El "sufrimiento sin fin" de un pueblo palestino en Cisjordania frente a los colonos israelíes

Unas señales marcan la dirección hacia Jerusalén y Susya, en el sur de Cisjordania ocupada, en una imagen del 17 de julio de 2024 (Mosab Shawer)
Unas señales marcan la dirección hacia Jerusalén y Susya, en el sur de Cisjordania ocupada, en una imagen del 17 de julio de 2024 (Mosab Shawer)

El rostro de la palestina Samiha Ismail refleja temor. Esta habitante de Susya, en Cisjordania ocupada, vive con miedo de los colonos israelíes que irrumpen constantemente en el pueblo.

La mujer sabe que la situación puede degenerar rápidamente en esta localidad enclavada en las áridas colinas del extremo sur de este territorio palestino ocupado por Israel desde 1967.

El ambiente en los valles circundantes, ocupados desde hace tiempo por los colonos, se ha vuelto irrespirable desde que estalló la guerra en Gaza entre Israel y el movimiento islamista palestino Hamás hace más de nueve meses, aseguran sus habitantes.

Los colonos de las granjas y viviendas vecinas llevan a cabo en Susya ataques, a veces "diarios".

La violencia y frecuencia de estas incursiones sigue "intensificándose", afirma la oenegé Médicos Sin Fronteras (MSF), que desde enero opera en esta zona "rodeada" de asentamientos.

La vida en Susya parece haberse paralizado. Sus 450 habitantes se refugian día y noche en sus casas. El pueblo, compuesto de chozas de hormigón, parece un vertedero público. Afuera se ven apenas unos viejos tractores y autos sin placas.

Ya ni siquiera las ovejas se atreven a salir de sus establos. "Cada vez que las sacamos a pastar, los colonos nos persiguen", cuenta Samiha Ismail, de 53 años.

- "Nadie se mueve" -

"Antes de la guerra, habríamos defendido nuestra tierra, pero hoy nadie se mueve" porque ellos (los colonos) están protegidos por el ejército, dice la palestina, cuyo marido e hijo son "golpeados" regularmente.

Los habitantes cuentan que las noches están salpicadas de incursiones, llevadas a cabo por hombres con uniformes paramilitares, que derriban puertas, golpean a la gente o confiscan bienes.

"La mayoría de nosotros ya no dormimos", cuenta la nativa de Susya, donde la gente se acuesta por turnos.

AFP entró en contacto con el ejército y la policía israelí, y el organismo del Ministerio de Defensa que supervisa los asuntos civiles en los Territorios Palestinos Ocupados (Cogat), pero ninguno quiso responder a sus preguntas.

La guerra se desencadenó por un ataque sin precedentes en el sur de Israel perpetrado por comandos de Hamás infiltrados desde Gaza, que causó la muerte de 1.195 personas, en su mayoría civiles, según un recuento de AFP basado en datos oficiales israelíes.

Además, 251 personas fueron secuestradas. El ejército israelí estima que 116 permanecen cautivas en Gaza, 42 de las cuales habrían muerto.

En respuesta, Israel lanzó una ofensiva contra Gaza, que ya mató a 38.983 personas, también civiles en su mayor parte, según el Ministerio de Salud del territorio dirigido por Hamás.

Desde entonces, la colonización y los actos de violencia se han disparado en Cisjordania.

A finales de junio, el gobierno israelí aprobó la mayor confiscación de tierras en este territorio ocupado en más de treinta años: 1.270 hectáreas pasaron a ser propiedad del Estado israelí.

La Corte Internacional de Justicia (CIJ), máximo tribunal de la ONU, dictaminó el viernes que las décadas de ocupación israelí de los territorios palestinos es "ilegal".

Incluso sin el aval de las autoridades israelíes las colonias se multiplican.

Desde su casa, el patriarca Mohamed Al Nawajaa las ve proliferar.

Este hombre nacido hace 78 años, antes de la "Nakba" --nombre dado al éxodo forzoso de cientos de miles de palestinos que acompañó a la creación de Israel en 1948-- se levanta del sillón y barre el horizonte con su bastón.

"Después del 7 de octubre, tomaron todas estas colinas. Pero esta tierra es nuestra", protesta.

- "Trauma permanente"

De momento, lo que más le preocupa es la seguridad de sus 80 nietos. Así que impuso una regla: sólo él puede abrir la puerta de su choza. Y como todos sus vecinos puso rejas en las ventanas.

"Vienen por la noche, sobre las tres. Dicen: 'esta es mi casa'", cuenta.

MSF se desplegó en Susya preocupada por la salud mental de sus habitantes.

"Hay un terror psicológico", afirma Simona Onidi, coordinadora de la oenegé en la gobernación de Hebrón. "Es un trauma permanente".

Abdul Rahim Al Nawajaa no espera nada ni de los médicos ni de las autoridades. "El sufrimiento es interminable", dice este beduino de 60 años.

Su padre fue asesinado hace unos años por una disputa con los colonos por una oveja, dice, y su casa demolida "varias veces".

"Los colonos actúan con impunidad. El soldado te pone una pistola en la cabeza y no puedes hacer nada", dice este pastor.

En el pueblo circula un rumor de una nueva "Nakba". "Nos quedaremos en nuestras casas", promete Mohamed Al-Nawajaa. "Y moriremos aquí".

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