La gestión del intercambio de prisioneros entre Rusia y Occidente: espías, un asesino, mensajes secretos y diplomacia encubierta

En esta imagen difundida por el gobierno de Estados Unidos, el periodista estadounidense Evan Gershkovich (izq.), el exmarine estadounidense Paul Whelan (2do. der.) y la periodista ruso-estadounidense Alsu Kurmasheva (der.) aparecen en un avión tras su liberación de Rusia el 1 de agosto de 2024.
En esta imagen difundida por el gobierno de Estados Unidos, el periodista estadounidense Evan Gershkovich (izq.), el exmarine estadounidense Paul Whelan (2do. der.) y la periodista ruso-estadounidense Alsu Kurmasheva (der.) aparecen en un avión tras su liberación de Rusia el 1 de agosto de 2024. - Créditos: @AFP PHOTO / US GOVERNMENT

WASHINGTON.- El punto de inflexión llegó el 25 de junio, cuando un grupo de agentes de la CIA se reunieron secretamente con sus contrapartes rusos en la capital de un país de Medio Oriente. Sentados a esa mesa, los norteamericanos presentaron una propuesta: el intercambio de dos docenas de prisioneros alojados en cárceles de Rusia, Estados Unidos, y varios países de Europa, un acuerdo mucho más grande y complejo que el contemplado previamente por ambas partes, pero con más incentivo para que tanto Moscú como los occidentales lo aceptaran.

Las negociaciones secretas entre Estados Unidos y Rusia para un posible intercambio de prisioneros se venían dilatando desde hacía más de un año, con ocasionales atisbos de esperanza para las familias de los prisioneros norteamericanos, cada vez más impacientes para que esa pesadilla terminara. Pero las esperanzas siempre se veían frustradas cuando alguna de las partes se echaba atrás.

La reunión del 25 junio cambió por completo el panorama, según el relato de funcionarios norteamericanos y europeos y otras personas comprometidas con llevar a buen puerto ese largo proceso.

Los agentes rusos llevaron la propuesta a Moscú, y pocos días después el director de la CIA ya estaba al teléfono con el jefe de los espías rusos para acordar los parámetros generales de un masivo intercambio de prisioneros. El jueves, siete aviones aterrizaron en Ankara, capital de Turquía, e intercambiaron pasajeros, concluyendo exitosamente un intenso esfuerzo diplomático que se desarrolló casi enteramente sin filtrarse a la opinión pública.

Putin saluda al sicario ruso Vadim Krasikov a su llegada a Moscú. (Mikhail Voskresensky, Sputnik, Kremlin Pool Photo via AP)
Putin saluda al sicario ruso Vadim Krasikov a su llegada a Moscú. (Mikhail Voskresensky, Sputnik, Kremlin Pool Photo via AP) - Créditos: @Mikhail Voskresensky

Por vía del acuerdo también quedó libre el sicario ruso Vadim Krasikov, encarcelado en Alemania desde 2019 por el asesinato de un excombatiente separatista checheno en Berlín. Era el premio más codiciado por Vladimir Putin, que en su momento elogió públicamente ese asesinato como un acto de patriotismo y que exigía la liberación de Krasikov como requisito para cualquier intercambio.

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El domingo 21 de julio a la mañana, Biden llamó al primer ministro de Eslovenia para dar las puntadas finales al acuerdo. Menos de dos horas después, anunció que se bajaba de la carrera presidencial.

“El acuerdo que hizo esto posible fue una hazaña de diplomacia y amistad”, dijo escuetamente Biden el jueves desde la Casa Blanca, flanqueado por familiares de los prisioneros. Y aprovechó para agradecer a los aliados de Estados Unidos, “que nos apoyaron con decisiones audaces y valientes, liberando a prisioneros que estaban detenidos en sus países”.

El jueves, funcionarios estadounidenses recalcaron que el intercambio no implica de ninguna manera una nueva distensión entre Washington y Moscú. Por el contrario, sostuvieron que se trataba de un acuerdo impulsado por fríos cálculos de interés nacional, donde cada parte obtuvo lo que quería.

Si bien el acuerdo demostró el potencial que tiene la diplomacia, también transmite el mensaje más escalofriante de Putin, un exespía: que puede ser provechoso capturar y mantener como rehenes a norteamericanos y otros occidentales para luego recuperar a quienes envía al extranjero para hacer el trabajo sucio del Estado ruso.

Algo con qué negociar

En diciembre de 2022, las autoridades de Eslovenia arrestaron a dos personas que en principio parecían de poca importancia: una pareja que se hacía pasar por emigrados argentinos que llevaban una tranquila vida en la capital eslovena bajo los seudónimos de Ludwig Gisch y María Rosa Mayer-Muños.

