Donald Trump, la furia del candidato y la violencia le dan forma a la política de EE.UU. en la era moderna
WASHINGTON.- Pocos días después de que el expresidente norteamericano Donald Trump denigrara a los inmigrantes por televisión nacional con historias falsas sobre migrantes haitianos que se comían a los perros y los gatos en una localidad de Ohio, alguien empezó a amenazar con poner bombas en las escuelas, sedes municipales y edificios públicos, obligando a realizar evacuaciones y alentando una ola de temor generalizado.
Días después, según las autoridades, un hombre que en sus perfiles online se describe como un seguidor desilusionado de Trump se abrió camino con un rifle semiautomático hasta la cancha de golf de Florida donde estaba el expresidente, con la evidente intención de dispararle. Su intento solo se vio frustrado cuando un agente muy alerta del Servicio Secreto lo detectó y se adelantó a abrir fuego.
Así estamos en 2024. En el lapso de menos de una semana, el otrora y también posible futuro presidente de Estados Unidos fue al mismo tiempo una aparente inspiración y un aparente blanco de la violencia política que va dando forma cada vez más a la política norteamericana en la era moderna. Las amenazas de bomba y las tentativas de magnicidio ya son parte del paisaje, y por horrendas e impactantes que sean todavía no parecen haber suscitado un verdadero despabilamiento a nivel nacional.
“Lo que más me preocupa en este momento es la naturalización de la violencia en nuestro sistema político, y va en aumento”, dijo en una entrevista el legislador demócrata por Colorado Jason Crow, miembro de la comisión bipartidaria que ya estaba investigando el intento de magnicidio contra Trump del 13 de julio. “Ya vamos por el segundo intento en dos meses, y eso nos da la pauta de hasta qué punto ha penetrado la violencia”.
El presidente Biden y la vicepresidenta Kamala Harris condenaron el último incidente con sendos comunicados, pero la campaña continuó sin interrupciones.
Apenas cuatro horas después de que Trump fuera sacado a empujones del club de golf para protegerlo, su equipo de finanzas envió un correo electrónico a su lista de recaudación de fondos con un botón donde cliquear para hacer una donación.
“¡Después de otro atentado contra mi vida, mi determinación es aún más fuerte!”, decía Trump en el correo electrónico. Los mails de recaudación de fondos de Harris tampoco se detuvieron.
Acusación
Trump, que apenas la semana pasada en el debate con Harris culpó a los demócratas del tiroteo en su acto de campaña en Butler, Pensilvania, donde recibió un balazo en una oreja, también atribuyó el intento de ayer al actual presidente y a la vicepresidenta, con el argumento de que el sospechoso arrestado había actuado en respuesta a sus ataques políticos.
“Ese hombre les creyó a Biden y Harris y actuó en consecuencia”, dijo hoy Trump a Fox News. “Su discurso está provocando que me disparen, cuando el que va a salvar el país soy yo, y ellos son los que lo están destruyendo, tanto desde dentro como desde fuera”.
Pero incluso mientras se quejaba de que al llamarlo una “amenaza para la democracia” los demócratas lo habían convertido en un blanco, Trump repitió su propia afirmación de que “son personas que quieren destruir nuestro país” y los llamó “el enemigo interno”, un lenguaje ciertamente no menos provocador que el que utilizan contra él.
De hecho, en cuestión de horas, su campaña envió por mail una lista de citas de Biden, Harris y otros demócratas que atacaban a Trump con frases como “es una amenaza para nuestra democracia” y “es una amenaza para esta nación”, sin mencionar que la semana pasada, durante el debate, el expresidente dijo “la amenaza para la democracia son ellos”.
Uno de los partidarios más renombrados y abiertos de Trump, el megamillonario Elon Musk, llegó al extremo de preguntar por qué Biden y Harris no han sido blanco de ningún intento de asesinato. “No veo a nadie queriendo asesinar a Biden/Kamala”, escribió Musk en su cuenta de la red social X, de la que es propietario.
Ok this requires an IMMEDIATE visit by the secret service and federal charges. Lock this guy up. This is so dangerous. pic.twitter.com/mw0r9fo8kn
— Brett Meiselas 🇺🇸🦅 (@BMeiselas) September 16, 2024
Musk borró más tarde la publicación y dijo que había sido una broma, pero la Casa Blanca respondió: “La violencia solo debe ser condenada, nunca alentada ni tomada en broma”, dijo Andrew Bates, vocero de la Casa Blanca. “Esa es una retórica irresponsable”.
