Rodri pidió jugar menos y habló de huelga: cinco días después, se rompió
Cinco días después de advertir una huelga por el exceso de partidos y el riesgo de lesiones graves, Rodri Hernández, candidato a podio de Balón de Oro, sufrió la posible rotura de ligamento cruzado. Sucedió en el empate 2-2 de Manchester City contra Arsenal, clásico caliente de la Premier League. Ese mismo domingo, en España, el arquero neerlandés de Barcelona, Marc Ter Stegen, se rompió el tendón rotuliano de la rodilla derecha y, como Rodri, estará unos ocho meses sin jugar. En su última fecha, la Liga de España sufrió catorce lesiones en tres días. En Argentina, 2024 marcó un récord de 30 jugadores con roturas ligamentarias. Se juega más rápido. Se marca más. Y hay fútbol todos los días. A toda hora.
Estrella atípica (no usa aritos, tatuajes ni redes sociales), Rodri está recibido en Administración y Dirección de Empresas, con abuelo médico y padre ingeniero, y describió su misión como centrocampista al diario inglés The Guardian: “Ayudar a que el juego madure”. Contó también que aprendió a comunicarse con sus compañeros dentro del campo a través del “lenguaje corporal”. En esa entrevista, en plena Eurocopa, Rodri, que disputó 63 partidos la temporada pasada, ya había advertido que se jugaba demasiado. Habló no solo de agotamiento físico, sino también de salud mental. “Alguien”, afirmó, “tiene que hacer algo”. Decidió hacerlo él. Citó la palabra “huelga”.
Recibió apoyo inmediato de otras estrellas (Thibaut Courtois, Jules Koundé, Dani Carvajal, Allison, Rodrigo de Paul) y de técnicos (Pep Guardiola, Carlo Ancelotti). “Somos marionetas de la FIFA y de la UEFA”, se había quejado poco antes el alemán Toni Kroos. FIFPro (sindicato madre de los futbolistas) difundió encuestas para mostrar que los calendarios inflados afectan no solo a los principales cracks, sino a muchos jugadores más. Y presentó ante la Comisión Europea una queja formal contra la FIFA de Gianni Infantino. Como toda respuesta, el dirigente suizo anunció que antes de fin de mes se conocerán las sedes del nuevo Mundial ampliado de Clubes (32 equipos) que se jugará en 2025 en Estados Unidos.
La pelota no puede parar. Además de copas continentales o mundiales (ahora de 48 selecciones), también hay Mundiales ampliados de Clubes, giras de pretemporada y finales vendidas al Golfo Arábigo. No hay más lugar en el autobús. Argentina-España ni siquiera encontraron fecha para “La Finalíssima” (otra copa más). Real Madrid podría superar los 70 partidos esta temporada. Y Manchester City los 80. Julián Álvarez está pagando precio a su récord de 75 partidos de la temporada pasada. Pero un informe reciente del Centro Internacional de Estudios Deportivos demostró que solo el 0,31 por ciento de los jugadores juega más de 60 partidos por temporada y menos del diez por ciento en más de 40.
El nuevo Mundial de Clubes de la FIFA puso el límite. Alarmó más que el nuevo formato inflado de Champions League y que la Liga de Naciones (la competencia entre selecciones de la UEFA). ¿Por qué un torneo sí y otro no?, se preguntan algunos. Hay una guerra por el dominio del calendario internacional del fútbol. Los actores centrales son FIFA, UEFA, clubes (y los jugadores en el medio de esa batalla). El Mundial de Clubes garantiza un mínimo de 40 millones de dólares a cada equipo. Es oro para los clubes del Tercer Mundo. Y valioso también para Real Madrid, Bayern Munich y Juventus, solo algunos de los poderosos de Europa que apoyan el proyecto de Infantino.
Siempre reinó la desesperación por ganar, pero todo es hoy más urgente. El tren de la victoria obliga muchas veces a los entrenadores a casi no rotar formaciones, pese a que cuentan con planteles más numerosos y a que pueden hacer cinco reemplazos por partido. A cambio de ser exprimidos, y bajo riesgo de lesión, muchos cracks ganan oro (a Rodri, por ejemplo, algunos le recordaron que gana 240.000 dólares semanales). Además de apuntar contra el Mundial de Clubes, ¿cuáles serían las otras competencias cuestionadas? ¿Las copas contra rivales del ascenso? ¿Amistosos de selecciones? ¿O se trataría de una huelga general que frenaría también la Premier, otras Ligas nacionales, la Champions y la Libertadores?
“¿Qué pasaría”, se preguntó ayer el colega inglés Jonathan Liew, “si los jugadores utilizaran su poder colectivo” para incomodar a sus propios patrones y pedir en cambio una distribución menos desigual de la riqueza que genera la pelota, y ayudar así al fútbol femenino, de ascenso y de base? ¿No tendría más fuerza y credibilidad la palabra “huelga”?
Infantino ya ejerció su defensa: “La FIFA”, dijo, “organiza un uno por ciento de los principales partidos de clubes en todo el mundo. Y entre el uno y el dos por ciento con las selecciones”. Son partidos que, aun con abusos, ayudan a ganar dinero a más de doscientas Federaciones nacionales, la mayoría de ellas infinitamente más pobres que la Premier League. Partidos que, además, recuerdan a los hinchas de todo el mundo que sus mejores cracks juegan en Europa. Pero también tienen patria.