La imagen de la casa familiar del matrimonio Gisch-Mayer Muños, publicada en The Guardian
La imagen de la casa familiar del matrimonio Gisch-Mayer Muños, publicada en The Guardian

Al parecer, la pareja eran “ilegales” rusos, agentes de inteligencia encubiertos enviados al extranjero para espiar a otros gobiernos.

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Ese arresto resultaría ser crucial para el intercambio de prisioneros. Por entonces, Estados Unidos venía tratando de asegurar la liberación de Paul Whelan -el contratista norteamericano que había sido arrestado en Rusia cuatro años antes por cargos de espionaje-, pero siempre sin éxito, porque no tenían bajo custodia a nadie que los rusos creyeran merecedor de un intercambio.

Y de pronto, a partir de esos arrestos en Eslovenia, los norteamericanos tenían una moneda de cambio, algo con qué negociar.

Un mes después, en enero de 2023, los agentes de la CIA mantuvieron conversaciones secretas con espías rusos para ofrecerles un trato: la liberación de Whelan a cambio de la pareja arrestada en Eslovenia. Los rusos rechazaron el ofrecimiento, pero dejaron en claro que estaban dispuestos a negociar si Estados Unidos mejoraba su oferta.

Juicios exprés y presos que no aparecen

En Rusia, el primer indicio de que el acuerdo podía estar cerca llegó el 19 de julio, cuando Gershkovich fue condenado a 16 años de prisión después de que el tribunal acelerara repentinamente el trámite de la causa: la sentencia se dictó después de apenas tres audiencias.

Esta combinación de imágenes muestra, en el centro, al reportero del Wall Street Journal Evan Gershkovich y, en el sentido de las agujas del reloj, al activista opositor ruso Vladimir Kara-Murza (arriba izquierda); al ejecutivo de seguridad corporativa y exmarine Paul Whelan; Lilia Chanysheva, excoordinadora de las oficinas regionales del difunto líder opositor Alexei Navalny; al copresidente del Memorial Human Rights Centre, que ganó un Nobel de la Paz, Oleg Orlov; la artista y música Sasha Skochilenko; al activista opositor ruso y exfuncionario del distrito de Krasnoselsky, Ilya Yashin; a Alsu Kurmasheva, periodista de Radio Free Europe/Radio Liberty, financiada por Washington, y al antiguo líder del movimiento Open Russia, Andrei Pivovarov. (AP Foto)

Lo mismo ocurrió ese mismo día con Alsu Kurmasheva, una periodista ruso-estadounidense también liberada el jueves como parte del acuerdo: la condenaron con un juicio exprés.

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En Rusia, la manipulación de esos juicios fue interpretada como señal de un posible intercambio de prisioneros, ya que los funcionarios rusos habían adelantado que sólo intercambiarían personas ya condenadas por la justicia.

Más tarde, apenas el domingo pasado, el esposo de Lilia Chanysheva, una activista política rusa que se encontraba tras las rejas en los Montes Urales, fue a visitarla como solía hacer, para llevarle algunas cosas. Pero al llegar le dieron noticias preocupantes: hacía dos días que su esposa ya no estaba detenida ahí. El marido pidió ayuda por Internet y recorrió cuatro cárceles con sus abogados para clarificar su paradero. “¡No está por ningún lado!”, escribió en las redes sociales.

Para el martes pasado ya se había denunciado la desaparición de un total de seis presos políticos rusos. Los familiares de los rusos que serían liberados dicen que nadie les informó sobre el destino de sus seres queridos, ni siquiera cuando el intercambio ya podía verse en vivo desde el aeropuerto de Ankara, donde las imágenes mostraban un gran avión del gobierno ruso estacionado junto a pequeños aviones privados.

De uno de esos otros aviones descendieron “Ludwig Gisch” y “María Mayer”, los dos espías rusos que se hicieron pasar por argentinos y fueron arrestados en Eslovenia en 2022.

Sus nombres reales son Artem Dultsev y Anna Dultseva. Después de un breve instante sobre la pista, se subieron al avión del gobierno ruso junto con los otros seis rusos liberados por Occidente.

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Horas después, en un gesto inusual para el hermético presidente ruso, Putin abrazó a Dultseva cuando bajó del avión en Moscú y le entregó un enorme ramo de flores blancas, rosas y violetas. La mujer lloraba.

En una imagen casi en espejo, en Estados Unidos, Biden y la vicepresidenta Kamala Harris estaban de pie en la pista de la Base Conjunta Andrews, en las afueras de Washington, a la espera de los norteamericanos liberados que llegaban a casa.

Por Mark Mazzetti, Anton Troianovski, Michael D. Shear y Peter Baker

The New York Times

Traducción de Jaime Arrambide