La Navidad menos pensada: caos en Las Cañitas por la rotura de un caño de agua y una calle transformada en “un río”
La rotura de un caño maestro de AySA en la zona de Las Cañitas, en el barrio porteño de Palermo, convierte este miércoles de Navidad en una jornada de frustración y caos. Desde temprano en la mañana, el agua comenzó a desbordar, transformando la calle Santos Dumont, entre Cabildo y General Manuel Savio, en un río de líquido y barro. Las tareas de reparación avanzan lentamente, mientras los residentes y transeúntes lidian con las dificultades de un día que trastoca los planes festivos.
“Esto parece un río”, describe un vecino mientras observa cómo el agua corre con fuerza por la calle, mezclada con tierra. Las camionetas de AySA trabajan para drenar el agua acumulada, pero los resultados son insuficientes. “Al menos bajó un poco desde la mañana, pero todavía no podemos caminar sin mojarnos”, agrega otro residente.
María Contreras, de 85 años, camina con dificultad junto a su esposo y su hijo mientras carga bolsas llenas de alimentos. “Hoy iban a venir mis nietos y amigos, pero ahora tenemos que irnos a la casa de mi hija en Caballito con todo esto. Así no se puede festejar”, cuenta. Contreras también critica la falta de información sobre lo ocurrido: “Le pregunté a mi encargado y me dice que no podían decirle exactamente qué pasó. Es increíble que algo así ocurra en una fecha como esta”.
En la misma calle, una familia que intenta ingresar a su edificio encuentra un pequeño hueco entre las vallas colocadas por AySA y logra cruzar al otro lado. Mientras tanto, un hombre que pasea a su perro decide rodear la manzana para evitar el agua acumulada. Desde uno de los departamentos, una mujer grita con indignación: “Este país es un desastre”. Cada vecino tiene una historia distinta, pero comparten la frustración y la incertidumbre.
La calle Santos Dumont permanece completamente cerrada al tránsito, con un cartel de “Peligro” colocado estratégicamente en el centro de la vía. Este aviso busca advertir a peatones y conductores sobre los riesgos que implica transitar por la zona anegada. Sin embargo, algunos vehículos intentan cruzar igual, lo que provoca lo que los vecinos describen como “miniolas” que terminan agravando la situación.
“Cada auto que pasa provoca estas olas, y eso hace que el agua termine subiendo a la vereda. La gente que intenta caminar se moja toda o termina pisando barro. No entiendo cómo no lo controlan, ¿por qué no colocan algo más que un cartel? Nadie supervisa lo que ocurre”, comenta a LA NACION Carlos Rufino, un vecino de la cuadra que observa con resignación desde la puerta de su edificio. Rufino destaca que, aunque se colocó el cartel de advertencia, la situación sigue siendo caótica. “Esto no es suficiente. Los autos siguen pasando como si nada, y nosotros somos los que sufrimos las consecuencias. Hace horas que estamos lidiando con esto y nadie nos da una respuesta concreta”, agrega con tono de frustración.
El vecino expresa su preocupación por la falta de comunicación con las autoridades y por la aparente lentitud en los trabajos de reparación. “No tenemos idea de cuánto tiempo va a durar esto. Nadie nos informa. Solo vemos que están trabajando, pero las soluciones no llegan”, concluye Rufino, mientras observa cómo otro auto genera nuevas olas que arrastran más agua hacia las veredas.
Mientras los vecinos intentan adaptarse a la situación, un operario de AySA se acerca para brindar explicaciones. “Estamos trabajando a toda máquina. Para la noche debería estar resuelto”, afirma al grupo de residentes reunidos en el lugar, en un intento de llevar tranquilidad. Sin embargo, sus palabras no logran calmar las dudas. “Mirá toda el agua que hay todavía. No sé cómo van a lograrlo en tan poco tiempo”, responde con escepticismo Norma Villafuerte, vecina de la cuadra, mientras observa la calle completamente anegada y el agua que vierte aún sin dar señales de disminuir.
La vecina agrega, en diálogo con LA NACION, que aunque agradece la presencia del personal de AySA, sigue preocupada por la lentitud del drenaje. “Entiendo que están haciendo lo que pueden, pero esta cantidad de agua no baja tan rápido. Es difícil creer que en unas horas vaya a estar todo normal, más aún en Navidad, cuando todo parece hacerse más lento”, comenta, mientras otros vecinos asienten en silencio.
Desde AySA informaron a LA NACION que la reparación del caño roto no presenta complicaciones técnicas significativas. Sin embargo, explicaron que el principal motivo de la demora es la lenta evacuación del agua acumulada en la zona, a pesar de que se están utilizando bombas de alta capacidad para acelerar el proceso. “Hasta no tener eso resuelto es muy difícil avanzar rápido”, señalaron las fuentes. Añadieron que, según estimaciones del área técnica, se prevé finalizar la reparación para esta noche, siempre y cuando las condiciones permitan completar el drenaje del agua concentrada en la superficie.
Más camiones y operarios
Camiones de la empresa continúan llegando a la zona afectada en Las Cañitas mientras los operarios intentan controlar la emergencia. Sin embargo, uno de los vehículos provoca un incidente inesperado. Al maniobrar para ubicarse cerca de la rotura del caño maestro, genera un desplazamiento de agua que sube con fuerza hacia la vereda. El grupo de vecinos que observaba desde una esquina se ve obligado a moverse rápidamente para evitar mojarse más de lo que ya estaban. “¡¿Qué hacés?!”, grita uno de ellos, visiblemente molesto. Otros, resignados, se limitan a sacudir los pies y buscar un lugar más seco desde donde seguir observando.
