Trump y las pruebas del Covid-19: el presidente apuesta -otra vez- a sustituir la realidad por una representación que sirva a sus propósitos
Los líderes que hablan permanentemente en público suelen mostrar el esqueleto de sus razonamientos. Incluso los que se cuidan por razones institucionales o por fríos cálculos terminan haciéndolo, por confesión o por repetición.
La manera en que pensamos nos es tan nuestra y nos representa tanto como un patrón, se repite, vuelve, confirma. Y quien habla mucho, no tiene otra escapatoria que mostrar, una y otra vez, la forma en que piensa.
Este sábado pasado Trump volvió a hacerlo. Al hablar de la pandemia, en medio de un rebrote espantoso (más de 29 estados tienen las estadísticas al alza, 30 mil nuevos contagios por día, los muertos superan la cifra de 120 mil y la economía reabre desordenadamente, lo que anuncia un escenario aún peor que los más pesimistas), el presidente cabiló: "los tests son un arma de doble filo. Cuando realizas tantos tests vas a encontrar más casos. Así que le dije a mi gente, disminuyan los tests".
Para el mandatario el problema no parece ser ya cómo prevenir los contagios, cómo encontrar un tratamiento y, sobre todo, cómo disminuir los fallecimientos. Sino que los números digan que la situación está empeorando. No se trata de la pandemia y sus consecuencias, sino de que se sepa que la situación del coronavirus es cada vez peor. Los números, esta vez, son su opositor, su contrincante.
A final de cuentas, los números son una convención, y pueden ser un estorbo o un comodín para el poder de turno. El caso es que la gente se sigue contagiando y se sigue muriendo. Pero, a quién debe ser el primer preocupado, lo que le importa, más que la vulnerabilidad de la población, es que no se sepa el número de contagios.
El presidente desea mostrar una realidad y los números no lo dejan. ¿La solución? No es confrontar la realidad, sino ahogar los números. ¿Dónde se producen los números? ¿En los tests? Ok, olvida los enfermos, deja de hacer tests para que los números no me contradigan.
El peligro de la normalización de su mensaje
El peligro de esta afirmación, que parece ya apenas un episodio de color entre tanto galimatías que profiere Trump, es cómo se ha ido normalizando entre los estadounidenses que el primer mandatario haga afirmaciones u omisiones con el objetivo de emitir mensajes falaces a la población, que se supone debe estar toda representada en él, aunque desde que llegó ha dejado claro que representa a unos (los que le apoyan) en contra de otra parte del país (si lo pone en entredicho).
Sólo para mencionar dos ejemplos notorios, Trump nunca aceptó que su votación fue menor que la de Hillary Clinton, e incluso denunció fraude (un fraude que nunca fue demostrado). Y mucho menos mostró sus declaraciones de impuestos, una costumbre legendaria en los presidentes electos (el NYT publicó documentos que prueban que desde los años 90s declara pérdidas e incluso ha obtenido subsidios del Estado).
Realidad paralela
Cuando la realidad le adversa, en lugar de confrontarla o ponerse al frente de su solución, Trump la omite o la tergiversa con representaciones falsas de la misma realidad, de forma tal que "parezca" que la realidad le es conveniente y no hostil, como la percibe.
Sus seguidores suelen comprar sus versiones sin mayores problemas, pues como buen líder polarizador, cuenta con adeptos y oponentes que lo siguen o contradicen por motivaciones emocionales. Pero más allá de la polarización, el problema es que la realidad se queda sin ser atendida.
A final de cuentas, los números son una convención, y pueden ser un estorbo o un comodín para el poder de turno. El caso es que la gente se sigue contagiando y se sigue muriendo. Pero, a quién debe ser el primer preocupado, lo que le importa, más que la vulnerabilidad de la población, es que no se sepa el número de contagios.
Es la misma lógica con la que insulta, atropella y humilla a periodistas y medios que lo confrontan o contradicen. El mundo debe parecer lo que le convenga. Y si no, no debe existir.
La mala noticia es que el mundo sigue existiendo a pesar de sus intenciones, y en algunas ocasiones, como ésta, su existencia empeora a causa de su omisión.
El ardid de las falacias
Más allá de su significado coloquial (mentira, engaño), las falacias han sido descritas por el pensamiento científico como formas de razonamiento en los que significados lógicos llevan a conclusiones equivocadas o no necesariamente ciertas.
Hay muchas categorías de falacias, de acuerdo al autor, a la pertenencia, al juicio de valor, pero todas coinciden en algo, en querer sustituir la realidad por la representación de la realidad.
Es decir, contamos lo que pasa vestido de un discurso que lo ve de una determinada manera (intencionadamente o no, conscientemente o no) de forma tal que lo que pasa sea sustituido por lo que contamos que pasa.
Lo hacemos todos los días: hace un lindo día, usualmente quiere decir que hay sol y no está nublado, por ejemplo.
El lenguaje como representación de la realidad casi nunca es ingenuo. Solemos entender y hacer entender el mundo de forma tal que tenga tal o cual sentido. El problema es que a través del lenguaje podemos cambiar nuestro entendimiento de la realidad para transformarla, pero la realidad no se altera por el mero hecho de que la entendamos de una forma o de otra.
Si hay sol y la temperatura es alta, tendremos calor y claridad, aunque digamos que el día está feo, que estamos tristes o digamos que nos mojamos con la lluvia.
Podremos hacer entender a otros que la realidad significa tal o cual, pero los hechos seguirán siendo los mismos.
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