Angustia por una vacante: tras 40 años, un jardín de infantes de Coghlan anunció un cierre precipitado en octubre
La noticia fue intempestiva. Súbita, precipitada. No había margen para llegar hasta fines de año. Había que cerrar ya. Las familias se enteraron por una carta que les mandaron en el cuaderno de comunicaciones y también por mail el 2 de octubre. Después de casi 40 años en la educación, el jardín de infantes Coghlan School, que recibía chicos desde los 45 días hasta los 4 años, el viernes último cerró sus puertas de forma definitiva y anticipada. La nota explicaba que la crisis económica había vuelto inviable seguir con el proyecto educativo, que había nacido como un sueño familiar. Antes de terminar, el texto explicaba que a partir del 27 de octubre, es decir, en un plazo de 25 días, ya no habría clases.
Entre la sorpresa y la angustia, los padres salieron desesperados a buscar vacante en otras instituciones, con la complejidad de conseguir cupos a esta altura del año. Los más complicados eran los alumnos que estaban por egresar y necesitaban presentar el título para poder continuar la escolaridad en otra institución.
Durante ese breve lapso, las autoridades del establecimiento colaboraron con las familias para reubicar a todos los chicos y empezaron a trabajar en desmantelar el jardín de infantes que se levantó por tantos años en la calle Tronador al 2667, una casona de otra época que quedó rodeada de edificios. Hubo que descolgar carteleras, desarmar juegos, desmantelar salas, embalar cuentos, desmontar y archivar los rincones de juegos, dar curso a un sinfín de manualidades y materiales reciclables, que eran el tesoro de los más chicos y de pronto ya no tenían lugar para quedarse.
Esta tarde, a cinco días del cierre definitivo, no quedaban ya indicios casi de que allí habían jugado y aprendido tantas generaciones de niños. Apenas tres banderas de la Argentina que todavía flameaban en el balcón del primer piso hacían pensar en una escuela. Se habían removido los letreros, el nombre de la institución y hasta la cartelera en la que se comunicaban las novedades. En tanto, el teléfono que se publica en la página web del Coghlan School había sido desconectado y si se busca en internet datos de la institución en Google Maps, aparece la leyenda “Cerrado permanentemente” en letras rojas. Allí pueden verse las imágenes que fueron subiendo los directivos y los mismos padres en otros tiempos, de las actividades recreativas que muestran chicos felices, en rondas, jugando con arena o dejando sus huellas en témpera en un afiche. Todo eso contrasta con la tristeza de la imagen que trasmite el lugar cerrado, silencioso, despoblado de las interacciones de la infancia.
Los propietarios de este jardín de infantes explican que están transitando el duelo del cierre definitivo, que creyeron que nunca iban a llegar a esa instancia, pero que por la crisis económica no podían sostener un día más sin hundirse en deudas. Prefieren no hablar por ahora, solo garantizan que se ocuparon de acompañar a las familias para que todos los chicos consiguieran vacantes.
Las familias apenas tuvieron tiempo para buscar otro jardín, por lo precipitado de la medida. “De un día para otro. Este era un jardín de muchos años, de toda la vida, pero así como así les mandaron una nota a los padres y decidieron cerrar. Los padres cuentan que se lo veían venir, porque desde la pandemia el jardín venía atravesando una crisis profunda. En el último tiempo, quedaban apenas 40 chicos y, así las cosas, era muy difícil que los números les cerraran. Además, no tenían subvención del Estado”, explica Solange P., que vive en la misma cuadra del Coghlan School.
Desde el Ministerio de Educación de la ciudad explicaron que el jardín maternal Coghlan School informó la cancelación de sus actividades debido a “la dificultad para afrontar el aumento de los costos operativos de los últimos meses”. Se confirmó que la institución no contaba con aporte estatal. Según se informó, los directivos habrían cumplido con el requisito legal de comunicar el cierre a las familias con un mes de anticipación. También se explicó que desde la cartera educativa porteña se acompañó a todas las familias en la búsqueda de una vacante en otra institución para garantizar la continuidad. Asimismo, se informó que la directora de la escuela colaboró personalmente en el mismo sentido. “Al día de la fecha, todos los estudiantes ya están inscriptos en otras escuelas”, se explicó.
No se trata de la única institución que se ve obligada a cerrar por la crisis económica. Hace una semana, el jardín de infantes bilingüe Cinderalla - El Centavo, que tenía 150 alumnos en Recoleta, anunció que cerraría sus puertas al finalizar 2023 por no poder afrontar el precio del alquiler del edificio y ante la imposibilidad de encontrar otro con similares características; esto sumado a la crisis por los aumentos docentes, las paritarias, la inflación y la pérdida del poder adquisitivo de las familias. En las últimas semanas, otras instituciones, como el Instituto Mancedo de Quilmes, un tradicional colegio bilingüe del sur del conurbano bonaerense, anunció el cierre definitivo, lo mismo que la Nueva Escuela Spegazzini, de Ezeiza, y dos colegios de Olivos adelantaron que se fusionaban para lograr seguir adelante.
Según se explica, la mayoría de los jardines de infantes de la Capital no son propietarios de los edificios donde funcionan y esto vuelve inviable la continuidad por el valor de los alquileres, en muchos casos, dolarizados. Y no son pocos los jardines y colegios que evalúan si están en condiciones de continuar brindando el servicio el año próximo. Esta situación se inscribe dentro de una crisis más amplia que está impactando en el mundo de los colegios.
Mientras que las escuelas del segmento ABC1, que no cuentan con aportes del Estado, están encontrado dificultades para poder cerrar el acuerdo escolar con las familias, que establece los valores de las cuotas del año que viene, las escuelas que cuentan con subvención también atraviesan una profunda crisis por no poder aumentar los montos más allá de lo que les autoriza la ley.
En tanto, las escuelas privadas que atienden a familias de clase media y media baja, pero que no reciben aportes del Estado, se encuentran en muchos casos al borde del cierre. Hasta ahora, el eje de la crisis tenía que ver con el pago de los salarios, que representa del 80% al 90% del presupuesto escolar. Ahora se le suma el componente de los aumentos en el valor de los alquileres. Por eso, para muchas instituciones el panorama resulta incierto.