'Alito' Moreno y su hipócrita condena por el asesinato del periodista Ernesto Méndez

Alito Moreno en un evento del PRI. (Luis Barron / Eyepix Group/Future Publishing via Getty Images)
Alito Moreno en un evento del PRI. (Luis Barron / Eyepix Group/Future Publishing via Getty Images)

La audacia de Alejandro Moreno es sorprendente. Alito lamentó en Twitter el asesinato del periodista Ernesto Méndez, el número trece en lo que va del año. "El asesinato del periodista Ernesto Méndez, director de Tu Voz, se suma a la enorme lista de profesionales de la comunicación que han sido silenciados a manos del crimen. Es urgente detener los ataques a la prensa y proteger a quienes ejercen esta labor en México", tuiteó el presidente nacional del PRI.

Palabras huecas. La costumbre. Pero esa verborrea de cajón resulta poca cosa si se compara con lo que Moreno dijo, en uno de sus diversos audios filtrados, sobre los periodistas: "no hay que matarlos a balazos, hay que matarlos de hambre”. Increíble. Moreno, o quien sea que maneje sus redes, no reparó en que todo mundo le recordaría esos dichos. Y cómo no, si es el ejemplo perfecto de la hipocresía que manejan los políticos cuando se habla de la libertad de prensa.

En realidad, el comportamiento de Alito es sintomático. La clase política de este país se caracteriza por el oportunismo que la agenda les proporcione. Hoy lamentan la pérdida de un periodista. Y lo hacen en cada caso. Ellos, los políticos íntegros y honestos que alzan la voz por la libertad de prensa, siempre velan por las causas que se muevan en los mares mediáticos. Porque eso es lo que hay que hacer. Eso les dicen que digan. Y, seguramente, se los redactan. Parecen decir: "Ya publiqué mi condena en Twitter, ¿qué más quieren de mí?". Claro, señores empleados de la sociedad, disculpen por pedirles que hagan su trabajo.

Para los políticos, defender al periodismo solo queda bien de cara a las luces, cuando es a otros a quienes se puede golpetear. En medio de esas reyertas sin sentido, y de las peticiones y condenas vacías, queda la prensa, los verdaderos afectados por tanta indiferencia. ¿Por qué son las organizaciones civiles las más preocupadas por salvaguardar el bienestar de los periodistas mexicanos? Simple: el Estado, como en muchos casos más, se lava las manos y prefiere mantenerse al margen, en la comodidad de saber que no pudieron hacer nada. Una actitud deplorable en un país donde el 40% de agresiones contra la prensa proviene, precisamente, del Estado, según ha recogido Artículo 19.

Y esto no es cuestión de banderas. Todos son responsables en alguna medida. López Obrador, por ejemplo, sigue haciendo lo mismo de toda la vida: estigmatizar a los periodistas y medios que lo critican, y entronizar a quienes lo defienden. El presidente con alma de opositor no tiene muy claro en qué consiste el ejercicio periodístico. Incluso ha pedido a la prensa que se "desenmascaren" y digan abiertamente cuáles son sus preferencias políticas. Para reforzar su idea, suele citar a periodistas del siglo XIX (Francisco Zarco por delante), como si el mundo y la profesión fueran las mismas hoy, más de 120 años después.

Mientras siga existiendo políticos convenencieros como Alito, la cruel realidad seguirá intacta. Convendría dejar el oportunismo para asuntos sin importancia. La condena contra la violencia no debería ser una herramienta para expiar culpas ni para entrar en la caja de lo políticamente correcto. Dicho sea de paso, también valdría la pena involucrar a la sociedad en el debate: es muy fácil pedir calidad y gratuidad en contenidos sin reparar en la trascendencia que una prensa libre tiene en la vida de todos. Estar bien informado debería ser tan importante como consumir una buena película o comer en un buen restaurante.

Las condenas no es que estén mal: es que no sirven para nada.

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