Si se mira bien, hay una luz promisoria que se expresa en las protestas de EEUU
No es solo la actitud fría, cínica, perversa, enferma y psicopática de Derek Chauvin, mientras oprime la espalda y el cuello de George Floyd, hasta matarlo, y luego seguir ahí, sobre su cuerpo, por dos minutos más después de fallecido.
El mundo entero está indignado porque ante los terroríficos antecedentes de racismo que hay en Estados Unidos, considerablemente agravados por la ofensiva racista del poder en los últimos años, la forma en la que un tipo como Chauvin, oficial de policía con 19 reclamos formales por maltrato, parece la normalización del horror, la punta de un iceberg.
Y no es para menos.
Cuando usted se entera de abusos sexuales de sacerdotes a niños en cualquier parte del mundo, son miles de los que no se entera. Cuando usted ve chavistas armados matando inocentes que protestan en las calles de Venezuela, en efecto, son miles a los que no ve. Cuando se escandaliza por las denuncias de violencia doméstica que llevan a la muerte a mujeres en México o España en pleno siglo XXI, lamentablemente son miles más las que permanecen en la oscuridad.
La estadounidense es una sociedad que ha lidiado hondamente con el flagelo del racismo. Obstruir el voto, la utilización de infraestructura o los derechos más mínimos a la población negra, era una abrogatoria que los blancos se daban hasta hace menos de medio siglo. Ni se diga de sus posibilidades de aspirar al poder, a la prosperidad o al entretenimiento.
En casi 50 ciudades, la gran parte de estas manifestaciones han sido diurnas y pacíficas (el origen de los hechos violentos es tema de otro costal), y si usted las observa bien se admiraría
No son pocos los hogares y las familias que aún tienen entre ellos a ciudadanos a los que sentarse en el bus les era impedido y usar el mismo baño que los blancos, prohibido. Y mucho ha cambiado, es verdad. Desde Martin Luther King, pasando por Malcom X, y una cadena infinita de líderes de todas los rubros y sectores han alzado la voz una y otra vez hasta ir logrando que la cultura de Estados Unidos puediera ir progresando en una mejor convicencia con sus propios connacionales negros, que incluyera los derechos liberales que tanto promulgan y por los que tanto han luchado allende sus fronteras.
Pero los vicios quedan y quedan de más. Muchas comunidades negras aún viven en ghettos, comunidades socialmente aisladas, donde cunde la pobreza y la droga. Son comunidades de escuelas para negros. No está establecido pero es lo que sucede. Además de altas tasas de desempleo. Y aunque las formas han cambiado del cielo a la tierra (comenzando la primera década hubo un presidente negro por 8 años), de donde más ha costado sacar la discriminación es de las creencias, del imaginario de muchos restantes que, continuando una enfermiza y ancestral diferenciación, aún piensan que los negros son inferiores, malignos, distintos, peligrosos.
Bastaría con verle la cara a Derek Chauvin mientras asesinaba a George Floyd. Pero si no le es suficiente, dese un paseíto por las estadísticas: sólo para lustrar en algunos rubros, siendo el 13% de la población, los negros representan más o menos la mitad de la población carcelaria; un afroamericano tiene casi tres veces más posibilidades de morir a manos de la policía que el resto de la población; los índices de pobreza entre la población negra es mayor que en el resto de los grupos étnicos de Estados Unidos. Y los ejemplos siguen.
Es una realidad estructural que ha venido transformándose con las décadas, a pesar de la victimización y los prejuicios. Pero justo han aparecido, porque la historia no es lineal, las fuerzas más rancias y retrógradas de este país, con visiones religiosas de la vida pública, con militancia anticientífica, antiaborto y anti orientación sexual no tradicional, y esas fuerzas, desde el primer mandatari para abajo, han avivado los conservadurismos más atávicos.
Entre ellos, el racismo. La idea que tiene alguna gente de que hay otros (los pobres, los exranjeros, los negros, los gays) que son menos, que no merecen estar, que no deben esperar derechos.
Los movimientos afroamericanos tienen décadas produciendo ideas, protestas, actos violentos y pacifistas, manifestaciones y propuestas. Algunos discursos con ira y resentimiento, otros enfocados en la acción, que han dado pasos certeros hacia un trato igualitario.
Pero ésta parece una lucha lejos de terminar.
En 2013, apropósito del trágico asesinato de Trayvon Martin, un afroamericano, valga decir, de apenas 17 años, cuyo asesino adujo "defensa propia" para dispararle, sin que el joven de Florida estuviera atacándole de ninguna manera, nació el movimiento "Black lives matter", La vida de los negros importa, en español.
Y desde entonces, el slogan es la idea, la bandera, con la que la sociedad toda protesta contra la discriminación, la impunidad, el asesinato y los maltratos a los negros.
Es una idea vigilante de que las enraizadas costumbres racistas no pasen desapercibidas, o al menos se haga todo lo posible porque ello no ocurra.
Aún queda mucho por hacer. Según el Brookiln Institute, cada 40 horas muere un hombre negro a manos de la policía. Pero esa tendencia aberrante ya no ocurre frente a una sociedad ciega, sino frente a millones de ciudadanos cada vez más conscientes, dolientes de que estos atropellos cesen, que se expresan con vehemencia y determinación en todos los espacios que les es dado hacerlo.
Luces en medio del luto
Si echamos un vistazo a las protestas que en Estados Unidos se han producido en los últimos días, encontraremos luces promisorias en medio del luto. Ha habido concentraciones en más de 20 estados, las dos costas, más sus regiones centrales y al norte, en sus estados turísticos y en la capital, e incluso en la alejada Alaska.
En casi 50 ciudades, la gran parte de estas manifestaciones han sido diurnas y pacíficas (el origen de los hechos violentos es tema de otro costal), y si usted las observa se admiraría: familias enteras con su tapabocas, ancianos que llegan con sus andaderas; bebés en coches, jóvenes y muy jóvenes, boomers, "x generation's", millenials, generación z. Blancos, negros, asiáticos, latinos y mestizos. Gordos y flacos. Hombres, mujeres, gays y ciudadanos de otras preferencias sexuales. Famosos y célebres, anónimos y comunes. Artistas, políticos, estudiantes y trabajadores. Voceros de la izquierda y de la derecha. Republicanos y demócratas. Citadinos y rurales. De urbanizaciones adineradas o en carestía.
Mucho más allá de la diatriba en la que los medios parecen enfocarse, la diatriba vacía entre Trump y los anarquistas que irrumpen contra la propiedad privada, muchas veces de ciudadanos a los que dicen representar, está el corazón de todo un país, en su más extensa diversidad, múltiple y masivo, haciendo sentir con su expresión que la vida de los negros les importa, porque les importa que la injusticia no se perpetue.
Hay todo un Estados Unidos para el que la extinción del racismo no es siquiera una discusión, sino un issue en el que vamos tarde.
Y ese país se expresa sin miedo, sin miedo a la policía, al establishment, al qué dirán, al poder, y a los propios anarquistas que infiltran sus protestas. Porque están convencidos de que sus principios son la base de la convivencia y el futuro.
EL RACISMO EN LA HISTORIA DE EEUU