Fabiola Santiago: Fallece Jimmy Carter, presidente que se convirtió en el héroe reacio que recibió a los refugiados del Mariel | Opinión
Los cubanoamericanos tienen suerte de que Jimmy Carter, el humanista, fuera el hombre a cargo del país en 1980.
El Miami cubano, en ese momento en proceso de una asimilación a menudo comparada con la experiencia irlandesa en Boston, no estaría tan cubanizado como lo está hoy si no fuera por las palabras de bienvenida del presidente Carter en un momento crucial del éxodo del Mariel desde Cuba a Cayo Hueso.
“Seguiremos brindando corazón y brazos abiertos a los refugiados que buscan liberarse del dominio comunista y de las privaciones económicas provocadas principalmente por Fidel Castro y su gobierno”, dijo Carter casi tres semanas después del comienzo del éxodo, el 5 de mayo, en respuesta a una pregunta en una convención de la Liga de Mujeres Votantes.
Y con esas palabras, el presidente Carter, quien murió este 29 de diciembre de 2024 a los 100 años, se convirtió en el héroe reacio para los cubanoamericanos que ahora lo lloran.
Tomado por sorpresa por la apertura del puerto por parte de Fidel Castro, y reacio inicialmente a recibir barcos llenos de refugiados no autorizados, el presidente Carter, sin embargo, dio la bienvenida a los cubanos que se conocieron como “marielitos”. Una etiqueta que al principio parecía degradante, pero que desde entonces se ha convertido en una fuente de orgullo, ya que muchos han realizado su versión del Sueño Americano.
Enfrentado una crisis humanitaria que presentó otra crisis política en una serie de fiascos nacionales y extranjeros, y en medio de una campaña de reelección, Carter dio prioridad las personas.
Sus palabras, y la renuencia a poner fin al éxodo por la fuerza cuando tantos clamaban para que lo hiciera, dieron amparo casi legal a lo que era una operación desesperada, sin guion y sin control. La Guardia Costera de los Estados Unidos pasó de confiscar barcos y emitir multas, como lo había ordenado Carter al principio, a prestar auxilio a los barcos que regresaban a la Florida.
Cuando terminó el éxodo, 125,000 cubanos habían llegado a Cayo Hueso en cinco meses.
“Siempre le estaré agradecida por darnos la bienvenida”, dijo Ana Mari Rabel, de Coral Gables, hija de un preso político que huyó en el éxodo marítimo con su madre y sus hermanas un mes antes de cumplir 18 años.
“Lloré con la noticia”, escribió Omar Escarpio en Facebook cuando Carter ingresó a cuidados paliativos en su casa el 18 de febrero. “Ya no hacen personas como él.”
Añadió Xiomara Cabrera: “Súper agradecida... nos recibió con los brazos abiertos. Gracias, Jimmy Carter.”
LEER MÁS: Del Mariel al Miami de 1980: Caos, encuentros y una ciudad cubanizada para siempre|Opinión
Cuba, Castro y Carter
Carter no era fanático de Fidel Castro, pero era un hombre de fe con la misión de negociar la paz en el mundo. Si pudo negociar los acuerdos de Camp David entre Egipto e Israel, seguramente podría manejar a Cuba y la marca recalcitrante de comunismo de Castro.
Pero el Oriente Medio demostró ser una tarea más fácil.
En 1978, Carter, cuya política hacia América Latina se centró en acabar con los abusos contra los derechos humanos tanto de la derecha como de la izquierda, envió un mensaje personal a Castro con la esperanza de abrir la puerta para mejorar las relaciones.
También le advirtió a Castro que las relaciones no avanzarían si intensificaba el papel militar de Cuba en África. Castro, arrogante como siempre, respondió que Estados Unidos debería salir de Europa. Pero a pesar del polémico intercambio, Castro liberó a algunos presos políticos y comenzó a permitir que los exiliados cubanos visitaran a sus familias por primera vez.
