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Medir la temperatura a todos: alertan sobre errores, abusos y lucro ilegal

La pregunta que cala en el contexto del Covid-19 y la progresiva reapertura de actividades que ha comenzado en muchos lugares es cómo reducir al máximo posible que una persona infectada por coronavirus pueda esparcirlo y catalizar nuevamente la pandemia al interactuar en lugares públicos.

Distanciamiento social, el uso de mascarillas, caretas y guantes y evitar concentraciones de personas son medidas de gran importancia, pero lo realmente eficaz es que personas infectadas de coronavirus, con o sin síntomas, se queden aisladas en casa (o en un hospital en casos severos) para cortar de tajo la posibilidad de contagio.

El dilema es que el Covid-19 es una enfermedad muy contagiosa, capaz de eludir muchas de las medidas de prevención que funcionarían para otros males, sobre todo porque personas sin síntomas pueden contagiarlas y porque varios de sus síntomas son similares a los de otras enfermedades respiratorias.

Así, solo con la práctica de pruebas de diagnóstico constantes puede identificarse a cabalidad si una persona está infectada o no, e incluso estos test tienen margen de error de importancias variables. Pero ante la incapacidad de practicar esos exámenes a escala masiva y en todo momento y lugar y de obtener resultados rápidos, la incertidumbre sobre si una persona que acude a su trabajo, a un restaurante, a una tienda o a un aeropuerto está contagiada o no es considerable.

Tomar la temperatura corporal es una práctica creciente para detectar posibles personas con síntomas de Covid-19, en específico fiebre. Getty Images)
Tomar la temperatura corporal es una práctica creciente para detectar posibles personas con síntomas de Covid-19, en específico fiebre. Getty Images)

Ante ello, una técnica de uso creciente para tratar de detectar a personas potencialmente infectadas de coronavirus es la toma de su temperatura, a fin de detectar si padece fiebre. Eso se realiza en múltiples instancias de modos diversos, que van desde el uso de termómetros digitales que registran la temperatura de la frente de paciente (en ocasiones sin necesidad de tocarla) hasta sistemas más complejos que escanean concentraciones de personas para identificar aquellas que tienen una temperatura superior a lo normal.

Hay ciertos problemas técnicos con ello: tomar la temperatura no es un diagnóstico de Covid-19, es tan solo un indicativo de que la temperatura de una persona es superior a lo normal, lo que puede indicar que padece fiebre y por ende una infección, que podría ser Covid-19 o cualquier otro padecimiento que produce ese síntoma.

Una vez más, problemas de privacidad

Y hay otras razones que pueden hacer que esos termómetros registran la temperatura de una persona como anormal sin que realmente lo sea o que esos datos puedan ser almacenados y utilizados por terceros o en detrimento del individuo afectado. Eso puede causar confusiones, abusos e incluso violaciones de la privacidad y los derechos de las personas. Por ello, es equívoco calificar a esos sistemas como “detectores de fiebre”, pues aunque en muchos casos pueden identificar a personas con temperatura elevada a causa de fiebre, ese registro también podría deberse a otra cosa.

En ese contexto, el afán de lucro por comercializar esos dispositivos y su uso a gran escala por entidades y personas ansiosas de mitigar riesgos de contagio de Covid-19 podrían potenciar sus falencias.

Al respecto, la Unión Americana de Derechos Civiles ha alertado que un uso generalizado de tecnologías para medir la temperatura, en el contexto del control y el temor ante el Covid-19, puede minar la privacidad de las personas.

En un reporte especial, la ACLU señala que las tecnologías de chequeo de temperatura tienen frecuentes inexactitudes, y que no serían a su juicio cabalmente eficaces como medidas para frenar la dispersión del coronavirus, y por ello implican problemas sustantivos en materia de privacidad y derechos.

“No queremos despertarnos en un mundo tras el Covid-10 en el que compañías y agencias del gobierno piensan que pueden tomar la temperatura y otros datos de salud de la gente y hacer lo que quieran con ellos”, indicó la ACLU.

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Personas que asisten a un servicio religioso en Singapur pasan frente a una cámara termal. La idea es detectar a aquellos con temperatura elevada y, por ello, potencialmente con fiebre producto de una infección. (Getty Images)
Personas que asisten a un servicio religioso en Singapur pasan frente a una cámara termal. La idea es detectar a aquellos con temperatura elevada y, por ello, potencialmente con fiebre producto de una infección. (Getty Images)

Y ejemplifica, por ejemplo, la posibilidad de que si a una persona se le detecta fiebre, o el sistema lo indique así aunque no sea el caso, podría serle exigidos nuevos exámenes o negarle el acceso al local o servicio. Ello, más el almacenamiento y difusión de esos datos, podría ser una amenaza a la privacidad de las personas. Además, los falsos positivos o negativos que esos dispositivos pueden producir, pueden llevar a que personas sean estigmatizadas o bien sientan una falsa seguridad.

“Actualmente, expertos señalan que hay agudos límites en la potencial utilidad [de la revisión de temperaturas] en la detección del Covid-19”, añade la ACLU.

Otros, en cambio, consideran la toma de la temperatura de las personas como una medida apropiada (aunque no infalible) en la tensa dicotomía entre reabrir la economía y las actividades y frenar la expansión del Covid-19.

Pero, de acuerdo a CBS News, la Administración Federal de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos ha permitido el uso de dispositivos para tomar la temperatura y cámaras termales aunque, señala la ACLU, la propia FDA considera que lecturas de muchos de esos dispositivos pueden resultar inexactas por muchos factores que van desde la posición de la frente de la persona o si tiene la cabeza cubierta hasta cuestiones medioambientales.

También es posible que una persona tenga una temperatura temporal elevada, por ejemplo después de ejercicio intenso, sin que ello signifique que padezca fiebre o una infección.

Y la ACLU también señala que el afán de lucro al comercializar esas tecnologías, que en algunos casos pueden costar miles de dólares, puede conducir a una “fiebre del oro de compañías afanadas en colocar ‘detectores de fiebre’ en el mercado para capitalizar la crisis” del Covid-19.

Por ello, se plantea que el uso de cámaras termales y detectores de temperatura se dé solo si su exactitud y beneficios para contener el Covid-19 “son razonablemente altos” y solo en tanto exista realmente la enfermedad, pues la tentación de lucro y control que la obtención de esos datos de modo indefinido puede ofrecer a empresas y entidades es inquietante, y ha de prevenirse entrar en una suerte de estado de continua vigilancia y persecución en función de la temperatura y otro dato sobre la salud de las personas.

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