Los traumas ocultos de los soldados ucranianos

Un soldado ucraniano se somete a electroterapia para las heridas que sufrió cuando lo tuvieron cautivo los rusos, en Lisova Polyana, un hospital cerca de Kiev, Ucrania, el 8 de mayo de 2023. (Nicole Tung/The New York Times)
Un soldado ucraniano se somete a electroterapia para las heridas que sufrió cuando lo tuvieron cautivo los rusos, en Lisova Polyana, un hospital cerca de Kiev, Ucrania, el 8 de mayo de 2023. (Nicole Tung/The New York Times)

En la noche duermen poco y tienen sueños aterradores. Durante el día experimentan ataques de pánico y escenas retrospectivas. Todos están exhaustos y algunos piensan en el suicidio. Tienen temor a sus propios pensamientos y lo que estos puedan impulsarlos a hacer.

Vladyslav Ruziev, un sargento ucraniano de 28 años, tiene pesadillas recurrentes sobre su experiencia de estar atrapado con su unidad el invierno pasado, sin poder hacer nada acerca de la constante artillería rusa, del tremendo frío, de los compañeros que vio perder brazos y piernas. “En ocasiones, había tantos heridos en el suelo, que los vehículos de evacuación pasaban por error sobre los cuerpos en ese caos”, comentó, recordando las escenas que presenció en el frente de combate a principios de este año.

En un año y medio que lleva la guerra, los descansos que han tenido muchos soldados ucranianos solo suman dos semanas en total. Y cuando tienen descansos cortos lejos del frente de combate, lo que muchos de ellos necesitan es tratamiento para sus traumas psicológicos.

Esa necesidad está aumentando y supera por mucho la capacidad que tiene Ucrania para atenderla, como descubrió un periodista de The New York Times en sus visitas a las instituciones que ofrecen esa atención y en entrevistas con los soldados, los terapeutas y los médicos.

Andriy Remezov conoce ese sufrimiento demasiado bien: después de haber ido en 2014 a pelear contra las fuerzas aliadas rusas en el este, regresó a casa y se fue en picada.

“Me volví adicto a las drogas y al alcohol e incluso pensé en suicidarme, pero mis compañeros me rescataron”, señaló Remezov, de 34 años. Recibió tratamiento, se convirtió en psicólogo y se casó.

El año pasado se reincorporó al ejército. En un viaje de dos días a Kiev, la capital de Ucrania, mientras tomaba café en la cocina con su esposa, Marharyta Klyshkan, nos explicó que cada vez que deja el frente de combate, pasa algún tiempo tranquilo repasando lo que ha padecido “para poder ponerlo en un anaquel de mi mente”. De otra manera, comentó, “toda esta información nada más puede desestabilizarme”.

El sistema de salud mental de Ucrania solo puede manejar una pequeña parte de las necesidades, señaló, y la mayoría de los soldados cometen el error de tratar de salir adelante por sí mismos, como él solía hacerlo.

Sesión de tratamiento para mejorar el flujo sanguíneo que utiliza rayos láser, una de las terapias alternativas en un centro de rehabilitación cerca de Járkov, Ucrania, el 25 de mayo de 2023. (Nicole Tung/The New York Times)
Sesión de tratamiento para mejorar el flujo sanguíneo que utiliza rayos láser, una de las terapias alternativas en un centro de rehabilitación cerca de Járkov, Ucrania, el 25 de mayo de 2023. (Nicole Tung/The New York Times)

Algunos centros de Ucrania atienden los traumas mentales a través de psicoterapia tradicional y tratamientos alternativos: estimulación eléctrica, algún tiempo en compañía de animales, yoga, terapia acuática, entre otros.

En Lisova Polyana, un hospital cercano a Kiev, los terapeutas usan “terapia biosugestiva”, que es una combinación de conversación, música y contactos en la cabeza, el pecho, los hombros y los brazos. Incluso el hecho de que los peluqueros les corten el cabello puede ser terapéutico, ya que esto se trata de un encuentro seguro con un extraño, lo cual da una sensación de rutina y de cuidados.