El regreso de exiliados exitosos colmando de regalos a las familias y contando historias de la vida en Estados Unidos catapultó el descontento en Cuba al punto de estallido.
Después de que un conductor de autobús irrumpiera por las puertas de la embajada peruana en La Habana y unas 10,000 personas hicieran lo mismo ocupando cada centímetro de espacio disponible, Castro respondió airadamente abriendo el puerto de Mariel a un éxodo y tildando a quienes salían de “escoria”.
Castro también sacó a criminales de las cárceles y a enfermos mentales de los asilos y los envió a los Estados Unidos entre los refugiados, un factor que hizo que los esfuerzos fortuitos de alojamiento y reasentamiento de la administración Carter fueran aún más difíciles.
Irónicamente, para un presidente justo, el temor de que hubiera más criminales endurecidos entre los refugiados de los que realmente llegaron, terminó injustamente enviando a algunos a las prisiones estadounidenses.
Nunca perdió la esperanza de que Cuba cambiara para el bien.
Humanista y político
La inclinación de Carter por decidirse a hacer lo humanitario en lugar de tomar decisiones políticamente beneficiosas lo perjudicó.
No pudo superar la reacción violenta de los votantes provocada por la masiva inmigración cubana sin control, ni las imágenes de todos esos asentamientos de tiendas de campaña instalados en el Orange Bowl y bajo una autopista de Miami.
El exgobernador demócrata de Georgia y agricultor de maní que había prevalecido en 1976 sobre Gerald Ford, manchado por el Watergate de Nixon, perdió ante el actor y gobernador de California, Ronald Reagan.
Perdió la contienda, pero no el terreno moral.
Los refugiados llegaron a un Miami sumergido en la violencia del tráfico de cocaína y los disturbios raciales alimentados por la brutalidad policial y las desigualdades sociales. Pero a medida que los artistas, empresarios, trabajadores manuales y profesionales de Mariel comenzaron a construir una vida, re-cubanizando Miami en el proceso, su llegada se convirtió en una historia de resiliencia, otro capítulo del exitoso exilio cubano.
La generosidad de espíritu de Carter, en efecto, resultó ser la pérdida de Cuba y la ganancia de Miami.
No todo el mundo lo ve así.
Los intransigentes de Miami se deleitan en menospreciar a Carter llamándolo “el manicero”, el vendedor de maní, lo cual no era (él cultivaba maní). Ciertamente tuvo fallas, como su manejo de la crisis de los rehenes iraníes, historia que con nuevas revelaciones de acuerdos, está siendo revisada.
En las evaluaciones de sus desaciertos, no tienen en cuenta que Carter era un hombre con un carácter moral intachable.
Y el premio Nobel de la Paz nunca dejó de jugar al pacificador con Cuba.
En 2002, junto con su esposa Rosalyn y una delegación, Carter realizó una visita de cinco días a Cuba y se reunió con Fidel Castro y funcionarios del régimen, convirtiéndose en el primer presidente dentro o fuera del cargo en visitar la isla desde la Revolución de 1959. En una ocasión se vio que ambos vestían guayaberas blancas. Carter hizo el primer lanzamiento de pelota en un partido de béisbol.
Las imágenes sonrientes del humanitario y del opresor eran repulsivas. Pero Carter fue un hombre que enfrentó a sus adversarios con clase y determinación. No le hacía el juego al cálculo político.
En 2011, nuevamente los Carter visitaron a Cuba por invitación de Raúl Castro. Carter escribió extensamente sobre el viaje y publicó su informe sobre los temas discutidos en el sitio web del Carter Center con sede en Atlanta.
En retrospectiva, está claro que estaba sentando las bases para lo que se convertiría en la política de compromiso del presidente Obama.
Uno puede estar en desacuerdo con su política, pero, indiferente a Cuba, Carter no lo fue, y por eso también deberíamos estar agradecidos.