Opinión: Yo tenía mis dudas sobre el caso ‘zombi’ de Trump. Me retracto.

LOS FISCALES ME CONVENCIERON… ASÍ COMO CONVENCIERON AL JURADO CON CONTUNDENCIA Y CLARIDAD.

Tratándose del juicio de Donald Trump en Nueva York… tenía mis dudas.

Era uno de los comentaristas que criticaba el caso. Era viejo, el llamado caso zombi que había estado dando vueltas desde hacía años. Parecía basarse en varias teorías jurídicas no probadas y controvertidas. Parecía ser una acusación sobre cuestiones contables hasta cierto punto triviales, indigna de un proceso en contra de un expresidente.

Pero tengo que reconocer a los fiscales de Manhattan. A lo largo de este juicio, me convencieron… así como convencieron al jurado con contundencia y claridad. Sin duda habrá una apelación y puede que Trump tenga algunos argumentos jurídicos convincentes.

Pero la rapidez de la decisión del jurado refuerza la opinión del fiscal de que fue una acusación justa y que se trató sobre mucho más que solo registros contables.

Cada juicio es una historia humana. El fiscal que tiene éxito en el juicio presenta esa historia al jurado de una manera que es internamente coherente, sustentada por la evidencia y se alinea con las experiencias de vida de los miembros del jurado y el sentido común.

En este caso, los fiscales hicieron un trabajo magistral al contar una historia convincente, no de contabilidad defectuosa, sino de inferencia electoral delictiva. Presentaron pruebas de una asociación delictuosa para influir en las elecciones presidenciales de 2016. Comenzó cuando una importante empresa editorial, American Media Inc., a través de su director ejecutivo, David Pecker, acordó ayudar a la campaña de Trump a manipular la información que recibían los votantes utilizando medios ilícitos. Se suprimió información perjudicial para la campaña de Trump, mientras se difundían historias falsas sobre sus rivales.

Esa artimaña fue mucho más allá de los pagos para callar a Stormy Daniels. Incluía la compra y supresión de otras historias negativas (como la de la exmodelo de Playboy Karen McDougal).

Si bien estos planes para identificar noticias perjudiciales, comprarlas y archivarlas no eran intrínsecamente ilegales, los fiscales demostraron que el entramado se llevó a cabo a través de varios métodos ilegales diferentes. Estos incluyeron la creación de documentos falsos en los registros de American Media Inc.; declaraciones falsas que Michael Cohen, entonces abogado y operador de Trump, hizo a un banco en relación con una cuenta que abrió para una empresa fantasma para gestionar los pagos y documentos falsos que reflejaban la situación fiscal de los pagos a Cohen.

Y la estratagema también incluyó la acusación primaria: que los pagos para identificar y archivar noticias perjudiciales equivalían a contribuciones ilegales a la campaña de Trump, el delito por el que American Media Inc. fue investigada y Cohen declarado culpable y condenado.

En este sentido, los fiscales argumentaron que los documentos falsos en los registros de la Organización Trump deben ser vistos como algunos de los pasos criminales finales en una maniobra que logró su objetivo de suprimir información perjudicial. Después de que Trump ganó las elecciones, los miembros de la asociación delictuosa necesitaron cubrir sus huellas falsificando documentos para explicar los reembolsos a Cohen.

En relación con el principal testigo de la fiscalía, Cohen, es un eufemismo decir que llegó al tribunal con cola que le pisaran. Pero durante su testimonio, los fiscales lo manejaron de manera ejemplar. No eludieron sus defectos como testigo, incluido su anterior falso testimonio bajo juramento. Demostraron por qué, a pesar de todas sus mentiras anteriores, los miembros del jurado podían creer lo que le oían decir en el estrado. Y los fiscales pudieron corroborar casi todo lo que dijo con múltiples documentos y otros testigos.

Creo que los fiscales tomaron un caso difícil y lo presentaron de manera impecable, consistente y convincente. Pero también me parece que hasta los fiscales, si fueran sinceros, estarían de acuerdo en que recibieron ayuda.

El caso de la defensa, como el tristemente célebre pudín de Churchill, no tenía tema. La defensa no tenía que demostrar nada, pero los abogados de Trump no lograron sugerir ninguna explicación alternativa coherente de los hechos que pudiera haber suscitado una duda razonable en la mente de uno o más miembros del jurado.

La defensa podría haber tenido una oportunidad con un argumento dirigido, que admitiera una indiscreción respecto a Daniels y el pago de dinero por su silencio, pero que insistiera en que el Estado no había podido demostrar que Trump sabía que los documentos contables internos de su empresa eran falsos o que los había hecho con la intención de encubrir otro delito.

En cambio, la defensa apeló al Trump del pasado: soy una víctima. Niego todo. Todos los demás mienten y quieren acabarme. Los testigos a los que se puede descalificar sin mayor riesgo deben en cambio ser atacados y destruidos.

Ya fuera por insistencia del cliente o por decisión propia de los abogados, esto llevó a la defensa a presentar argumentos incoherentes que sencillamente no eran creíbles. Una vez que pierdes tu credibilidad ante los jurados por negar cosas que parecen claras y obvias, es menos probable que crean lo que dices sobre las cosas que sí están en disputa.

Lo más probable es que aún quede un capítulo por escribir en este caso. Sigo teniendo mis dudas en cuanto a si estas condenas sobrevivirán a largo plazo, aunque soy el primero en admitir que ya me equivoqué antes.

Al presidir el caso, el juez Juan Merchán aceptó en gran medida las teorías jurídicas de la acusación. Dentro de ese marco jurídico, los fiscales hicieron un gran trabajo presentando sus argumentos, al igual que el juez al dirigir el juicio. Pero creo que algunas de esas teorías jurídicas son potencialmente vulnerables.

Hay dudas sobre el verdadero significado de la intención de defraudar bajo la ley de Nueva York y si ese criterio podría cumplirse con estos documentos internos. Hay un problema potencial con el uso de una ley federal de financiamiento de campañas como base para convertir un delito menor estatal en un delito grave. Este caso planteó estas y otras cuestiones novedosas, y la defensa tendrá ahora la oportunidad de argumentarlas ante un tribunal superior.

Pero durante este juicio, los fiscales presentaron un caso convincente. Demostraron por qué, como parte de una asociación más amplia y exitosa para interferir de manera ilegal en las elecciones presidenciales, estos registros comerciales falsos eran realmente importantes. Contaron una historia convincente y lo hicieron bien.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

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