Con un show político y una desaparición misteriosa, Puigdemont le robó el protagonismo al nuevo presidente catalán en el día de su investidura

El líder separatista exiliado de Cataluña, Carles Puigdemont, llega para pronunciar un discurso en el escenario mientras su partido separatista de línea dura JxCAT ha programado una ceremonia de bienvenida
El líder separatista exiliado de Cataluña, Carles Puigdemont, llega para pronunciar un discurso en el escenario mientras su partido separatista de línea dura JxCAT ha programado una ceremonia de bienvenida - Créditos: @CESAR MANSO

BARCELONA.- Los catalanes no conseguirán la independencia, pero su política se ha convertido en una especie de serie de suspenso digna del mejor guionista. El que debía ser el gran día del socialista Salvador Illa, el de su investidura como flamante presidente de Cataluña, Carles Puigdemont le robó el protagonismo con una espectacular treta, la última de un líder impredecible y apegado a los golpes de efecto.

En su retorno a Cataluña tras casi siete años de exilio, el expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont participó el jueves por la mañana en un mitin en Barcelona arropado por miles de seguidores. Cuando todo parecía indicar que sería detenido, Puigdemont desapareció de forma misteriosa. Desde entonces, se han movilizado todos los cuerpos policiales para descubrir su paradero.

Después de unas horas frenéticas y confusas, Illa consiguió el respaldo de la mayoría absoluta del Parlamento catalán -68 diputados- gracias al apoyo de dos partidos de izquierdas, la filial catalana de Sumar y con los independentistas de Esquerra Republicana (ERC). Así pues, los socialistas recuperan el control de la Generalitat después de más de una década de hegemonía de los partidos independentistas.

La policía regional catalana hace un control en una autopista en plena saga de Puigdemont
La policía regional catalana hace un control en una autopista en plena saga de Puigdemont - Créditos: @MANAURE QUINTERO

“Ha llegado la hora de unir la Cataluña de los ocho millones”, dijo Illa en su discurso de investidura, en el que reivindicó la “nación abierta y diversa” que es Cataluña y apostó por una mejora de los servicios públicos. En su discurso, Illa también exigió la aplicación de la ley de amnistía a todos los líderes y activistas independentistas por parte de los tribunales reacios a hacerlo, el hecho que dio pie a las insólitas escenas en Barcelona protagonizadas por Puigdemont y que marcaron toda la jornada .

Exiliado en Bélgica desde la celebración del referéndum ilegal de independencia de 2017, Puigdemont se enfrentaba a un probable arresto con su retorno a Cataluña, ya que el Tribunal Supremo se niega a aplicar la ley de amnistía aprobada por el Congreso el pasado otoño boreal. Durante la campaña de las elecciones catalanas del pasado 12 de mayo, el expresident, que encabezaba la lista de su partido, Junts per Catalunya, prometió que volvería al país para el pleno de investidura incluso en caso de derrota, tal como terminó sucediendo.

La jornada se inició según el guion previsto: miles de personas se congregaron en las inmediaciones del Parlamento de Cataluña para recibir a Puigdemont, que realizó un breve discurso de unos diez minutos con un marcado tono reivindicativo. “Hace siete años que nos persiguen por querer escuchar la voz del pueblo de Cataluña, hace años que empezó una durísima represión”, dijo el expresident. “Han convertido ser catalán en una cosa sospechosa. Todavía estamos aquí porque no tenemos derecho a renuncia”, lanzó ante una multitud enfervorizada.

Luego, cuando se esperaba que Puigdemont se dirigiera al Parlamento en una comitiva formada por los diputados de su partido y se procediera a su arresto, el expresident se esfumó en un acto propio de un prestidigitador. Un país entero se sumió en un estado de estupefacción: ¿cómo consiguió burlar el enorme dispositivo mediático y policial formado por unos 300 agentes? Mientras los analistas trataban de buscar el secreto del último truco del líder catalán, en la cámara legislativa, se desarrollaba el pleno de investidura de Illa, que los diputados de Junts intentaron posponer. Puigdemont le había robado todo el protagonismo a Illa.

Operativo

Desde entonces, nadie, ni la policía, ni las docenas de periodistas que cubrían su retorno tenían ni remota idea de dónde se hallaba. Los Mossos d’Esquadra, la policía autónoma catalana, activó el dispositivo gàbia (“jaula” en catalán), que incluye la realización de estrictos controles en las principales vías de comunicación catalanas, sobre todo en los accesos a Barcelona y cerca de la frontera con Francia. Enseguida, se comenzaron a formar atascos paralizando el tránsito en el cinturón de circunvalación de la capital catalana.

Sin embargo, el esfuerzo parecía ser totalmente infructuoso. Una cuatro horas después, los mossos levantaron el dispositivo y se recuperó la normalidad. Dos agentes de los Mossos fueron detenidos por presuntamente colaborar en la huida. Según la prensa local, uno de ellos era dueño del vehículo en el que habría escapado Puigdemont. La huida del expresident han situado en la picota a la policía catalana, dejando a muchos miembros del cuerpo con la sensación de haber hecho el “ridículo”.

Los medios y redes sociales españoles se enfrascaron en un frenesí de hipótesis, críticas y expresiones de asombro. “Una humillación insoportable. Otra más. Es doloroso asistir en directo a este delirio del que Sánchez es el máximo responsable”, reaccionó el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, en un mensaje en la red X. El PSOE, por su parte, guardaba silencio.

El incierto futuro de Puigdemont no es solo materia de entretenimiento y tertulia, sino que puede tener un impacto directo en la continuación del gobierno de Pedro Sánchez o la convocatoria de elecciones anticipadas. Los siete diputados de Junts, el partido del expresident, son imprescindibles para la aprobación de cualquier ley, incluidos los presupuestos, a menos que no se produzcan “pactos de Estado” entre el PP y el PSOE, un escenario improbable habida cuenta de la dura oposición de Feijóo.