Este hospital atiende a soldados tanto con heridas psicológicas como físicas, entre ellas lesiones en el cerebro, como las conmociones cerebrales. “Ahora, esto se ha vuelto una epidemia debido a que la artillería rusa es como la lluvia”, mencionó Ksenia Voznitsyna, la directora, y añadió: “También trabajamos con quienes fueron torturados durante su cautiverio a manos de los rusos”.

Es posible que a los hombres curtidos les cueste trabajo bajar la guardia. Para algunos, el contacto es amenazante. En una sesión de grupo, los guerreros hipervigilantes tuvieron problemas para seguir las instrucciones de mantener los ojos cerrados. Uno de ellos se agitaba sin poder controlarse.

Por ahora, el objetivo solo es que estén lo suficientemente bien como para regresar al frente. La recuperación a largo plazo tendrá que esperar.

En una rotación previa lejos del frente de combate, Maksym, de 35 años, atacó a su compañero de habitación en la noche pensando que era un soldado enemigo ruso. Después de eso, insistió en tener una habitación para él solo.

Más noticias que te pueden interesar:

El zumbido de las abejas sobre su cabeza lo ponían en alerta porque creía que eran drones. Un campo de tiro le hizo recordar una escena del combate.

“Perdimos a casi todos los soldados de mi unidad”, comentó. “A veces lloro. Cuando me estoy quedando dormido, puedo volver a visualizarlo. Recuerdo los rostros de todos nuestros compañeros muertos”, añadió.

Para Maksym, las terapias no tenían mucho sentido en este periodo, el segundo para él, en un centro de rehabilitación en las afueras de Járkov, en el noreste. Pero al igual que muchos soldados, estaba atrapado en medio de los horrores del frente de combate y de la sensación de que era el único lugar al que pertenecía.

“En el frente de combate, yo sé cuáles son mis tareas y mis deberes”, comentó. “Pero aquí no lo sé”, y añadió: “Tal vez algún día cuando termine la guerra aquí, iré a otra zona de combate en otro lugar”.

Entre una sesión de terapia y otra, Maksym se sentó afuera, lejos de los demás, fumando y mirando a lo lejos con una mano puesta en la parte posterior del cuello. No podía evitar revivir mentalmente cada movimiento de combate, atormentado por la culpa.

Sin embargo, mencionó que regresaría al frente porque no podía decepcionar a sus compañeros soldados. Días después, volvió a unírseles.

(VIDEO) Trauma, destrucción y colaboracionismo: qué deja atrás Rusia en la Ucrania liberada

En una tarde soleada en Kiev, decenas de soldados uniformados se reunieron en el Centro de Rehabilitación Spirit, para hacer algo que la mayoría nunca había hecho: montar a caballo.

Un instructor conducía a los hombres sobre el caballo alrededor de un granero, hacía que realizaran ejercicios para los brazos y les pedía que se inclinaran y abrazaran a sus caballos. Uno de los soldados mostraba una amplia sonrisa mientras rodeaba con los brazos el cuello de su caballo.

“Están aprendiendo a montar, pero esto también hace que se enfoquen, que estén en el aquí y el ahora, que estén presentes”, comentó Ganna Birago, fundadora del programa de terapia equina.

Posteriormente, reunió a los soldados en círculo y les preguntó cómo los hacía sentir esa experiencia. Uno de los soldados dijo que lo hacía feliz, una emoción que no esperaba volver a sentir.

Fue la última sesión de este tipo. El programa tuvo que ser cancelado por falta de fondos.

Oleksiy Kotlyarov, un cirujano militar de 36 años, todos los días ve el equivalente de años de heridas espeluznantes en una estación médica con poco personal ubicada cerca del frente, bajo los bombardeos incesantes, y con un mínimo de descanso. Como padece depresión, ataques de pánico y episodios de llanto, le han diagnosticado trastorno por estrés postraumático o TEPT.

En el campo de batalla, donde tiene que hacer un trabajo imprescindible, dice que se ha adaptado al miedo, pero en la capital, donde hay aglomeraciones y señales de vida cotidiana, se siente fuera de control.

Kotlyarov estaba hablando por muchos soldados cuando dijo: “No soy la misma persona que era antes de esta guerra. No tengo mucha empatía, he llegado a tolerar la violencia”.

c.2023 The New York Times Company

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR | EN VIDEO

Mapas de la guerra | Ucrania avanza en la región de Zaporiyia