La siesta nórdica, la extraña costumbre de dejar a los bebés dormir en la calle a temperaturas bajo cero

En países como Suecia, Dinamarca o Noruega es común ver hileras de cochecitos de bebé instalados en la calle. Y no, no están vacíos.

La siesta nórdica es una práctica extendida en países como Noruega, Dinamarca o Suecia, da igual la temperatura que haga en el exterior. Foto: Getty Creative
La siesta nórdica es una práctica extendida en países como Noruega, Dinamarca o Suecia, da igual la temperatura que haga en el exterior. Foto: Getty Creative

El nombre no podría ser más apetecible (todo lo que incluya una siesta lo es) y el indicativo ‘nórdico’ nos traslada a los países de ensueño del norte de Europa. ¿Qué más se puede pedir que embarcarse en un dormitar apacible después del almuerzo en plena naturaleza verde y tranquila, que es como el imaginario tiende a asociar los dos términos? Sentimos romper el embrujo porque nada más lejos de la realidad: la siesta nórdica no es verde; tranquila, entendemos que sí; pero, si las condiciones climáticas así lo dictan, se sucede a temperaturas que pueden rozar perfectamente los cero grados Celsius o ni siquiera los alcanzan.

Para la mayoría de padres de países tan gélidos en otoño, invierno y principios de primavera como Suecia, Noruega, Finlandia o Dinamarca es parte fundamental de la rutina de sus hijos (incluso los recién nacidos) dejarlos dormir la siesta a la intemperie, en plena calle, sin importar las temperaturas o la nieve que caiga del cielo en ese momento. Eso sí, metidos, en sus carritos con ruedas y tapados hasta arriba, bien protegidos con ropa apropiada para este tipo de clima y cobijas, muchas cobijas que los resguarden. Para alguien que nunca haya visitado estos destinos, la imagen es del todo llamativa: carritos aparcados en las aceras, fuera de establecimientos y restaurantes o, incluso, instalados en los jardines que cercan los domicilios privados. El turista desorientado creerá que los vehículos están vacíos, pero no. Ahí dentro hay bebés durmiendo apaciblemente durante las horas de la tan preciada siesta (la siesta nórdica), mientras sus padres se dedican a otros menesteres o, por qué no, a sus siestas en el interior de sus domicilios.

Se trata de una costumbre asentada en la idiosincrasia de estos estados del norte de Europa que se remonta a principios del XIX y con la que se busca que los niños se acostumbren al frío. Se cree que es un ritual beneficioso para la salud de los menores porque al aire libre duermen mejor, durante más tiempo (tres horas frente al promedio de una hora y media) y el sueño es más profundo. Como muchas de las prácticas humanas, cuenta con el aval de los científicos y multitud de investigaciones que defienden sus beneficios, así como con la contraindicación de tantos otros. De acuerdo con los que apoyan la moción, los niños cuya rutina pasa por dormir la siesta nórdica y están expuestos a las bajas temperaturas tienen menos infecciones respiratorias a lo largo de su vida adulta, menos resfriados y evitan con mayor facilidad la molesta congestión que se desprende de los constipados. El hecho de exponerse a temperaturas inclementes refuerza su sistema inmunológico y les protege de futuras enfermedades comunes.

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Otro de los beneficios que se asocian a esta particular siesta ‘norteña’ es que los bebés que son capaces de conciliar el sueño en un clima frío tienen más capacidad de conciliar el sueño en cualquier condición, entorno y situación, sea de día, de noche, llueva, caiga nieve o haga un viento de esos que congelan la cara. Fomentar esta capacidad de dormir dónde y como sea ayuda a reducir futuros problemas de insomnio, aseguran los expertos. Para quienes están en contra de esta medida, no existen pruebas fehacientes y probadas científicamente que demuestren todas estas afirmaciones. Hay algunos que tachan la medida de omisión de las responsabilidades paternas, ya que la mayoría de padres no se quedan con sus hijos a la intemperie mientras estos realizan su siesta. ¿Qué pasa si llora , si no están cómodos, si no resisten el frío?

La tradición de la siesta nórdica ha pasado de generación en generación y es así como se ha mantenido en el tiempo. En la actualidad, un buen número de guarderías en Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca la ponen en práctica, institucionalizando más si cabe una costumbre que, valga la anécdota, en otros países del viejo continente como España o Reino Unido se podría tipificar perfectamente dentro del delito de abandono de menores. Tras el almuerzo, cualquier que se pasee por las inmediaciones de estos espacios verá hileras de cochecitos aparcados con bebés en su interior profundamente dormidos. También es habitual que, si un extranjero acude a la casa de un nórdico con un menor en los brazos, su amigo le ofrezca su jardín y no alguna estancia de la vivienda para instalar el carrito y dejar a su bebé disfrutar de la siesta, da igual si el termómetro marca por encima o debajo de los cero grados. Un poco de frío nunca ha hecho mal a nadie. O sí, quién sabe.

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