Cómo un pueblo de Ohio quedó inmerso en el debate sobre la inmigración
SPRINGFIELD, Ohio — Ha pasado más de un año desde la fatídica mañana de agosto en que, a las afueras de Springfield, en el suroeste de Ohio, un minivan invadió el carril contrario y chocó contra un autobús escolar el primer día de clase, matando a un niño de 11 años e hiriendo a otros 23 niños.
Pronto se supo que el conductor de la camioneta no era originario de la zona, sino uno de los miles de inmigrantes procedentes de Haití que se habían instalado hacía poco en la ciudad. Conducía con un permiso extranjero que no era válido en el estado de Ohio.
Así se preparaba otro tenso capítulo del debate sobre la inmigración en Estados Unidos, magnificado porque JD Vance, el senador más joven del estado, pronto se convertiría en el candidato republicano a la vicepresidencia.
Los haitianos acababan de llegar a la región. Durante el último censo, en 2020, vivían poco más de 58.000 personas en Springfield, una ciudad situada en la encrucijada de Estados Unidos que había caído en desgracia y perdido población a medida que se esfumaban las oportunidades. Pero la situación cambió radicalmente en los últimos años, cuando el auge de la industria y los almacenes atrajo a una oleada de inmigrantes, sobre todo de Haití. Las autoridades municipales calculan que han llegado hasta 20.000 haitianos, la mayoría desde la pandemia.
En la primera reunión de la Comisión Municipal tras el accidente de autobús, los residentes, enfurecidos, abarrotaron el recinto y exigieron respuestas.
“¿Cómo saben que no están llegando delincuentes, violadores?”, preguntó un hombre con una camiseta azul de Harley Davidson. “¿Quién puede impedir que vengan aquí?”, quiso saber otra persona. ¿Se les investigó? ¿Iban a utilizar sus permisos de conducir para votar?
El administrador municipal, Bryan Heck, explicó que los haitianos estaban en el país de manera legal. La jefa de policía, Allison Elliott, dijo que los haitianos no eran responsables de la lucha que la ciudad libra desde hace años contra delitos como los robos en comercios. Los comisionados dijeron que habían venido en busca de oportunidades de trabajo.
Pero nada pudo calmar la indignación.
La llegada de sucesivos flujos de inmigrantes ha creado fricciones a lo largo de la historia de Estados Unidos. En años recientes, se han asentado personas de todo el mundo en lugares, como Springfield, poco acostumbrados a altos niveles de inmigración.
La cuestión se ha politizado aún más este año, ya que la campaña de las elecciones presidenciales se centra en la cifra sin precedentes de cruces de la frontera sur en 2023. Así que no fue ninguna sorpresa que la afluencia de haitianos a Springfield se convirtiera en un tema de conversación para Vance.
En un discurso en la Conferencia Nacional de Conservadurismo en julio, Vance describió Springfield como una ciudad que era casi una copia al carbón de Middletown, Ohio, donde creció, excepto que ahora estaba “saturada” de los haitianos que estaban haciendo subir los costos de vivienda y cobrando beneficios.
“Claro está que no hace falta creer que los 20.000, al menos la mayoría de los 20.000 recién llegados, sean malas personas” para reconocer que es un problema, agregó.
En la mayoría de los casos, los haitianos han contribuido a revitalizar Springfield.
Ensamblan motores de automóviles en Honda, manejan máquinas de envasado de verduras en Dole y cargan cajas en centros de distribución. Pagan impuestos sobre sus salarios y gastan dinero en Walmart. Los domingos se reúnen en las iglesias para celebrar servicios religiosos bulliciosos y alegres en criollo haitiano.
Pero la velocidad y el volumen de las llegadas han ejercido presión sobre la vivienda, las escuelas y los hospitales. La clínica de salud comunitaria vio multiplicarse por trece el número de pacientes haitianos entre 2021 y 2023, de 115 a 1500, lo cual rebasó su personal y presupuesto.
Según muchos residentes, el accidente de la camioneta, en la que murió Aiden Clark, hijo de dos maestros, desató un resentimiento que se había ido acumulando durante meses o más.
“La muerte de Aiden fue la gota que derramó el vaso”, comentó Chris Cook, comisionado de salud del condado de Clark.
La revitalización de la ciudad
Desde hacía décadas, Springfield había sido otra ciudad del Medio Oeste de Estados Unidos en declive con un futuro incierto.
Las plantas manufactureras cerraron, lo cual provocó un éxodo. Las mansiones victorianas vacías de avenida Fountain, construidas para los barones de la industria, eran reliquias del apogeo de la ciudad.
La población se redujo a menos de 60.000 habitantes en 2014, de los más de 80.000 que tenía en 1960.
Más o menos en esa época, Springfield elaboró un plan estratégico para atraer negocios. Los responsables municipales destacaron la asequibilidad de la ciudad, sus programas de desarrollo de la mano de obra y su ubicación, entre Columbus y Dayton y con acceso a dos carreteras interestatales.
En 2017, Topre, un importante fabricante japonés de autopartes automotrices, eligió Springfield para instalar una nueva planta en una zona en decadencia de la ciudad donde se ubicaba International Harvester, un fabricante de maquinaria agrícola, otrora el principal empleador de la ciudad.
Para 2020, Springfield había atraído a empresas de servicios alimentarios, empresas de logística y un fabricante de microchips, entre otras firmas, con lo que se crearon unos 8000 nuevos puestos de trabajo y el optimismo de cara al futuro.
“Era increíble ser testigo de la transformación de nuestra comunidad”, recordó Horton Hobbs, vicepresidente de desarrollo económico de Greater Springfield Partnership, la cámara de comercio que ejecutó el plan.
