Rusia se está quedando sin científicos y es un problemón para su futuro

16 meses después de que Rusia invadiera Ucrania, iniciando así una guerra sin cuartel que se prolonga en el tiempo sin avances significativos para ninguno de los bandos, muchas de las consecuencias negativas del enfrentamiento ya son visibles. A los problemas económicos o al aislamiento internacional que sufre Moscú, hay que añadir unas perspectivas nefastas para el país en lo que se refiere al futuro.

Aunque estas situaciones se cocinan a fuego lento, lo cierto es que los números ya indican una realidad: se está produciendo un éxodo masivo de científicos e investigadores. Esas personas encargadas de poner las bases del progreso y los descubrimientos las próximas décadas.

Miles de científicos se han marchado de Rusia en los últimos cinco años. (REUTERS/Denis Sinyakov)
Miles de científicos se han marchado de Rusia en los últimos cinco años. (REUTERS/Denis Sinyakov)

No es un hecho menor porque este problema abarca a varias generaciones. Si se marchan los genios actuales, no formarán a los jóvenes con talento y estos solo tendrán la opción de marcharse para seguir progresando. La guerra le está pasando factura a Rusia en todos los ámbitos y los efectos de este en concreto le pueden costar a Rusia muchos años perdidos.

En solo cinco años, Moscú ha perdido a unos 50.000 científicos, tal y como ha revelado un alto miembro de la Academia Rusa de Ciencias a Interfax. Aunque esta tendencia ya venía desde antes del conflicto, lo cierto es que con el enfrentamiento de Ucrania se ha agudizado.

Cabe recordar que Rusia vive un periodo de aislamiento a nivel global y los servicios de seguridad están buscando activamente a posibles enemigos internos. La comunidad investigadora está siendo vigilada de cerca y hechos tan inocentes como la participación en conferencias en el extranjero o la publicación en revistas internacionales puede suponer acusaciones de traición.

Lógicamente, este no es el mejor clima posible para realizar grandes avances y la falta de contacto con el extranjero, sin poder comparar resultados e intercambiar ideas, tampoco ayuda. Ante este clima de persecución y falta de oportunidades, muchos optan por marcharse. Primero para poner a salvo su vida y segundo para proteger su carrera investigadora.

No es la primera vez

Ya en otros momentos del pasado, Rusia ha vivido momentos similares. Ocurrió en 1917, ocurrió en la década de los 90, tras la desintegración de la URSS, y está ocurriendo ahora. En momentos de gran presión al conocimiento, como el de hace más de un siglo, o el actual, los científicos buscan la mudanza a lugares con regímenes menos déspotas en los que poder progresar.

Con la apertura de fronteras en 1991, numerosos científicos rusos de renombre internacional se mudaron a Occidente, principalmente Estados Unidos, y después les siguieron sus antiguos alumnos, un grupo notable de posdoctorados que dejaban huérfano el país de conocimiento atraídos por las nuevas oportunidades.

People gathered at Red Square to celebrate the failure of the attempted coup. The coup started on August 18th and finally failed on the 22nd.   (Photo by Peter Turnley/Corbis/VCG via Getty Images)
People gathered at Red Square to celebrate the failure of the attempted coup. The coup started on August 18th and finally failed on the 22nd. (Photo by Peter Turnley/Corbis/VCG via Getty Images)

Se marchaban por la escasa financiación, la ausencia de ciencia práctica en las universidades, la falta de posibilidades de crecimiento para los jóvenes y las ganas de conocer distintas culturas. Durante las últimas tres décadas, Rusia quiso cambiar este modelo y se tomaron medidas para incentivar a los investigadores y conseguir el retorno de estas mentes.

Pero la guerra de Ucrania ha terminado de un plumazo con este periodo de bonanza, las escasas libertades adquiridas y los institutos democráticos puestos en marcha.

Pese al éxodo masivo, hay científicos que se han quedado por circunstancias personales, ya sea cuidar de sus familiares o por su compromiso con sus alumnos, pero el hecho de que se encuentren aislados del mundo es una pésima noticia para el progreso.

De hecho, en plena Guerra Fría hubo un diálogo científico internacional que ahora no se está produciendo. Y lo que está claro es que no puede haber avances significativos en temas globales como el cambio climático sin la participación de Rusia. Es un país demasiado grande y poderoso como para ser ignorado.

Las estimaciones apuntan a que ya se han exiliado entre medio millón y un millón de personas de Rusia, pero las cifras podrían ser más altas. Lo que parece claro es que es mucho más fácil destruir que construir, especialmente en el mundo científico. En solo un año ya se ha perdido lo que tres décadas de esfuerzo pusieron en pie.

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