¿Debería existir un confinamiento a dos velocidades entre ciudades y zonas rurales?

Fiesta del Corpus Christi en Zahara de la Sierrra, Cádiz. Junio de 2019. (Getty Images)
Fiesta del Corpus Christi en Zahara de la Sierrra, Cádiz. Junio de 2019. (Getty Images)

Mientras Madrid es una de las ciudades que más está sufriendo el azote del coronavirus, hay otras donde la pandemia está golpeando en menor medida y algunas donde está casi completamente controlada. Ya sea por densidad de población, por geografía, porque las medidas que se tomaron cuando comenzó el estado de alarma dieron sus frutos o por todas estas causas a la vez, existen puntos de la geografía española en los que el confinamiento no les parece tan necesario. En algunos lugares abogan por una España que tenga dos velocidades distintas a la hora de proteger a su población del virus: los que residen en grandes ciudades, con altos niveles de contagio, y los que lo hacen en pueblos y ubicaciones más remotas, que reclaman medidas más laxas.

Este debate entre cómo enfrentar al virus Covid-19 en territorios rurales y urbanos cuenta con varias voces. Una de ellas es la de Javier Lambán, presidente de la comunidad autónoma de Aragón. El gobernante autonómico expresó en una reunión telemática con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que la diferencia entre la España rural y la urbana es “sustancial” y defiende una salida de la cuarentena anterior a la de las grandes ciudades. Son varios sus razonamientos, por un lado, que los contagios son menores y por el otro, que las profesiones y necesidades son distintas. En este sentido, Lambán puso el ejemplo de la necesidad de contar con cazadores que pongan fin a la plaga de conejos que están afectando a cosechas y cultivos.

No está solo. En la provincia de Cádiz, Zahara de la Sierra es un pueblo blanco que ha visto cómo árabes y cristianos se la disputaron durante siglos y que fue tomada por los franceses. Ahora, resiste la invasión del coronavirus gracias a las acertadas decisiones de un alcalde al que no le tembló el pulso a la hora de proteger a su población y contabilizar cero contagiados. De los cinco accesos por carretera que tiene el pueblo, solamente dejó uno abierto y desde que se decretó el estado de alarma, solamente podían acceder sus residentes, quienes además, antes del confinamiento, pasaban por un control para desinfectar a posibles contagiados. Poco más de un cuarto de su población es mayor de 65 años de edad y las precauciones han surtido efecto, mientras que otras localidades contiguas sí han sufrido el envite del virus. ¿Tiene sentido que el tiempo de confinamiento sea idéntico al de Madrid?

Algunos habitantes de las Islas Canarias abogan por una gestión del confinamiento descentralizada y que sea competencia de cada comunidad autónoma. La Graciosa y El Hierro son dos ejemplos en los que el virus no se ha cebado con su población. Ambas islas son remotas y, aunque los primeros casos masivos detectados en territorio español fueron en un hotel de Tenerife, el drama no les ha tocado. La Graciosa cuenta con alrededor de 700 habitantes y no tiene aeropuerto, mientras que El Hierro tiene poco más de 11 mil residentes. En la Gomera (donde se registró el primer caso de Covid-19 en España), en Lanzarote o en Fuerteventura, el virus apenas está teniendo incidencia. ¿Deberían ser prioridad en la desaceleración anunciada por Sánchez este fin de semana?

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Hay opiniones para todos los gustos, mientras que existen personas que coinciden con el presidente de la comunidad autónoma de Aragón y no quieren que sus municipios rurales sean tratados de la misma manera que las grandes urbes, hay otros que abogan por un confinamiento centralizado en el que no haya excepciones. España no es el único lugar donde se está produciendo este debate.

En Estados Unidos, el confinamiento unificado ha provocado la ira de los gobernadores de algunos Estados como Dakota del Sur, que afirmó algo parecido a lo que se dice en algunos puntos de España: “No todos somos Nueva York”. Poco después de aquellas palabras, una fábrica de procesamiento de carne porcina se ha convertido en un foco activo de contagios masivos. Ha tenido que cerrar y ahora las consecuencias de no seguir produciendo su producto se sienten también en el territorio nacional. El balance entre ser precavido con el virus y mantener activas industrias esenciales fracasó porque el escepticismo pesó más que la mesura.

Nueva York. (Getty Images)
Nueva York. (Getty Images)

La ventaja de las zonas rurales o islas remotas con respecto a las grandes urbes es que la densidad y el flujo de personas que desempeñan diferentes actividades laborales es inferior, como lo son las opciones de contagio. No hay transporte público masivo, ni una cantidad ingente de restaurantes, grandes eventos y demás focos de transmisión. Las medidas de control son más efectivas, por lo tanto, ¿por qué estar confinado, sin poder hacer ejercicio o pasear, y con los niños en casa durante tanto tiempo si las opciones de contagio son tan reducidas?

Porque en la prudencia está el éxito. Demostrar que no hay ninguna persona asintomática portadora del virus en alguno de esos pequeños lugares es casi imposible. Y el riesgo en caso de que lo hubiera es mayúsculo, ya que su población suele tener un alto porcentaje de personas mayores y los servicios sanitarios - más básicos que los de las grandes ciudades - colapsarían muy rápido. El confinamiento es la mejor medicina ante la falta de tests - de más difícil acceso en las zonas rurales. En cambio, la desescalada sí debería tener en cuenta la realidad de cada comunidad autónoma y localidad, tal y como expresó el Ejecutivo y debería realizarse a distintas velocidades, porque, una vez evaluados todos los riesgos, es cierto que no el lo mismo salir del confinamiento en ciudades verticales devastadas que hacerlo en zonas rurales con menor impacto del virus.

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