ANÁLISIS | El milagro que busca Donald Trump para salvar su presidencia
A 90 días de la elección presidencial en Estados Unidos, las circunstancias no podrían ser más inéditas. El futuro promete conservadurismo por donde se le mire. El presente es tan atípico que sus desenlaces son impredecibles. A partir de hoy, y cada 10 días, iremos tomando el pulso a la campaña más inusual de los últimos tiempos, con un presidente-candidato agobiado y capaz de mucho con tal de reelegirse, en mitad de una pandemia, y con un candidato que lidera las encuestas gracias a una insólita estrategia: el silencio
Joe Biden anunciará esta semana su candidata para vicepresidenta. Es un hecho que será mujer y muy probablemente negra. Con eso el aspirante demócrata a la Casa Blanca garantizará, por una parte, a las bases afroamericanas del partido demócrata, más activas que nunca en términos políticos, y por otro lado, complacerá a las fuerzas progresistas del partido, que quieren ver minorías representadas en el ticket presidencial.
La selección parece de laboratorio. Las candidatas, desde Susan Rice hasta Elizabeth Warren, son todas unas lideresas con trayectorias impresionantes, como activistas, como académicas, como funcionarias. Lo que no parece es una decisión muy orgánica, y en ningún caso sumaría a lo que Biden más necesita, el centro conservador, que es el voto que más requieren los demócratas en estos tiempos polarizados en los que Trump ha abandonado a parte de su público natural.
Pero no se puede todo. En la campaña de Biden, de todos modos, nada parece muy orgánico. El exvicepresidente de EEUU escasamente aparece en el mundo audiovisual, en pocas participaciones de medios, escribe tuits rigurosamente revisados y, sobre todo, hace silencio. El mote "la campaña silente" que CNN le endilga a la estrategia demócrata está más vigente que nunca.
Por momentos, a juzgar por el comportamiento de Biden y el comportamiento del mismo presidente, el gran jefe de la campaña demócrata parece Donald Trump.
Esta semana ha sido hecatómbica en la contienda electoral para el mandatario. Nuevos sondeos, una entrevista con Axio que no ha parado de producir burlas, el coronavirus galopante, un desastroso 32% de contracción de la economía (la mayor registrada en un trimestre en la historia de EEUU), y una propuesta de postergar elecciones -exactamente tuiteada minutos después de anunciado el desastre macroeconómico-que tuvo un resultado aún peor: el rechazo de republicanos como Mitch McConnell, un ultraconservador que Trump ha puesto a prueba, con pésimo desenlace.
Boca cubierta... y abierta
Debe ser desesperante tener a Donald Trump por cliente. Ver día a día todo su potencial como candidato, su arrojo, su energía, y verlo, también, hacer exactamente lo contrario a lo recomendado. Las primeras señales del giro que está tratando de dar el nuevo liderazgo de la campaña del presidente se vieron cuando el mandatario salió muy coreográficamente con sus colaboradores, todos ataviados con sus cubrebocas. Horas más tarde, Trump afirmaba -así, sin vaselina, como si le fuera muy natural- que era un acto de patriotismo usar el cubrebocas en espacios cerrados y frente a otros.
Aunque sus críticos señalan las contradicciones, el que esté dispuesto a reconectar con Trump solo necesita algunos gestos de sindéresis, que el mandatario se acerque un poco al centro conservador, que le haga alguna seña al sentido común.
Del otro lado, en la campaña de Biden, lo saben. Frente a un Trump centrado y con un mensaje mejor diseñado, no bastaría el silencio para librar los sondeos. Sin embargo, bastaron días para que Trump volviera por sus fueros para promocionar la hidroxicloroquina, un medicamento que se está usando de forma masiva a pesar de que su eficacia ha sido ampliamente cuestionada. Los muertos ya cuentan más de 150,000 y el presidente no parece reparar demasiado en ellos.
Consecuencias inevitables
El COVID-19 avanza y el mandatario se queda estancado en el foso de las encuestas. Según la proyección más reciente de The Economist, Biden tiene 91% de ganar las elecciones presidenciales hoy, y conquistaría 347 colegios electorales de los 270 necesarios para quedarse con la presidencia.
