En el territorio ruso invadido por fuerzas ucranianas, escenas de devastación y señales de un ataque sorpresa
SUDZHA, Rusia.– Lo único que queda del puesto fronterizo ruso de Sudzha, en el óblast de Kursk, es un cuadro de devastación: chapas metálicas flameando en el viento, documentos de aduana esparcidos por el terreno, y una jauría de perros abandonados rondando un enorme cartel que atraviesa la ruta y que dice “Rusia”.
Por allí pasaron levantando polvareda y sin resistencia los vehículos blindados ucranianos, así como el flujo de tropas y armamento de la mayor incursión extranjera en territorio ruso desde la Segunda Guerra Mundial, una ofensiva que atravesó la frontera aquí en Sudzha y en otras ciudades y que ahora se acerca al final de su primera semana.
En este punto de cruce fronterizo, un soldado ucraniano apostado al costado de la ruta saluda a las tropas que van pasando, días después de que el jefe del Comando Mayor Conjunto de Rusia declarara que el ataque había sido rechazado con éxito.
Pero aquí en la frontera abundan los detritos de una batalla perdida y las señales de soldados que fueron tomados por sorpresa: cartuchos de balas pisados bajo tierra y chalecos antibalas descartados sobre el asfalto.
Dos años y medio después de la invasión rusa y diez años después de la intervención militar del Kremlin para apoyar a sus Estados clientes separatistas en el este de Ucrania, haber logrado llevar la guerra a territorio ruso fue un momento importante para los ucranianos.
En el primer mes de la guerra, Ucrania realizó un contraataque transfronterizo con helicópteros y también bombardeó regularmente las refinerías de petróleo y los aeródromos rusos con una flota de drones de fabricación casera. Y otra dos incursiones anteriores que realizaron pequeños grupos de exiliados rusos respaldados por el ejército ucraniano terminaron en veloz retirada. Pero hasta la semana pasada, las fuerzas ucranianas no habían contraatacado realmente en el interior de Rusia.
Las tropas ucranianas atravesaron casi sin resistencia una frontera escasamente defendida, avanzaron decenas de kilómetros en suelo ruso y cambiaron por completo el eje de debate de la guerra, después de un año sombrío en el que lucharon mayormente en vano para contener los avances del Kremlin en el frente oriental.
El lunes, el comandante general de Ucrania, Oleksander Syrskyi, le había dicho al presidente Volodimir Zelensky que sus tropas controlaban más de 1000 km2 de territorio del óblast de Kursk, una región en el sudeste de Rusia, donde fueron invadidos decenas de localidades rusas.
“Me pone mucho más feliz estar conduciendo un tanque hacia Rusia que verlos a ellos moviendo sus tanques por nuestro país”, dijo un soldado ucraniano que fue entrevistado por el diario The New York Times sobre un tanque estacionado a lo largo de la ruta de suministro para los combates, un transitado camino para vehículos blindados, camiones cisterna de combustible y camionetas. Pero no todos los enfrentamientos fueron favorables para Ucrania. A lo largo de la ruta, los camiones con plataforma también transportan en dirección opuesta los vehículos blindados MaxxPro dañados de fabricación norteamericana.
Cerca de la ruta pueden verse varias casas arrasadas por las bombas rusas, testimonio de los feroces ataques aéreos con los que Rusia ha respondido hasta el momento. En determinado momento la ruta atraviesa una llanura elevada y despejada, y allí pueden verse columnas de humo elevándose en todas direcciones.
Los riesgos para Ucrania son innumerables. La ofensiva tiene como objetivo obligar a Rusia a desviar tropas de la lucha encarnizada que se libra en la región oriental ucraniana del Donbass, lo que hasta ahora no ha sucedido, y tener mejores cartas para negociar en una eventual conversación de paz que ni siquiera está prevista.
La gran duda es si Ucrania podrá mantener el control de ese territorio ruso el tiempo suficiente para cumplir con esos dos estratégicos objetivos.
El presidente ruso, Vladimir Putin, ya avisó que el ataque no suavizará su postura para negociar, y además, mientras Rusia intenta responder a la incursión, sus fuerzas siguen castigando implacablemente a las fuerzas ucranianas en el frente oriental.
