Los riesgos para la biodiversidad y la salud humana de tener animales salvajes como mascotas

Pollos recién extraídos de un nido del loro _Brotogeris cyanoptera_ para venderlos. La foto fue tomada en la ciudad de Atalaya, en la Amazonía peruana. Pedro Romero Vidal, <a href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:CC BY-SA;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas" class="link ">CC BY-SA</a>

El comercio ilegal de fauna constituye un importante problema de conservación para muchas especies. Para hacernos una idea, cada año alrededor de 100 tigres, 30 000 elefantes y más de 1 000 rinocerontes son abatidos de forma ilegal, y se capturan ilegalmente más de 1 millón y medio de aves vivas para su tenencia como mascota. Esto representa la cara más visible de esta actividad, el comercio internacional, mientras que a una escala más local pasa mucho más desapercibida.

Sin embargo, el comercio local se encuentra muy extendido en algunas zonas del planeta, como en el Neotrópico –la región tropical del continente americano–, donde hay una larga tradición de tenencia de mascotas de origen salvaje desde época precolombina.

Además de un problema de conservación, esta actividad representa también un riesgo muy elevado de transmisión de enfermedades zoonóticas. No tenemos que remontarnos muy atrás en el tiempo para ver algunos ejemplos. De hecho, se estima que causan la muerte de 2.7 millones de personas anualmente y llevan ocurriendo durante miles de años (hasta donde podemos rastrearlas).

Sin embargo, el incremento de la población humana y su conectividad, así como la incursión humana en hábitats antes prácticamente inaccesibles, crean los ingredientes perfectos para nuevos brotes zoonóticos y su transmisión a gran escala. A esto habría que añadir los impactos negativos a nivel ecológico y socioeconómico que produce la transmisión cruzada de estas enfermedades entre humanos, animales domésticos y fauna salvaje.

10 000 animales salvajes como mascotas

Pero lo cierto es que aún sabemos muy poco de la magnitud de este problema a escala local. Para intentar tener una imagen más clara, un equipo internacional de investigadores realizamos un muestreo en el Neotrópico durante 13 años, cubriendo 15 países –de Argentina a México y la República Dominicana– y recorriendo alrededor de 51 000 km.

En total, encontramos alrededor de 10 000 ejemplares de fauna salvaje de 274 especies nativas en más de 6 500 viviendas. De hecho, hallamos este tipo de mascotas en el 95 % de las localidades visitadas.

La mayor parte de estas mascotas fueron capturadas por sus propietarios o compradas localmente, por lo que pasaron totalmente desapercibidas en las estadísticas globales. Esto último es bastante significativo, ya que la práctica totalidad de estudios previos sobre este tema se basaban en datos de mercados de fauna y hemos comprobado que los mercados podrían representar menos de un 2 % del volumen total de comercio local.

Riesgos sanitarios y de conservación

Estas mascotas conviven en estrecho contacto con humanos y animales domésticos, compartiendo los espacios de la casa e incluso la comida con sus propietarios, lo que nos da una pista de los problemas a nivel sanitario.

Es cierto que la mayor parte de las mascotas encontradas correspondían al orden de los loros, que hasta la fecha no es considerado un grupo de alto riesgo en cuanto a la transmisión de zoonosis, pero ya se conocen algunas enfermedades transmitidas a personas (y especialmente a animales domésticos) como el caso de la psitacosis.

Además, pueden ocasionar problemas de conservación importantes para las especies nativas, debido a que pueden transmitir enfermedades que sí son de gravedad en aves. Al estar estos individuos en contacto con gallinas, e incluso otros loros exóticos, se pueden contagiar de enfermedades ausentes en las poblaciones salvajes y transmitirlas a estas poblaciones al escaparse (cosa que ocurre habitualmente).

Además, que no sean transmisoras de enfermedades con alto riesgo hasta ahora no significa que no puedan hacerlo en el futuro (sin ir más lejos, pensemos en la gripe aviar). Eso sin tener en cuenta que un porcentaje de las especies encontradas en las casas (como monos o roedores) sí son transmisoras de enfermedades de alto riesgo en humanos, y han causado epidemias de gravedad tanto en el pasado como en la actualidad.

Vigilancia y control de enfermedades

No podemos predecir dónde se va a producir un brote de una enfermedad nueva. Pero sí sabemos que hay regiones del planeta que son puntos calientes de biodiversidad y, por tanto, se esperaría que lo sean también de patógenos. Estas áreas coinciden con los trópicos y también con zonas en las que los humanos están experimentando un gran crecimiento tanto poblacional como de infraestructuras, aumentando la conectividad entre áreas remotas y grandes ciudades.

Lo anterior, unido a la alta demanda de mascotas salvajes sin ningún control sanitario, supone un alto riesgo para la salud humana, de animales domésticos y para la propia fauna nativa.

No existe una solución sencilla a este problema, debido principalmente al arraigo cultural y las limitaciones económicas en muchas de estas zonas para hacer cumplir la legislación ya vigente que prohíbe el comercio de fauna nativa. No obstante, deberían aplicarse medidas preventivas centradas en dos puntos clave: desalentar la tenencia de animales salvajes y aumentar la vigilancia sanitaria para una detección precoz y el control de brotes emergentes en humanos o animales. No hace falta retroceder mucho para ver las consecuencias que esto podría acarrear.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.

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Este estudio ha sido financiado por Loro Parque Fundación y la Fundación Biodiversidad.