Florida enfrenta agitada temporada de huracanes. ¿Puede la ciencia decir quiénes se verán afectados en los próximos meses?

La conclusión de todos los pronósticos de pretemporada de huracanes de esta primavera ha sido aleccionadora, incluso un poco aterradora. Todos los meteorólogos y sus modelos informáticos coinciden en que será una temporada muy intensa y tal vez récord y que, con tantas tormentas previstas, es muy probable que alguien, en algún lugar, se vea afectado este año.

Pero ¿quién y en dónde exactamente?

Esa ha sido una pregunta que muchos científicos han considerado imposible de responder meses antes que se forme una tormenta.

Pero cada vez son más los expertos que empiezan a intentarlo. Este año, por ejemplo, tanto AccuWeather como la Universidad Estatal de Colorado (CSU) incluyeron las probabilidades de tocar tierra en sus previsiones anticipadas para la temporada de huracanes 2024, que oficialmente empezará el lunes y se extenderá hasta noviembre.

Sus probabilidades no harán sino aumentar la ansiedad de la Florida ante los huracanes estacionales: CSU, por ejemplo, pronosticó una probabilidad casi segura que el estado se vea afectado por un sistema tropical y una posibilidad de tres que el sur de la Florida se vea afectada por un huracán. Accuweather pronosticó de cuatro a seis impactos directos en algún punto de la costa de Estados Unidos esta temporada.

Los meteorólogos subrayaron que estas previsiones a largo plazo siguen siendo bastante inciertas, pero que también reflejan la evolución de la ciencia y la mejora constante de la comprensión de los sistemas meteorológicos tropicales.

“Por muy plácida que sea la temporada de huracanes, las probabilidades que ocurran son bajas”, dijo Philip Klotzbach, meteorólogo e investigador que supervisa los pronósticos de CSU. “Pero cuando el ambiente está tan agitado como en 2024, las probabilidades que sea una temporada tranquila para todos son extremadamente bajas”.

Mirar al pasado para pronosticar el futuro

Hay muchas razones por las que pronosticar los efectos de un huracán es mucho más desalentador que las cifras estacionales. Las fuerzas globales que originan las tormentas, como las altas temperaturas en el Atlántico y del Golfo de México, pueden medirse y tienden a cambiar lentamente, pero muchas de las fuerzas que las dirigen pueden ser regionales y mercuriales, como los frentes meteorológicos que barren el sudeste de Estados Unidos y pueden empujar las tormentas mar adentro. Por eso, el Centro Nacional de Huracanes (NHC) pronostica las trayectorias de las tormentas con solo cinco días de antelación e incluso esos trazados cada vez más precisos pueden cambiar en los últimos días u horas antes de tocar tierra. Hay muchos ejemplos recientes.

Hace dos años, el ojo del huracán Ian se desplazó unas 80 millas hacia el sur en el último día, precipitándose sobre Fort Myers Beach y convirtiéndose en una de las tormentas más mortales de la historia de la Florida, con 149 muertos. Hace dos décadas, en 2004, se había pronosticado que el huracán Charley inundaría el centro de Tampa, pero también se desvió hacia el este el último día, azotando Port Charlotte a unas 100 millas al sur.

Pero gran parte de la ciencia en torno al pronóstico de llegadas a tierra lejanas no consiste en mirar hacia el futuro, sino en estudiar el pasado. Se basa en gran parte en algo obvio para cualquiera que haya vivido un tiempo en el sur de la Florida: este lugar tiene un historial de huracanes.

Este gráfico muestra datos históricos sobre la frecuencia con la que los huracanes azotan las costas de Estados Unidos. En el caso del sur de la Florida, una tormenta toca tierra un promedio de cada seis o siete años.
Este gráfico muestra datos históricos sobre la frecuencia con la que los huracanes azotan las costas de Estados Unidos. En el caso del sur de la Florida, una tormenta toca tierra un promedio de cada seis o siete años.

Los meteorólogos lo llaman “período de retorno”. En su forma más simple, es un promedio estadístico de la frecuencia con la que los huracanes han golpeado cualquier lugar en los últimos 100 años o más de registros. Según los cálculos del Centro, por ejemplo, el sur de la Florida tiene un período de retorno, o de llegada a tierra de un huracán, cada seis o siete años.

