China quiere imponer sus reglas al mundo sobre el covid, pero no puede conseguirlo

Después de tres años de duras medidas para controlar el virus, China se enfrenta a su peor ola de contagios de coronavirus de toda la pandemia. Una situación que además coincide con el fin de la fallida estrategia de covid cero que ha estado presente en el gigante asiático desde el 2020.

Así, el país liderado por Xi Jinping parece decidido a abrirse nuevamente al mundo. Pero el mundo de momento ha recibido la oferta con preocupación, cautela y, sobre todo, con restricciones.

China quiere abrirse al mundo nuevamente, pero está encontrando restricciones. (Photo by Rao Aimin/Xinhua via Getty Images)
China quiere abrirse al mundo nuevamente, pero está encontrando restricciones. (Photo by Rao Aimin/Xinhua via Getty Images)

Este 2022, recién acabado, ha sido el año en el que la mayoría de países del planeta han recuperado una normalidad semejante a la prepandemia. Los cierres de fronteras, las pruebas de coronavirus y los pasaportes de vacunación han ido quedando en el olvido, a medida que el turismo y los viajes volvían a todos los rincones del mundo. Al mismo tiempo, China ahondaba en su aislamiento internacional con una política draconiana basada en confinamientos y seguimiento caso por caso de contagios.

Todos aquellos que visitaran el país asiático debían someterse a un estricto protocolo basado en una cuarentena y frecuentes pruebas de detección del virus. Edificios, barrios y hasta ciudades podían verse sometidos a un duro confinamiento en el caso de producirse un brote.

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Esta es la realidad con la que han tenido que lidiar los residentes en China y todos aquellos que quisieran visitar el país en los últimos tres años. Una situación extrema que llevó a numerosas protestas en noviembre de 2022 y que provocaron una rápida respuesta del Gobierno, ante el temor a que estas fueran creciendo y provocaran más inestabilidad.

La decisión fue tan extrema, teniendo en cuenta la política realizada hasta ahora, como sorprendente: relajar las restricciones y comenzar una progresiva apertura del país, con el fin de las cuarentenas y la idea de recuperar su flujo de turismo. Como telón de fondo, la reactivación de una economía que ha sufrido mucho durante la pandemia.

Una explosión de casos

Pero los tres años de durísimas restricciones se han hecho notar. Mientras que el resto del mundo vivió en 2020 y 2021 grandes olas de contagios, China, con su control exhaustivo de cada positivo, no había experimentado algo similar. La baja efectividad de sus vacunas, unido al escaso contacto de la mayoría de la población con el virus, ha provocado una explosión de casos. De hecho, los expertos creen que el 70% de la población de Shanghái está infectada actualmente. Eso supone millones y millones de positivos.

Con estas circunstancias, el resto de países ven con mucho recelo esta apertura china. Países como Estados Unidos, Australia o la mayor parte de la Unión Europea apuestan por imponer restricciones a los viajeros de China. En un momento en el que la pandemia parece más o menos controlada, no quieren exponerse a la posibilidad de nuevas olas que influyan a la economía y sean caladero de posibles nuevas variantes.

Los hospitales chinos están en máximos con la nueva ola de contagios. (Photo by VCG/VCG via Getty Images)
Los hospitales chinos están en máximos con la nueva ola de contagios. (Photo by VCG/VCG via Getty Images)

Las medidas no son excesivamente duras. Consisten fundamentalmente en pedir a los viajeros una prueba de coronavirus negativa realizada antes del viaje o, por ejemplo, en el caso de España, la petición del certificado de vacunación (solo serán aceptadas como válidas las vacunas aprobadas por la UE).

Además de la ola de contagios, también preocupa la escasa información que China ha proporcionado sobre la pandemia. La falta de transparencia y los datos incompletos sobre infecciones impiden conocer la evolución de los contagios y la posibilidad de la aparición de nuevas variantes.

China, por su parte, se ha tomado mal estas restricciones y amenaza con medidas recíprocas. Sin embargo, parece olvidar que durante los tres últimos años sus medidas han sido las más duras del mundo y que no ha dudado en aplicar con la máxima firmeza su estrategia de covid cero.

Hasta ahora, el gigante asiático ha fomentado su propio aislamiento y es una buena noticia que quiera salir de él, pero ante la ola de contagios lo más normal es que por el momento tenga que pagar ese peaje de las pruebas de coronavirus. Algo que en la mayoría de países ya se vivió y se superó. Pero China ha ido a otro ritmo y ahora debería adaptarse a un mundo que ha cambiado mucho desde antes de la pandemia.

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