A lo largo de su historia, Estados Unidos ha estado marcado por períodos de violencia política. Cuatro presidentes en funciones fueron asesinados en su cargo y otro recibió un disparo y resultó gravemente herido. Un expresidente también recibió un disparo y sobrevivió, y muchos otros que vivieron en la Casa Blanca han sido blanco de ataques.
Pero dos intentos de acabar con la vida de un expresidente en apenas dos meses siguen siendo alarmantes, especialmente al calor de una elección en la que la víctima de esos ataques es principal candidato para volver a ocupar su antiguo puesto.
Tal vez la analogía más cercana sean los dos intentos de asesinato en poco más de dos semanas a los que sobrevivió el presidente Gerald R. Ford en 1975. Sin embargo, lo más inquietante es que los intentos de matar a Trump se parecen mucho a cuando, en 1968, con dos meses de diferencia fueron asesinados a tiros el reverendo Martin Luther King Jr. y Robert F. Kennedy. Esos magnicidios se produjeron en un momento de violencia más generalizada en las calles de Estados Unidos, en medio de una sensación de desgaste de los vínculos sociales, algo que también preocupa a muchos líderes actuales.
El epicentro de la actual erupción de violencia política es Trump, una figura que parece instar a la gente a lanzar amenazas o a pasar a la acción, tanto a su favor como en su contra. Hace tiempo que Trump ha optado por el lenguaje de la violencia en su discurso político, alentando a sus partidarios a golpear a los revoltosos, amenazando con dispararles a los saqueadores y a los inmigrantes indocumentados, burlándose de un ataque casi mortal contra el marido de la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes y sugiriendo que se ejecute a un general al que considera desleal.
Aunque Trump insiste en que el encendido discurso que les dio a sus partidarios el 6 de enero de 2021 no fue responsable de la posterior toma por asalto del Capitolio, ese día se resistió a las súplicas de sus asesores y de su propia hija para que intentara frenar el asalto. De hecho, hasta sugirió que la turba tal vez tenía razón en querer colgar a su vicepresidente, y desde entonces ha elogiado a los atacantes como patriotas a los que podría indultar si fuera elegido nuevamente.
Amenazas de bomba
Trump no se detiene a reflexionar sobre el impacto de sus palabras. La semana pasada, sus falsas acusaciones contra los inmigrantes comedores de mascotas durante su debate con Harris desataron de inmediato una ola de amenazas de bomba que pusieron patas arriba la vida en Springfield, en Ohio, y Trump no hizo nada para frenarlo.
Cuando un periodista le preguntó si condenaba las amenazas de bomba, no se la jugó. “No sé qué pasó con esas amenazas de bomba”, dijo Trump. “Sé que los inmigrantes ilegales se apoderaron de la ciudad, y eso es terrible”.
Los detractores de Trump también han empleado muchas veces el lenguaje de la violencia, aunque no de manera tan extensa y repetida ni llegando a esos extremos. Los aliados del expresidente distribuyeron una recopilación de videos en línea de varios opositores a Trump diciendo que querrían trompearlo y cosas así. Y en estos días algunas de las voces más extremistas de las redes sociales se burlaron o minimizaron la situación de riesgo que se vivió en el campo de golf de Florida. Los aliados de Trump suelen esparcir la idea de que sus críticos lo desprecian tanto que perdieron la cabeza.
Por supuesto que la furia es la fuerza que anima la carrera política de Trump desde hace mucho tiempo, tanto la furia que despierta entre sus partidarios contra sus rivales como la que genera entre sus opositores, que llegan a odiarlo. Las predicciones de que después de escapar por poco de la muerte en Butler podría moderar su discurso resultaron efímeras: cinco días después, en su discurso de aceptación de la candidatura presidencial en la Convención Nacional Republicana, Trump ya era el mismo de siempre.
Pero el hecho de que este último incidente en Florida pase aún más inadvertido que el primero nos da la medida de hasta qué punto la violencia política se ha convertido en parte de la cultura norteamericana moderna, tal vez no aceptada, pero cada vez más naturalizada. A medida que la atención de la opinión pública derivaba hacia otros acontecimientos, la conmoción por el tiroteo en Butler se disipó relativamente rápido. La conmoción por este incidente tal vez incluso dure menos.
Por Peter Baker
Traducción de Jaime Arrambide