Copa Argentina: River quedó eliminado contra Temperley, pobre de juego y limitado de espíritu en los penales (otra vez)

River perdió por penales contra Temperley, en una noche en la que mostró su peor versión
River perdió por penales contra Temperley, en una noche en la que mostró su peor versión - Créditos: @Ramiro Gomez

Es un fracaso. No hay otra lectura posible: lo de River en la Copa Argentina fue un fracaso. Quedar eliminado en los 16avos de final frente a Temperley, al igual que con Talleres en la misma instancia un año atrás, no ofrece otra lectura. Un típico equipo del ascenso le empató en el final (debió hacerlo mucho antes, en realidad) y en los penales, volvió a ocurrir. Un 1-1 eléctrico y un 5-4 en la definición. Juan Rago, el arquero del Gasolero, contuvo los disparos de Barco y Martínez. Armani no acertó ni una vez. Ni siquiera la dirección de los disparos.

Esta vez (como tantas otras), River jugó verdaderamente mal. La tabla de merecimientos quedó destrozada: Temperley, con su humildad, se lo llevó puesto de a ratos. El premio rumbo a los octavos de final de la Copa Argentina, instancia en la que se enfrentará con Mitre, de Santiago del Estero, fue para el que nadie creía. El 1 a 1 se había parecido a un aplazo. Imposible disfrazar la realidad.

River está envuelto en un debate permanente. Jugar bien, ganar, respetar la historia, una exigencia (algunas veces) desmedida. Críticas de los propios, incredulidad externa. A paso arrollador en la Copa Libertadores (la prioridad) y en la Liga Profesional (el plan B), el Mundo River, por múltiples circunstancias, le toma examen a Martín Demichelis cada cinco minutos. A veces, cuando ni siquiera juega. A veces, cuando gana, gusta y golea. La mesa del cuestionamiento está servida. De tanto en tanto, rugen aplausos placenteros.

El desarrollo del inesperadamente duro desafío frente a Temperley les dio letra a los incrédulos. Con mayoría de titulares (no todos, pero los suficientes para derribar a un equipo que se encuentra en la mitad de tabla de la Zona B de la Primera Nacional, a 11 puntos de Colón, el líder) no hizo pie en ningún momento. Es más: el equipo celeste lo descolocó tanto, que hasta provocó una salvada de Armani ante Marcos Arturia en el arranque y Julián Mavilla lanzó un bombazo que pasó por arriba.

Es cierto: el Diablito Echeverri (tan talentoso como discontinuo) se chocó con el travesaño y Colidio se citó con Nacho Fernández, que le pegó mal, por arriba, al cielo. Sin Paulo Díaz, el mejor intérprete millonario durante 2024, con David Martínez en una nueva oportunidad y con Rodrigo Villagra, que debe jugar con la mochila de un pase que costó 12 millones de dólares brutos, el gigante se pareció a un equipo del montón, como algunas veces.

“Siempre que miro hacia atrás, con otros partidos, tengo el afán de corregir y pulir detalles. El partido contra Belgrano me gustó mucho, porque es el River que queremos ver, dominante, que genera situaciones, nos han llegado poco y mantuvimos la valla invicta”, decía hace apenas tres días el DT, que rápidamente advertía: “No empiecen a exigir que hagamos tres goles todos los partidos”.

Ni tres goles en el Monumental, ni tres goles en Mendoza. Contra un equipo de primera o frente a un conjunto del ascenso. River tiene proyección para convertirse en el mejor de nuestro medio y consolidarse en consecuencia. Sin embargo, no tiene continuidad. Dos bien, una mal. De partido a partido y durante cada desarrollo. Un buen equipo (al menos, en la teoría, lo que se ve en pasajes) no puede convertirse en un gran equipo con este mar de licencias.

Barco le imprimió pimienta a una formación repetitiva, en reemplazo de Nacho Fernández. Rápidamente, puso las cosas en su lugar. Una infracción sobre Echeverri derivó en una declaración de principios: el jugador surgido en River le sacó la pelota al juvenil, que aceptó la situación. Barco acomodó el balón, espió a la víctima y disparó. No fue al ángulo, pero resultó un golazo, parecido al tiro libre de Cavani contra Trinidense.

Avanza Casco, que tuvo otra oportunidad en River
Avanza Casco, que tuvo otra oportunidad en River

River se soltó, Temperley se desesperó. Echeverri tiró fantasía y el equipo que dirige Walter Perazzo lo buscó con una enjundia admirable. Al fin de cuentas, se trata de la Copa Argentina: cualquier cosa puede ocurrir. En este caso, el juego ofrecía esa recompensa, no parecía un rival de una categoría inferior. Demichelis mandó un mensaje inequívoco cerca del final: afuera Echeverri, adentro Simón. ¿Qué habrá pensado en ese preciso momento el exigente paladar millonario?

Quedaban unos minutos. River tuvo la pelota, merodeó el área rival. No mucho más. Esta vez, los exagerados cuestionamientos tuvieron un justo reconocimiento. Una chilena de Fernando Martínez, en la última bola, estableció la paridad. Vinieron los penales. Y River, bajo presión y en esa instancia, no para de fallar. Falló de nuevo, y perdió.