México y su triste costumbre de pedir apoyo a los famosos, porque el gobierno no puede

México. (Getty Images)
México. (Getty Images)

Alguien tiene que hacerse cargo de los problemas del México. Si no es el gobierno, son ellos. Guillermo del Toro o el Canelo Álvarez. Ante la ineficacia e indiferencia de la burocracia nacional en todos sus niveles y ámbitos, cada vez es más normal pedirle apoyo, en redes sociales, a personajes millonarios para que resuelvan asuntos que (en teoría) tendrían que estar a cargo de la administración pública. El caso más reciente, el de la selección femenil de futbol americano, revivió esa tendencia.

La respuesta deSalinas Pliego, empresario de prácticas laborales cuestionables y que tiene varias cosas que aclarar con el SAT, a una petición de apoyo fue indignante: "Si las ayudo se traen el primer lugar? Si no se traen el primer lugar, ¿me pagan lo que invertí más un 33% extra (con contrato firmado por sus papás)? ¿Es mi obligación o del Gobierno ayudar?", tuiteó el empresario en respuesta a la solicitud.

Está metido en su personaje. Es una pena que alguien así sea tan relevante en la vida pública, pero no hay de otra. Sin embargo, algo de lo que dijo debe aceptarse porque es cierto, aunque lo haya dicho él. El gobierno tendría que hacerse cargo de este tema. Y también de quienes piden apoyo con becas para poder estudiar, asistir a una olimpiada de matemáticas, a un curso en el extranjero, o para acceder a algún tratamiento médico carísimo. Para eso existe el Estado. Para eso, sus recursos. Que no hay dinero; que el neoliberalismo destruyó la tradición benefactora; que el dinero se entrega pero "alguien" se encarga de que no llegue completo. Lo hemos escuchado toda la vida.

Podría argumentarse que, en términos reales, pensar que el gobierno hará su trabajo es caer en un idealismo absurdo e inaplicable a nuestro contexto. A eso hemos llegado: a que lo elemental tenga pinta de lujo. Por eso mismo hemos convenido con cierto humor que tener una consulta en el IMSS equivale a poner un pie en el panteón.

Por eso es mejor arrobar famosos. Y rezar para que de casualidad vean el tuit o mensaje. Y, en muchas ocasiones, ellos responden —no dudemos que en sus bandejas de entrada hay miles de peticiones—. Todo es felicidad por unas horas. Nuestro mejor cineasta y nuestro mejor deportista lo han hecho de nuevo. Ciertamente, ninguno de los dos necesita reconocimiento o demostrar que son buenas personas.

Y tampoco vale ser quisquilloso para encontrarle algún "pero" a su ayuda. Está bien que lo hagan. Incluso, hay que decir que gente como del Toro o Canelo bien fungen como ejemplos para sus colegas. A la gente involucrada en las industrias del entretenimiento y deporte habría que pedirles un compromiso más serio y constante en este mundo desigual en el que no basta esforzarse para salir de la penumbra.

Guillermo del Toro ha ofrecido diversos apoyos económicos. (Laurent KOFFEL/Gamma-Rapho via Getty Images)
Guillermo del Toro ha ofrecido diversos apoyos económicos. (Laurent KOFFEL/Gamma-Rapho via Getty Images)

Pero no nos confundamos. Del mismo modo en el que no se debería elogiar a los adultos mayores que trabajan todo el día, tampoco deberíamos caer en el error de acostumbrarnos a la caridad de los famosos. Porque la realidad no es así. Podemos sentir tranquilidad cuando vemos que el apoyo ha sido efectivo y que, al menos, un problema ha sido resuelto en este país que tiene brechas abiertas por doquier. ¿Cuántos miles de personas más necesitan apoyo y no encuentran respuesta donde tendrían que hallarla, en el gobierno, y se quedan las horas esperando un "visto" de Guillermo o Saúl?

El gobierno puede ocupar su tiempo en cualquier cantidad de peleas sin sustancia. Eso acaparará las miradas y también formaremos parte de esa dinámica: es adictivo. Como cuando dos personas discuten en la calle y todos los transeúntes se convierten en instantáneos espectadores del coliseo romano. La vida es mucho más desafiante que eso. Ningún circo resuelve problemas. Canelo y del Toro, aunque quisieran, no pueden ponerse la capa todo el tiempo.

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