Pero los meteorólogos también se basan en esos datos básicos. AccuWeather, por ejemplo, también compara la próxima temporada con otras temporadas meteorológicamente similares para analizar qué puntos fueron golpeados con más frecuencia; asimismo, tienen en cuenta las temperaturas más cálidas de la superficie del mar que hemos visto en los últimos años, gracias al calentamiento global, que están relacionadas con más formaciones de tormentas.

“Trazamos las tormentas que tocaron tierra en esos años y destacamos las zonas más vulnerables”, dijo Alex DaSilva, meteorólogo de AccuWeather. “No es perfecto, por supuesto, pero nos da una buena idea”.

En este gráfico, Accuweather ha trazado mapas de tormentas tropicales y huracanes ocurridos en años con condiciones atmosféricas similares a las de 2024. Se destacan las zonas en las que se han mapeado grupos de tormentas, incluido el sur de la Florida.
En este gráfico, Accuweather ha trazado mapas de tormentas tropicales y huracanes ocurridos en años con condiciones atmosféricas similares a las de 2024. Se destacan las zonas en las que se han mapeado grupos de tormentas, incluido el sur de la Florida.

El pronóstico de CSU para este año le da a Miami-Dade un 36% de posibilidades de ser afectado por un huracán, que es más alto que el promedio de 23% de probabilidad de impacto de un huracán de 1880 a 2020. Para toda la Florida, CSU le da al estado 96% de probabilidades de ver las consecuencias de algún ser impactada por una tormenta esta temporada.

Pero, al igual que en el mercado de valores, el rendimiento pasado no garantiza los resultados futuros y las previsiones de llegada a tierra de estos fenómenos son bastante amplias. Pronosticar que un sistema tropical pueda impactar en la Florida durante cualquier temporada es una apuesta bastante buena. Ningún pronosticador puede decir con exactitud en dónde o cuándo tocarán tierra las tormentas en lo que prometen ser los ajetreados meses venideros.

Pronósticos arriesgados

La búsqueda de mejores previsiones no es nueva. Desde que la ciencia ha tratado de desmitificar las idas y venidas de los huracanes, siempre ha existido la necesidad de saber desde antes; incluso unos pocos días de antelación dan tiempo para cerrar las persianas, evacuar a la gente o situar los recursos de ayuda cerca. Saber cuándo y dónde podría golpear un huracán con semanas o meses de antelación podría salvar vidas y miles de millones de dólares y va más allá de la seguridad pública: aseguradoras, inversores, industrias y múltiples intereses quieren saber cuándo y en dónde podrían golpear las tormentas.

Pero históricamente cada paso adelante en la previsión de huracanes es un paso prudente. Si se equivoca, existe la posibilidad de que la gente no escuche el siguiente aviso y, aunque las previsiones a corto plazo han mejorado drásticamente en los últimos 50 años, cuanto más lejana es la previsión, menos confianza tienen los científicos.

Y, a pesar de la lenta y cuidadosa difusión de alertas y avisos de fuentes oficiales, mucha gente puede caer en la desinformación o las bromas de ámbitos menos oficiales, como las redes sociales.

El verano pasado, un TikTok viral publicado en agosto convenció al menos a algunas personas en internet de que “el 6 de septiembre de este año, la Florida y las Carolinas serán azotadas por un huracán de categoría seis”. A pesar de que no existe la categoría seis (la escala se detiene en cinco) y de que la fuente original de la afirmación era una cuenta de broma que pretendía ser un viajero en el tiempo, la información falsa llegó muy lejos.

Aunque cada vez más medios incluyen las probabilidades de tocar tierra en las previsiones de pretemporada, muchos expertos afirman que no solo es imposible predecir con exactitud el lugar y la potencia de antemano en estos momentos, sino que puede que nunca sea posible.

“En términos de poder decir que va a haber una tormenta el 1 de septiembre que impacte en la Florida, no sé si llegaremos a eso alguna vez en nuestra vida”, dijo DaSilva.

Pero eso no impide que muchos se pregunten por qué no.

