Biden se aferra al efecto 'Harris' mientras Trump tropieza para reconquistar simpatías: ¿podrá vencer sus propios impulsos?
A 80 días de la elección presidencial, la campaña demócrata sigue adelante con una debilidad inusual, depende de que Trump siga siendo consistente con sus desmanes. Del otro lado, el equipo republicano empieza a dar giros concretos para reorientar sus mensajes. Absurdamente, la dificultad de ambos bandos del río es la misma. Kamala Harris es el nuevo revitalizador de la contienda. Pero habrá que esperar sus efectos
Si uno imagina los debates que han de venir entre Mike Pence y Kamala Harris, por momentos se pinta una mejor semblanza de lo que es Estados Unidos en este momento: un militar, ex demócrata, religioso y prudente, muy conservador, estructurado y pragmático, versus una mujer liberal, funcionaria de trayectoria, abanderada de la legalidad y de los derechos de los que menos oportunidades tienen. Definitivamente es un país plural pero menos polarizado, un poco más decente y de ideas más reconocibles.
La escogencia de Harris por parte del equipo Biden puso en evidencia, por una parte, que el equipo asesor sigue escogiendo lo más cercano al centro, decisiones que no ahuyenten al centro conservador, y por la otra, que la noticia, que era ya muy probable, a juzgar por el increíble fervor que suscitó entre los demócratas, pone de manifiesto lo urgida de vigor que ha estado la casi ausente campaña de Biden.
Nuevos lineamientos
El contenido de los comerciales de la campaña de Trump ya muestra cambios identificables y adjudicables a su nuevo grupo de asesores y al giro que intentan dar a los mensajes. Las acusaciones de comunista a Biden no sólo no tenían credibilidad, sino que animaban a votantes que ya votarían por Trump. Era capital perdido. Los nuevos comerciales se enfocan en los valores nacionalistas que el elector conservador está más dispuesto a escuchar: si Biden gana, los impuestos subirán; si Biden gana, las relaciones comerciales volverán a permitir que los capitales se vayan; si Biden gana, seguirán viniendo extranjeros a quitarnos los trabajos; si Biden gana, será innecesariamente grande el estado.
Música para los oídos del espíritu conservador, orgulloso de su patria, desconocedor de la globalización y proclive a rechazar lo extranjero y el control del gobierno. Una ola ensanchada en estos tiempos ‘neonacionalistas’ que prenden en el orbe.
Hasta aquí la estrategia parece, además de acertada, una elección casi obvia. El problema es cómo pueden expandirse los nuevos lineamientos de la campaña, si quien es el candidato portador del mensaje, el Presidente, habla y tuitea día y noche de los más diversos temas, improvisa, erra, contesta airado, hace desplantes a periodistas, y declara hechos comprobadamente falsos.
Esa personalidad tan reiterada de Trump (periodistas, familiares, exfuncionarios lo relatan y confirman una y otra vez), le valió la presidencia. Trump representaba la antipolítica, la dirección opuesta a lo políticamente correcto, el outsider, el que escogía el simple "sentido común" por sobre lo complejo, el vivo, el magnate, el exitoso, el que no se paraba en tonterías para hacer lo que le diera la gana o lo que se tuviera que hacer, que en su discurso pintaba lo mismo.
El problema es que casi cuatro años después, esa personalidad ha llevado a Estados Unidos a ser el hazme reír del mundo, ha derivado en casi 200 mil muertos a causa de la pandemia, la contracción económica trimestral más aguda de la historia del país y un estado de caos, desinstitucionalización y división general que, por mucho que sus adeptos estén emocionalmente comprometidos, es muy largo el paso que hay que dar para repetir ese voto.
"Él se marca solo"
Del otro lado está Joe Biden. ¿Alguien ha escuchado hablar de Joe Biden? A pesar de lo cercana que está la convención demócrata, pareciera que el silencio sigue siendo su leit motif. No hables, no comentes, no aludas mayores controversias. Déjaselo a Trump. "El se marca solo", como dicen de los jugadores de baloncesto que son tan malos que aunque nadie los esté marcando se las ingenian para perder ellos solos la pelota.
