¿“Una tierra sin pueblo” o “Nosotros el pueblo”?
Alain de Benoist es un periodista y filósofo político francés afiliado a grupos que promueven el etnonacionalismo en la “Nueva Derecha” francesa.
Benoist ha declarado que sus valores son antiliberales y paganos. Es enemigo declarado del cristianismo, el neoliberalismo y la democracia representativa,y en concreto de Estados Unidos, país al que considera el principal promotor de los valores liberales y democráticos.
Como opositor a la inmigración, ha criticado a Estados Unidos calificándola de “tierra sin pueblo”.
Obviando las para mí despreciables creencias de Benoist, quiero explorar su mordaz frase de “una tierra sin pueblo”.
Como exiliado político cubano que llegó a Estados Unidos a la edad de 13 años, hace más de seis décadas, y durante cinco décadas ciudadano naturalizado estadounidense, encuentro ofensivo el racismo de Benoist, tanto para mi sensibilidad académica como personal.
Sin embargo, su acusación debe ser examinada como intentaban hacerlo los eruditos antiguos, sin ira ni pasión (Sine Ira et Studio). Es decir, sin dejar que nuestros prejuicios personales influyan en el análisis.
Un punto de partida útil es el examen del complejo tema de la cultura. ¿Existe una cultura estadounidense distintiva? Es decir, ¿existe una cultura estadounidense única? En caso afirmativo, ¿en qué se diferencia de otras culturas? Aquí tomaré prestadas definiciones de los comentarios de Matthew Rose en su libro Un mundo después del liberalismo.
Las culturas pueden considerarse “marcos perceptivos para comprender el mundo e interactuar con él”. Las culturas son medios de experimentar la realidad. Una cultura no es solo lo que conocemos, como la lengua, los rituales y demás. La cultura también comprende la manera en que entendemos.
Las culturas son autónomas y, en un alcance real, inasequibles e incomprensibles para los extraños. Por ello el concepto de pueblo multicultural no es válido.
En consecuencia, Benoist, y algunos en nuestra sociedad actual, abogan por políticas de inmigración más restrictivas para preservar la cultura estadounidense.
Consideran que la inmigración es una amenaza existencial para su cultura. Son de la opinión de que la política correcta es promover la separación cultural de las comunidades inmigrantes y oponerse a que se asimilen a la vida estadounidense.
Adiós a la idea de un crisol americano.
Para Benoist lo que está en juego es lo básico de nuestras identidades humanas. Afirma que ser miembro de un pueblo es compartir “una patria y una historia”, que requiere cohesión cultural y un claro sentido de patrimonio compartido.
Así pues, ¿debemos resistirnos a la asimilación de los grupos de inmigrantes, o debemos promover valores universales y una mayor acogida humana? ¿Ser estadounidense se define por una historia y una cultura compartidas?
Como he señalado en otros escritos, Estados Unidos tiene más inmigrantes que cualquier otra nación del mundo. Casi cincuenta millones de personas que viven hoy en Estados Unidos —incluido quien esto escribe— nacieron en otro país. Esto supone casi el 14 % de la población estadounidense.
A menudo se dice que Estados Unidos es una nación de inmigrantes, y así es y ha sido siempre. Siete de los 39 hombres que firmaron la Constitución de Estados Unidos eran inmigrantes.
Es decir, el 18% de los llamados Padres Fundadores, eran inmigrantes. De ellos, dos de los más relacionados con la aprobación de la Constitución, Alexander Hamilton y James Wilson, habían nacido en el extranjero, así como también Thomas Paine, autor de Common Sense (1776), el más influyente panfleto que contribuyó a inspirar la Revolución Americana.
Estados Unidos no es una tierra sin un pueblo, y Benoist no entiende lo que los Fundadores querían decir con “Nosotros el Pueblo”.
Cuando hablamos de “Nosotros, el pueblo” en Estados Unidos, no nos referimos a nuestros grupos étnicos, raciales o políticos. Hablamos de una concepción de la libertad que afirma que como individuos tenemos derechos que son universales.
Como estadounidenses no nos define el accidente de nuestro nacimiento o socialización. No somos lo que sea nuestro grupo. Somos participantes individuales en una sociedad libre.
Somos una tierra poblada por un pueblo que entiende que los derechos no se derivan de nuestra pertenencia a una comunidad o a un gobierno.
Sea cual sea nuestro lugar de nacimiento, somos una tierra de personas amantes de la libertad. Esa es nuestra cultura.
El último libro de José Azel es “Sobre la libertad”. JoeAzel@me.com