Maduro desactiva huelga penitenciaria pero cárceles de Venezuela siguen siendo un barril de pólvora

Una huelga de hambre en la que casi la mitad de todos los presos venezolanos llegaron a participar dejó en evidencia las inhumanas condiciones de las cárceles del país, donde los prisioneros padecen hambre, hacinamiento y falta de atención médica y la gran mayoría de ellos llevan años sin ser llevados ante un juez.

La huelga, iniciada el viernes pasado, comenzaba a ser levantada gradualmente en el país este viernes, cuatro días después de que el régimen de Nicolás Maduro despidiera a la ministra de prisiones y su reemplazo prometiera atender los reclamos que formulaban los miles de reos que se habían sumado a la huelga.

El compromiso oficial de emprender mejoras dentro de los centros penitenciarios contuvo la huelga que para la tarde del jueves se encontraba en expansión, siendo adoptada por los reos en más de 18 prisiones y 40 centros de detención preventiva, siendo estos últimos el equivalente de calabozos policiales.

En total, fueron unos 30,000 o 40,000 reos los que se habían sumado a la huelga.

“Estamos hablando de que más o menos el 50% de la población carcelaria se había sumado”, dijo Carlos Nieto Palma, director de Una Ventana a la Libertad, organización no gubernamental que monitorea la situación penitenciaria de Venezuela.

Las cárceles venezolanas por años han sido catalogadas de estar entre las peores de América Latina, estando normalmente sobrepobladas y bajo control de pandillas que en el pasado han demostrado estar mejor armadas dentro de las prisiones que los propios guardias.

Pero la situación que en esta ocasión desató la ira de los prisioneros ha sido la falta de señales del régimen de que tenga algún interés por solucionar el gran retraso procesal dentro de los tribunales, situación que mantiene paralizados los engranajes de la justicia en el país.

“El retardo procesal en Venezuela es muy grave”, comentó Nieto Palma desde Caracas en una entrevista telefónica. “Aquí en Venezuela no hay cifras oficiales de nada, pero los cálculos que nosotros tenemos como organización es que el 70% de todos los presos venezolanos no tiene aún una sentencia condenatoria en firme”.

Eso significa que son miles de presos venezolanos que llevan años presos aunque no se les ha demostrado en una corte que sean culpables de nada. “Hay gente que lleva cinco, seis, siete años, o hasta más tiempo que están presas y que todavía ni siquiera se les ha iniciado el juicio”, argumentó.

Maduro, quien se encuentra muy abajo en las encuestas de cara a las elecciones presidenciales del próximo mes, repentinamente esta semana dio señales de estar preocupado por la situación carcelaria del país y destituyó a la ministra de Prisiones, Celsa Bautista, sustituyéndola en el puesto por el diputado de gobierno, Julio García Zerpa.

Hablando a través de su programa de radio, el gobernante no se refirió a la huelga que para entonces comenzaba a extenderse por las cárceles del país, pero sí dijo que había llegado el momento de atender la enorme corrupción que caracteriza el régimen penitenciario.

“Tenemos que construir una nueva gobernabilidad, un nuevo régimen penitenciario, tenemos que acabar con la corruptela”, dijo Maduro tras el nombramiento de García Zerpa. “Tenemos que forjar y formar una nueva generación de custodios. No puede ser que al penado o al detenido se le cobre por llevarlo hasta el baño”.

A pocas horas de su nombramiento, García Zerpa visitó algunas de las instalaciones que ahora pasan a estar bajo su administración y a través de videos transmitidos por las redes comenzó a prometer que los reclamos de los manifestantes serán atendidos.

Aún cuando sus declaraciones lograron por el momento desactivar una situación que amenazaba con alcanzar a todas las cárceles del país, algunos ven con escepticismo que el nuevo ministro pueda en realidad transformar una crisis penitenciaria que lleva ya décadas.

Además de las demoras procesales, los penitenciarios son obligados a vivir bajo condiciones de extremo hacinamiento y abandono.

“Hay dos problemas graves”, dijo Nieto Palma. “Uno de los problemas es la alimentación. No hay comida para los presos. En las cárceles, la comida es muy deficiente, a los reos muchas veces solo les dan una taza de arroz blanco al día, o si no se les da” una especie de arepa pequeña hecha con harina de maíz hervida.

En los centros de detención, a los prisioneros no se les da comida y éstos solo se alimentan con lo que le puedan llevar sus familiares.

A esto se le suma, la falta de atención médica y la propagación descontrolada de enfermedades infecciosas.

“Hace unos años, la principal causa de muerte de los privados de libertad en las cárceles eran las rencillas entre los reclusos, o sea, peleas entre ellos mismos. Hoy en día, la principal causa de muerte son las enfermedades. La tuberculosis y la desnutrición son los que ocupan los primeros lugares”, dijo Nieto Palma.