Pero los trabajadores fueron insuficientes al poco tiempo. Muchos jóvenes en edad de trabajar habían caído en la adicción. Otros rechazaron por completo el trabajo rutinario de nivel básico, según los empleadores.
Los haitianos que se enteraron de que la zona de Springfield ofrecía puestos de trabajo bien remunerados y un bajo costo de la vida acudieron en masa y los empresarios estaban deseosos de contratar y capacitar a la nueva mano de obra.
Los haitianos contaban con números de Seguridad Social y permisos de trabajo, gracias a un programa federal que ofrecía protección temporal en Estados Unidos. Algunos habían estado viviendo desde hacía años en lugares como Florida, donde existe una próspera comunidad haitiana.
El impacto en clínicas y escuelas
En Rocking Horse Community Health Center, una clínica subvencionada por el gobierno federal que no rechaza a nadie, el aumento del número de haitianos ha hecho que una consulta que normalmente duraba 15 minutos se prolongue hasta 45 debido a la barrera lingüística.
“Perdimos productividad. El personal estaba extenuado”, comentó Yamini Teegala, la directora ejecutiva.
Contrataron y capacitaron a seis hablantes de criollo haitiano para ayudar a los recién llegados. Pero los gastos en servicios de traducción se dispararon a unos 436.000 dólares este año, de 43.000 en 2020, dijo.
“Esto es insostenible”, comentó Teegala y agregó que su prioridad no era ahorrar dinero sino garantizar atención de calidad.
El 14 de agosto, el primer día de escuela, el departamento de inscripciones del Distrito Escolar de la Ciudad de Springfield estaba abarrotado de familias inmigrantes que esperaban matricular a sus hijos, eran tantas que tenían que hacer fila en el pasillo.
Casi 350 nuevos alumnos se inscribieron en primaria y secundaria la primera semana de clases, la mayoría hijos de inmigrantes.
El distrito escolar contrató a alrededor de dos docenas de maestros certificados para enseñar inglés como segunda lengua y a varios intérpretes de criollo haitiano, gracias a fondos federales y estatales derivados de la pandemia. Los alumnos inmigrantes han incrementado el número de inscripciones tras años de descenso, además de enriquecer el entorno de aprendizaje, dijo Pam Shay, directora de programas federales.
La directora de programas federales dijo estar preocupada por el año académico 2025-2026. “Va a estar muy congestionado”, aseveró.
Springfield, al igual que muchas otras ciudades, también se enfrenta a la escasez de viviendas asequibles para familias de bajos ingresos y la afluencia de haitianos no ha ayudado.
El 8 de julio, Heck, el administrador municipal, mencionó las llegadas en una carta dirigida a los líderes de la Comisión Bancaria del Senado en la que solicitó ayuda federal. También le envió una copia a Vance.
Al día siguiente, en la reunión de la comisión, Vance cuestionó al presidente de la Reserva Federal Jerome Powell sobre la relación entre “los altos niveles de inmigración ilegal durante el gobierno de Biden” y el aumento del costo de la vivienda.
Vance hizo referencia a Springfield, diciendo que “pone de relieve un ejemplo muy real de esta preocupación particular”.
Un accidente mortal
El accidente que enardeció los ánimos ocurrió el pasado 22 de agosto, cuando el autobús escolar, que transportaba a 52 alumnos, se movía con pesadez por la Ruta 41 a las afueras de la ciudad. Un Honda Odyssey 2010 que circulaba en sentido contrario saltó el separador central y se interpuso en la trayectoria del autobús.
El conductor del autobús evadir a la camioneta, pero no pudo evitar la colisión. El autobús se salió de la carretera y Aiden salió despedido por una escotilla de emergencia cuando el autobús se volcó y cayó sobre él. El niño murió en el acto. Más de 20 niños fueron trasladados al hospital.
El abogado del conductor del minivan, Hermanio Joseph, de 36 años, dijo en su juicio en abril que los rayos del sol lo habían cegado. Joseph, que tiene esposa y cuatro hijos en Haití, llevaba más de un año viviendo en Springfield, donde trabajaba en una bodega.
Los agentes de policía no encontraron indicios de consumo de drogas ni alcohol. Pero Joseph fue declarado culpable de homicidio involuntario y podría pasar nueve años en prisión.
La tragedia sacudió a los residentes de Springfield y animó a muchos de los que abarrotaron la primera reunión de la Comisión Municipal tras el accidente para expresar sus sospechas y quejas sobre los recién llegados.
En el año transcurrido desde el accidente, la hostilidad hacia los haitianos no ha hecho más que intensificarse y los oradores de las últimas reuniones de la comisión han hablado de “invasión”, una descripción que se ha convertido en un elemento básico de la retórica derechista sobre la inmigración.
En una reunión el 30 de julio, los residentes subieron a dos estrados en una sesión que poco después se volvió caótica.
Korge Mori, hijo de inmigrantes japoneses, fue uno de los pocos residentes que elogió a los haitianos. Reprendió al alcalde y al administrador municipal por “avivar la histeria colectiva” durante una aparición reciente en “Fox & Friends” en la que culparon a las políticas del presidente Joe Biden de que los haitianos hubieran puesto en apuros a su ciudad.
Hobbs, de la Cámara de Comercio, dijo que ya estaba recibiendo noticias de ejecutivos de empresas inquietos por la prominencia de la ciudad en las noticias, lo que le hace temer que Springfield pueda perder parte de su impulso.
“El cambio es duro”, dijo. “Estamos en ese doloroso momento de ajuste”.
c.2024 The New York Times Company