De todos modos, el avance de las columnas blindadas ucranianas por el interior de Rusia es un giro notable en la guerra.
Asalto
Anteayer, una docena de soldados ucranianos con las caras cubiertas con barbijos quirúrgicos gruñían y maldecían mientras intentaban sacar los cuerpos de soldados rusos muertos de una sala de control de pasaportes para meterlos en bolsas para cadáveres.
Más allá de unos pocos emplazamientos de armas protegidos con sacos de arena, el puesto fronterizo ahora destruido claramente no estaba preparado para un asalto con tanques y artillería pesada.
Pero Ucrania hizo sigilosamente sus propios preparativos: el espeso follaje de los bosques de robles y arces durante el verano sirvió para ocultar el armamento pesado, y los aparentes ejercicios de entrenamiento sirvieron para disimular lo que en realidad era un desplazamiento de tropas. Los soldados ya se habían desplegado y habían dormido en casas abandonadas de los poblados de la zona.
Según un subcomandante de la brigada ucraniana, ni siquiera los oficiales superiores tuvieron conocimiento de la ofensiva hasta el último momento. El subcomandante, que según el protocolo militar pidió ser identificado solo por su nombre de pila y rango, teniente coronel Artem, dice que convocó a reunión a sus oficiales subordinados en un sendero del bosque, donde les hizo el anuncio: invadirían Rusia. Fue apenas tres días antes del ataque. Los soldados rasos se enteraron recién la noche anterior.
“La idea de que realmente íbamos a incursionar en territorio ruso nos parecía increíble”, señala Artem.
“Había un límite muy estricto entre los que estaban al tanto del plan de ataque y los que no”, dice Artem. De todos modos, el Ejército ucraniano confiaba en la discreción de sus soldados a medida que la noticia iba descendiendo a los rangos inferiores. De hecho, Artem indica que no incautaron los teléfonos de los soldados y confiaron en que guardarían el secreto.
La estrategia era romper rápidamente las líneas de defensa fronterizas y maniobrar en las rutas, bloqueando cualquier contraataque ruso y aprovechando que en esa parte de Rusia el terreno es ondulado y está intercalado con pantanos y lagos, limitando las oportunidades de los rusos de movilizarse por fuera de las rutas.
La avanzada ucraniana redundó en la toma de un número no especificado de prisioneros de guerra y hasta ahora los rusos respondieron de manera desarticulada: con eso, dice Artem, el objetivo de Ucrania está cumplido. “Es un golpe a la autoridad de Rusia, que se las da de victorioso imperio”, apunta el subcomandante. “Y además, generamos una zona de amortiguamiento dentro de su propio país”.
Pero a lo largo de la frontera, el secreto ucraniano se cobró su precio. Como no podían advertirles a los residentes de la inminente embestida, Ucrania tuvo que evacuarlos de urgencia no bien Rusia respondió con una campaña de bombardeos aéreos sobre las aldeas fronterizas ucranianas. El gobierno de Kiev ha informado que evacuará a los 20.000 residentes que viven a menos de 10 kilómetros de la frontera.
Natalia Vyalina, maestra de jardín de infantes de 44 años en la aldea ucraniana de Khotyn, dice que el martes a la mañana, cuando comenzó el ataque, escuchó el sonido de vehículos oruga avanzando por la ruta. Esa misma tarde, su aldea había sido bombardeada, y aunque se vio obligada a huir, aprueba la estrategia de Ucrania.
“Que prueben lo que significa ser ocupados, ser invadidos, escuchar cómo lloran los niños en los refugios antiaéreos, ver cómo sufren los ancianos”, señala Vyalina desde un refugio para personas desplazadas de la zona fronteriza.
“Quiero que la guerra termine”, suplica Vera Prostatina, de 65 años, una contadora jubilada que se vio obligada a dejar su hogar. “Ahora los rusos capturan aldeas y pueblos. Que esto les sirva de lección. El enemigo debe ser castigado. Nos trajeron guerra y nos arruinaron la vida. Ahora quiero que termine, para ellos y para nosotros”.
Andrew Kramer
Traducción de Jaime Arrambide