Mike Ventrice, meteorólogo cuantitativo de DRW Holdings, una empresa de inversiones con sede en Chicago, dijo que los operadores de su empresa le preguntan a menudo qué impide a los meteorólogos predecir las tormentas con meses de antelación.

La respuesta, según él, es en parte porque hay limitaciones tecnológicas, en parte a causa de falta de conocimientos y en parte por el caos atmosférico.

A pesar de todos los avances de la ciencia, algunos aspectos del tiempo siguen siendo impredecibles, sobre todo a largo plazo. NHC amplió recientemente de cinco a siete días sus previsiones tropicales a largo plazo, un paso prudente en la dirección de predicciones a más largo plazo. Pero ese panorama visto desde una semana antes se usa sobre todo para determinar cuándo y en dónde es probable que se formen tormentas. A dónde es probable que se dirijan —ese cono de incertidumbre que se sigue de cerca— solo llega hasta dentro de cinco días y tiene mucho margen de maniobra. Incluso a tres días, la previsión de NHC para la llegada a tierra tiene un margen de error de poco más de 100 millas.

AccuWeather, una empresa privada que elabora previsiones meteorológicas similares, usa un cono de siete días. DaSilva dijo que algún día podría imaginarse que la empresa lo ampliara a ocho o nueve días, aunque todavía no hay planes para ello,

“Una vez que pasa de 10 días, si va tan lejos, básicamente está señalando la llegada a tierra”, dijo.

Según Ventrice, para alejar aún más ese objetivo sería necesario comprender mejor las causas de los huracanes. Los modelos informáticos usados para predecir los patrones meteorológicos mundiales también tendrían que acelerar sus predicciones. En la actualidad, las supercomputadoras pueden tardar días, quizás semanas, en generar datos que sugieran el futuro a corto plazo de la atmósfera.

“Intentar modelizarlo con más detalle va a requerir modelos de alta resolución para los que hoy no disponemos de potencia de cálculo”, dijo. “No queremos esperar un mes para tener una previsión vista con tres semanas de antelación”.

El primer paso para llegar a un punto en el que los meteorólogos puedan pronosticar con antelación en dónde y cuándo golpeará un huracán es averiguar qué tipo de condiciones encontrará la tormenta cerca de la costa, lo cual, dijo, sigue siendo una incógnita a tan largo plazo.

“Como todo el mundo sabe, dentro de 25 días no podremos saber si la zona estará húmeda o seca”, dijo Ventrice.

Mejora de la ciencia y las técnicas

Sin embargo, hay indicios alentadores de que la ciencia de las previsiones a largo plazo está mejorando.

El Servicio Nacional del Tiempo (NWS) dispone de una herramienta diseñada para señalar las regiones en las que podría formarse una tormenta en dos o tres semanas, una tecnología que, según Klotzbach, “no tiene mucha habilidad, pero sigue siendo genial”. La tasa de error del centro de huracanes para pronosticar la trayectoria y la intensidad de las tormentas ha descendido precipitadamente en las últimas décadas.

WeatherTiger, una empresa de análisis meteorológico con sede en Tallahassee, incluso empezó recientemente a ofrecer probabilidades de que se toque tierra en la Florida, así como actualizadas diarias para los suscriptores de pago.

“Es un reto, pero la cantidad que pronosticamos está aumentando porque tenemos mejores conocimientos”, dijo Klotzbach. “¿Habrá progresos? Por supuesto”.

Este gráfico muestra los errores promedio en la pista de previsión de huracanes de National Hurricane Center (NHC), que ahora se amplía cinco días. Desde la década de 1970, la tasa promedio de error ha disminuido drásticamente.
Este gráfico muestra los errores promedio en la pista de previsión de huracanes de National Hurricane Center (NHC), que ahora se amplía cinco días. Desde la década de 1970, la tasa promedio de error ha disminuido drásticamente.

No obstante, es probable que la calidad de las previsiones tenga un límite y eso se debe al caos de la atmósfera. El océano Atlántico, en particular, es como una superautopista de corrientes en chorro y patrones meteorológicos superpuestos que interactúan de maneras en las que la ciencia aún está tratando de comprender.

“Hay un ruido inherente en el sistema”, dijo Klotzbach. “Un tambaleo puede marcar la diferencia entre un huracán de $100,000 millones y otro de $10,000 millones”.