Se pueden condenar los ataques de Hamás y también el colonialismo de Israel

La guerra vuelve a Oriente Medio tras el ataque sorpresa de Hamás contra Israel. El grupo islamista, definido como banda terrorista por Estados Unidos o la Unión Europea, lanzó miles de cohetes que fueron respondidos por el Estado hebreo con bombardeos sobre Gaza. Ya son cientos de muertos y miles de heridos por ambos bandos en un conflicto armado que vive su punto álgido en años y que lleva estancado décadas.

Hamás nació en 1988 y en sus estatutos fundacionales define los territorios palestinos históricos, que incluye el actual Estado de Israel, como tierra islámica, excluyendo cualquier paz permanente con los judíos. Desde 2007, el grupo tiene el control de Gaza. Precisamente una de las primeras medidas de Israel como respuesta a los ataques ha sido cortar totalmente el suministro de electricidad, alimentos y combustible de la Franja.

Destrucción en Israel tras los ataques de Hamás. (AP Photo/Oded Balilty)
Destrucción en Israel tras los ataques de Hamás. (AP Photo/Oded Balilty)

Este es un conflicto muy polarizado que se remonta a 1948, cuando se proclamó el Estado de Israel. Nada más constituirse, cinco ejércitos árabes entraron en guerra contra el recién creado Estado. Desde entonces y hasta ahora, la región ha estado en llamas.

Israel ha ido colonizando territorio y condenando a los palestinos a la discriminación. Según Amnistía Internacional, "el permanente sistema de gobierno opresivo y discriminatorio impuesto por Israel a la población palestina en Israel y los Territorios Palestinos Ocupados (TPO) constituye apartheid, un crimen de derecho internacional".

Por su parte, el Estado judío se defiende argumentando que lo hace en legítima defensa, que Hamás no quiere liberar Palestina, "sino aniquilar el Estado hebreo". Dos posiciones enfrentadas que se han ido haciendo más irreconciliables con el paso de los años. Y con cada uno de los contendientes en un extremo es casi imposible pensar en cualquier tipo de acuerdo.

Una vez más este conflicto ha mostrado esa polarización y ha estado muy presente en las reacciones a esta nueva escalada de las hostilidades. Israel culpa a los palestinos de todo, mientras que los palestinos hacen lo mismo con Israel. Ocurre algo idéntico con los aliados de uno y otro bando.

Sin embargo, mirando más allá de estas posiciones tan encontradas, se puede encontrar un equilibrio que está ausente en todo momento. Se puede decir claramente que estos ataques de Hamás han sido una barbaridad. Unos atentados guiados por el odio y con el máximo deseo de causar daño. Un movimiento vil que ha tenido como víctimas a civiles inocentes y que debe ser condenado con toda la rotundidad por cualquier persona que defienda los derechos y humanos.

Dolor en Gaza tras los bombardeos israelíes. (AP Photo/Fatima Shbair)
Dolor en Gaza tras los bombardeos israelíes. (AP Photo/Fatima Shbair)

Y al mismo tiempo, se puede afirmar que lo que lleva haciendo años Israel en Gaza es inhumano. Una colonización ilegal que ha despojado de derechos y libertades a todos los habitantes de la Franja con una represión brutal, donde no faltan asesinatos arbitrarios, detenciones y restricciones a la circulación. Según Amnistía Internacional, se cometieron presuntos crímenes de guerra. Una vez más, los principales perjudicados fueron los civiles.

Desgraciadamente, este planteamiento ecuánime y que aprecia los errores de uno y otro no es el mayoritario. Resulta más cómodo, en muchas ocasiones, valorarlo todo desde las trincheras ideológicas en el que el otro es el malo y yo soy el bueno, perdiendo absolutamente la perspectiva global de un conflicto que nunca se va a poder contestar con respuestas fáciles.

¿Y ahora qué?

La violencia solo suele traer más violencia y los ataques de Hamás ya están teniendo una respuesta durísima de las autoridades israelíes. ¿Los principales afectados? Los civiles, cuyas muertes ya se suman por cientos entre unos y otros. Y es que al final, en un conflicto armado, son las personas más vulnerables las que siempre se llevan la peor parte. El dolor y el sufrimiento no acaban para estos dos pueblos.

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