico de barrio. “En algunos aspectos, es un niño muy maduro porque se mueve en un mundo de adultos. Pero para muchas otras cosas, es un chico normal, con la inocencia y las aficiones propias de su edad”, explica Romina, una mujer delgada y que luce una melena castaña. Esta chocante dualidad la experimentó también Jorge Rosito, su entrenador de siempre: “Nunca hice una clase con él presencial. Siempre fue por Zoom. Y solo fue pasados unos meses que me di cuenta de que trataba con un nene. Un día me dice de repente: ‘mirá con quién estoy ... con mi nuevo peluche’. Faustino era ya un maestro FIDE pero continuaba durmiendo con sus peluches”, exclama el maestro, residente en Mar de Plata. Ese niño acaba de convertirse en maestro internacional para dejar una huella en la historia: nadie lo había logrado tan joven.
Rosito, un exjugador profesional de ajedrez de 54 años, asegura que ahora disfruta más con la formación de nuevos campeones que moviendo las fichas sobre el tablero. “Me considero un privilegiado por poder entrenar a Faustino. Me cayó del cielo. Toda mi vida me dediqué al ajedrez. Es mi pasión. Entrené a muchos campeones de varios países, pero no vi nunca un fenómeno similar”, explica en una llamada telefónica. “Luego, podría pasar que se estancara. Que se canse de jugar. Pero lo que ha hecho hasta ahora es especial. Ya hizo historia”, añade, convencido que ni tan siquiera un mito del ajedrez como Bobby Fischer fue capaz de jugar al nivel de Faustino a su edad.
“Un nene alegre”
Ahora bien, la comparación con Fischer, un hombre solitario y huraño, quizás con el trastorno de Asperger, termina ahí, en sus hazañas. “El carácter de Faustino no tiene nada que ver con el de Fischer. Es un nene cariñoso y alegre. Se le ve siempre feliz. Y el éxito no lo cambió, nunca le oí un tono arrogante. Al contrario, es humilde y muy trabajador”, asevera su entrenador. Si la pasión de Faustino por el ajedrez le vino en la sangre, fue por su abuelo, Luis Oro, al que Rosito conoce y define como “un buen jugador, maestro nacional, pero lejos del nivel de Faustino, claro”.
Otra diferencia entre el “Messi del ajedrez” y los campeones que lo precedieron es que él aprendió las bases del juego solo, compitiendo contra un ordenador y viendo vídeos en Youtube. Por lo tanto, su estilo es heterodoxo, no tiene los sesgos de una formación clásica. “Con Faustino sucede lo mismo que con otros grandes campeones. A veces, le preguntás que por qué movió la ficha a una determinada posición. Y te responde que no lo sabe. Solo siente que debe ir allí. Y luego, evoluciona la partida y ves que casi siempre tiene razón”, cuenta con admiración Rosito, que señala cómo internet y el desarrollo de la inteligencia artificial ha hecho posible que ahora surjan campeones en cualquier lugar del mundo. Las antiguas repúblicas soviéticas o EE.UU. han perdido la hegemonía de la que un día gozaron, también sobre el tablero de ajedrez .
Durante estas semanas, una de las prioridades para la familia Oro es encontrar un colegio para el próximo curso. Aquí, a diferencia de la Argentina, el año escolar empieza en septiembre, por lo que Faustino todavía no estrenó escuela en Cataluña. Sus padres están intentando que lo admitan en un centro que concentra todas las clases en la mañana, y a la que asisten futuros campeones de toda clase de deportes que dedican las tardes a entrenar. Según sus padres, los estudios se le dan bien, pero algunas asignaturas le cuestan más que otras. “Fausti es un niño despierto, pero no es superdotado, no destaca en todo. Por ejemplo, le cuesta aprender inglés. Simplemente, tiene una habilidad para el ajedrez prodigiosa”, resume Alejandro. “Para nosotros es muy importante que socialice con los niños de su edad, que descubra cosas nuevas con ellos”, apostilla la madre.
El maestro Rosito no solo se deshace en elogios hacia Faustino, sino también hacia sus padres, por la generosidad de haber abandonado sus carreras profesionales en pos del sueño de su hijo de dedicarse al ajedrez, un deporte que no mueve cifras millonarias. “Ganar un torneo no da mucha plata. Quizás los veinte mejores jugadores mundiales pueden vivir solo de jugar. El resto tienen que dar clases para sobrevivir”, comenta Rosito. En todo caso, esa no parece ser una preocupación del padre, que cita una frase de Pepe Mújica, el expresidente de Uruguay, como inspiración de su filosofía de vida: “No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita”. “Nuestro único objetivo ahora es que él siga disfrutando del ajedrez”, remacha el padre. De momento, se divierte Faustino y todos aquellos aficionados que siguen de cerca las hazañas del niño prodigio del ajedrez argentino.