En tanto, los comerciales políticos del republicano acusan a Biden de ser un títere de intereses comunistas, pero es difícil constatar que ese mensaje le haga daño al exvicepresidente, un político con una trayectoria más bien criticada por haber sido conservador por muchos años.
Para cuidarse las espaldas, la campaña demócrata parece muy moderada en la utilización de Barack Obama, muy popular en el entorno demócrata e internacional, pero un personaje que despierta antipatía entre conservadores, por ser representante de los valores más liberales que hayan llegado al poder en Estados Unidos.
El enemigo es invisible pero no deja de hacer daño
Hace tiempo que el presidente decidió no librar esa lucha, pero el coronavirus no lo deja en paz. Trump quiso asegurar en una entrevista con Axios que la pandemia estaba bajo control, a lo que el periodista refutó con la tasa de mortalidad por el COVID-19 en Estados Unidos, una de las más altas del mundo.
La doctora Deborah Birx, de la misma Casa Blanca, admite ahora que los contagios han prendido velocidad en áreas rurales, y el pasado fin de semana fue el de mayor mortalidad en el país desde mayo.
Trump insiste en abrir la economía y llamar a la normalidad en las clases, y el doctor Anthony Fauci, ya internacionalmente conocido, advierte que si no se toman las medidas correctas, el incremento de muertes no conocerá descanso.
Trump lo critica en sus tuits. Fauci rehuye la polarización una y otra vez. "No uso Twitter", explica. A lo que el presidente, resignado, dice en entrevista en Fox: “la gente lo quiere a él y no me quiere a mí, aunque él trabaja para mí. Debe ser por mi personalidad”. No es inusual que Trump se victimice, lo que no está claro es que ésta sea una estrategia que rinda los frutos que necesita.
Próxima parada: las inevitables pesadillas
Trump vive ya su propio infierno, sus cartas tóxicas están echadas y sus asesores trabajan para ver si es posible revertir lo que parece su principal obstáculo, él mismo. Pero las tormentas que esperan a los demócratas no son menores. Y aunque no parecen protagonizar aún la opinión pública, sus amenazas no son para nada desdeñables. Para un consultor electoral, deben ser como huracanes que vienen cruzando el Atlántico. Te toca prepararte, pero sabes que si pasan los daños serán inevitables. Así que, mientras te preparas, rezas para que en el camino se desvíen.
Por una parte está la vacuna contra el COVID-19. Trump ha desconocido la tragedia de la pandemia, carga en sus hombros con más de 150,000 fallecidos y promociona la hidroxicloroquina como si fuese una panacea. Pero si los tests de las vacunas en curso son halagüeños y aparecen a tiempo (pura gente seria: Oxford, Pfeizer, alemanes, franceses, grandes laboratorios), Trump no tendrá empacho en promocionar un hecho incuestionable: su administración financió irrestrictamente la aceleración de las investigaciones, y la vacuna habrá sido el resultado del esfuerzo más abundantemente fondeado de la historia de las vacunas.
Esa barajita no se la va a quitar nadie.
Y por otro lado están los debates. Quienes hemos visto a ambos candidatos debatir, sabemos que, por mucho que Biden sea un hombre de firmeza en su sensatez, su ausencia de energía, su poco arrojo de proposiciones, la escasa audacia de sus ideas, lo debilitan. Muchísimo más si enfrente tiene a un hombre dopaminérgico, que habla, gesticula, insulta, inventa y enloquece al más pintado.
Los debates, a menos de que ocurra un milagro (en política nada se descuenta) son un out cantado para Biden. Tanto que Joe Lockhart, exvocero de la Casa Blanca y asesor demócratas, ha escrito abiertamente en la web de CNN que "sería una diligencia tonta entrar a un ring en el que tu contrincante no puede seguir las reglas y ha dicho más de 20,000 declaraciones falsas. De seguro sería una decisión que producirá ataques por parte de la prensa conservadora, pero ese será un riesgo que valdrá la pena correr si Biden puede evitar los debates".
Al comentario el presentador de Fox, Sean Hannity, comentó con sorna: "los demócratas quieren que su candidato siga escondido por una causa razonable: su desempeño en los debates de las primarias demócratas fue lastimoso, es demasiado débil para confrontar a Trump".
Faltan 90 días para la elección. Algunas cartas están echadas. Pero no todas han sido leídas. Y otras faltan por voltear.
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