Entre la confusión, una niña que pasea con su padre parece sorprendida por lo que ve. “¿Por qué hay tanta agua, papá?”, pregunta con curiosidad, mientras señala el desorden de la calle. El hombre, intentando mantener la calma, le responde: “Es porque se rompió un caño y todavía no lo arreglaron, hija. Por eso hay tanta gente trabajando”. La menor, aún desconcertada, sigue mirando el agua que corre por la calle como si fuera un río, mientras su padre la toma de la mano para evitar que se acerque demasiado al área inundada.
Alrededor, algunos vecinos sacan sus teléfonos y comienzan a grabar la situación. Capturan el movimiento de los camiones, el agua acumulada y las maniobras de los operarios. “Esto tiene que estar en las redes, es una vergüenza lo que está pasando. Literal es un río”, comenta una mujer mientras enfoca con su cámara el desborde de agua.
El agua avanza sin tregua por la calle General Manuel Savio, transformando lo que antes eran pequeños charcos en una inundación que cubre toda la calzada. En algunos sectores, el nivel del agua alcanza las veredas, mientras se extiende lentamente hacia la avenida Dorrego. Los vecinos, preocupados por la situación, observan cómo algunos autos intentan atravesar la zona con rapidez, lo que genera quejas debido a las salpicaduras que provocan y al aumento del agua en las aceras.
Marcela Soria, vecina que reside en la intersección de Concepción Arenal y Savio, expresa su sorpresa. Con su perro en brazos, declara a este medio: “Recién me entero de lo que está pasando. Anoche festejé con mi familia, llegué tarde y no vi nada. Ahora bajé para sacar al perro y me encontré con toda la cuadra inundada. Voy a buscar mis botas de lluvia porque así no puedo salir”. La mujer, visiblemente afectada, se sumó al grupo de vecinos que intentan buscar soluciones temporales para lidiar con el agua que invade sus espacios cotidianos.
Otro residente, Alex Herrero, expresó a LA NACION su descontento por los inconvenientes para trasladarse en el área afectada: “Vivo en Santos Dumont, cerca de la esquina con Savio. Intenté avanzar por la calle, pero estaba completamente bloqueada. Ni los carteles ni el agua me permitieron cruzar. Decidí probar otra alternativa y tampoco pude porque toda la intersección está inundada. Aseguran que lo resolverán, pero lo único que noto es que hay más líquido acumulado acá y, además, tengo poca disponibilidad de agua en casa para cosas básicas como usar el baño. Al final, fui a almorzar a lo de mi novia porque en mi hogar es inviable”.
La calle Santos Dumont continúa completamente cerrada al tránsito, mientras los trabajos de reparación del caño roto avanzan en el lugar. Hasta la mitad de la calzada ya no hay agua acumulada, pero las tareas se concentran en un pozo excavado entre la calle y la vereda, donde operarios trabajan para resolver el problema. La maquinaria pesada y las cintas de peligro delimitan el área, aunque algunos vecinos intentan acercarse para observar los avances, pese a los riesgos. Uno de ellos intentó cruzar las cintas, pero rápidamente fue alertado y retirado por personal en el sitio debido al peligro que representa la zona.
Varios vecinos, al ver las máquinas trabajando, exclamaron que finalmente alguien llegó a solucionar el problema. Sin embargo, el agua todavía cubre parcialmente la calle en algunos tramos, aunque ha descendido del nivel de las veredas. En ciertas áreas, el empedrado de la calzada empieza a asomarse nuevamente, evidenciando el esfuerzo de las bombas de drenaje que operan sin descanso para evacuar el líquido.
En el lugar, se observa el pozo abierto con paredes de tierra húmeda y los restos de baldosas de la vereda rotas para acceder al caño dañado. Mangueras de gran tamaño conectadas a bombas trabajan para desagotar el agua que se acumula en la excavación. Miguel Padrani, residente de la zona, comentó a este medio: “Es un alivio ver que finalmente se pusieron manos a la obra. Esto nos tenía a todos muy preocupados porque el agua no paraba de subir. Ahora, al menos, sabemos que están trabajando para solucionarlo”.
Los operarios de AySA comenzaron a reubicar las vallas más atrás luego de que el piso de la vereda, donde se encuentra el caño dañado junto a la excavación realizada sobre la calle, comenzara a ceder y a caer sobre el hueco. Según se observó, rápidamente desplazaron a los vecinos que estaban a centímetros del área afectada y reemplazaron las cintas de peligro por vallas de Cosugas S.A. al servicio de AYSA. Las nuevas delimitaciones alcanzan hasta unos pasos de la entrada del edificio ubicado en Santos Dumont 2368.
La excavación, que según los vecinos tiene entre tres y cuatro metros de profundidad, ha generado preocupación en la zona. Una residente del edificio afectado denunció que el agua ingresó al inmueble y llenó el garaje, causando serios inconvenientes.
La situación llamó la atención de numerosos vecinos, que se acercaron al lugar para observar lo ocurrido. Incluso, residentes de hasta tres cuadras de distancia se acercaron para consultar si la falta de suministro de agua en sus hogares estaba relacionada con este incidente.