Pero la debilidad de Biden, su imagen -aunque afable y buenazo- débil y pasiva, no es apenas un rasgo que está ahí y le puede pesar, sino que es a su vez el tesoro que los republicanos quieren buscar, y será la gran apuesta de los debates. De hecho, Trump ya ha propuesto sumar y adelantar más debates a los tres eventos que tradicionalmente hay en las campañas. Propuesta que, no por azar, el comando demócrata ha denegado.
El próximo mes de septiembre será el primero en Indiana y, a menos de que ocurran sucesos inesperados antes, será la primera estación en la que el Presidente pueda probar a ver qué tanto puede recuperar todo el terreno que tiene en desventaja.
Pero mucho cuidado: siendo abrasivo, rápido y agresivo, sí, es verdad, Donald Trump puede ser enloquecedor en un debate, pero, ojo, ese discurso "adolescente, informal, fuera de tono y rol, que expresa nula empatía por su interlocutor", como lo describe John Mcwhorther, lingüista de la Universidad de Harvard, ha perdido efecto en parte del electorado que necesita recuperar. Así que no se trata solo de lo desdibujado que Biden pueda lucir y lo superior que Trump parezca en energía, sino de que el contenido del Presidente esté alineado con la estrategia que su campaña se propone. ¿Podrá hacerlo? ¿Podrá vencer sus propias emociones e impulsos?
¿El sol de espaldas?
Además de los debates, uno de los golpes con los que cuenta Trump para revertir su desventaja en el futuro cercano es la vacuna del Covid, en la que Estados Unidos, por su orden directa, ha invertido irrestrictamente. Generarla de primero y masivamente le iba a traer simpatías inevitables. Pero el precipitado anuncio de Putin sobre la rusa, aún y cuando no tiene aún las pruebas necesarias, ha hecho que Trump -vaya sorpresa- reaccione en el acto diciendo que él también la aprobará apenas salga y ha ordenado 100 millones de una vez con la farmacéutica Moderna. Es un ruido que va disipando la gran noticia que podía ser.
Por otra parte, historias que no le han hecho rasguños siguen su curso, como el expediente legal de sus taxes en NY o la demanda de Neil Young por usar su música en los eventos proselitistas. Casos que, por alguna razón, no mellan su popularidad.
Lo que sí le hace daño a su candidatura y que ha avanzado significativamente es el Proyecto Lincoln, un creciente número de republicanos conservadores, muchos de ellos pertenecientes a la administración Bush, que se han organizado para manifestar su apoyo a Joe Biden y contra Donald Trump, y que llaman al voto conservador a votar para salvar el país, con comerciales en los medios incluidos.
Y no hay que dejar de prestarle atención al libro de Michael Cohen que saldrá en septiembre. El abogado personal por años de Donald Trump promete contar los más sórdidos episodios de la vida de Trump en venganza por la deslealtad del mandatario. "Yo sé donde los esqueletos están enterrados, porque era yo quien los enterraba", anuncia con esa aterrorizante metáfora.
Pero no todas las variables inesperadas le hacen daño a Trump. Esta semana se reveló la cifra de nuevos desempleos y fue la más baja desde marzo pasado. Es una señal prudente e inequÍvoca, aunque no irreversible, de recuperación económica.
Los últimos sondeos que publica Clear Real Politics dan a Biden 6 puntos porcentuales de ventaja, que contados estado por estado valdrían para ganar tanto el voto popular como los colegios electorales. La distancia es significativa, pero ha quedado atrás la diferencia más amplia. Los adeptos de Trump pensarán que lo mejor aún está por venir, aunque para otros su popularidad es volátil y lo que ha recuperado lo puede volver a perder. Todo dependerá de los acontecimientos, el manejo de los candidatos y la percepción del electorado.
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