Opinión: Menos matrimonio, menos sexo, menos acuerdo

Hace poco escribí una columna en la que lamentaba el descenso de las tasas de matrimonio y señalaba que la mitad de los adultos estadounidenses no están casados. Como un romántico casado desde hace mucho tiempo e impregnado de estadísticas que sugieren que el matrimonio está relacionado con la felicidad, me pareció triste.

A mis lectores, no tanto.

Muchas lectoras, en particular, tacharon el matrimonio heterosexual de institución anticuada que mima a los hombres mientras que convierte a las mujeres en sirvientas no remuneradas.

“En general, el matrimonio es GENIAL para los hombres”, declaró una lectora de Carolina del Norte, cuyo comentario sobre la columna fue el que más me gustó, con más de 2000 personas que lo recomendaron. Las esposas tienen que ocuparse de los cuidados, añadía, y “el sexo que recibe los cuidados va a ser más feliz que el sexo que no los recibe”.

El segundo comentario más recomendado por los lectores vino de una mujer que dijo que, cuando ella y sus amigas se reúnen, “todas decimos: ‘Nunca más’. Los hombres requieren muchos cuidados. Pueden ser unos bebés”.

Creo que estas escépticas tienen algo de razón: ¡los hombres tenemos que mejorar! Aunque sigo creyendo firmemente en el matrimonio para parejas heterosexuales y homosexuales. Pero dejemos a un lado por un momento las cuestiones sobre el matrimonio. El exceso de enfado entre algunas lectoras me intrigó porque, aunque es anecdótico, concuerda con pruebas considerables de encuestas sobre una creciente división política, cultural y social entre hombres y mujeres en todo el mundo industrializado.

Una encuesta que realizó en veinte países el grupo de investigación Glocalities reveló “una brecha cada vez mayor entre hombres y mujeres jóvenes” en cuanto a perspectivas políticas y sociales, mientras que The Economist examinó encuestas realizadas en países ricos y también descubrió que las mujeres jóvenes se están volviendo significativamente más liberales, mientras que los hombres jóvenes se están volviendo algo más conservadores.

Un estudio del Centro de Investigaciones Pew reveló que, en comparación con las mujeres que nunca se han casado, los hombres que nunca se han casado en Estados Unidos tienen un 50 por ciento más de probabilidades de alinearse con los republicanos.

Un indicador de la deriva hacia la derecha de los hombres jóvenes: en 2014 los hombres de 55 a 65 años eran el grupo más conservador, según los datos de Glocalities, mientras que ahora los hombres jóvenes son más conservadores que los mayores.

El trasfondo es que los chicos y los hombres están rezagados en educación y tienen muchas menos probabilidades que las mujeres de obtener títulos universitarios. Muchos de estos hombres menos capacitados tienen dificultades en el mercado laboral, y cada vez más algunos de ellos parecen culpar de sus problemas al feminismo. Los hombres jóvenes son más propensos que los mayores a decir a los encuestadores que “la promoción de los derechos de las mujeres y las niñas ha ido demasiado lejos”; las mujeres de todas las edades no están de acuerdo.

Un notable 45 por ciento de los hombres jóvenes de 18 a 29 años afirman que en la actualidad en Estados Unidos los hombres sufren discriminación. Los hombres mayores son menos propensos a pensar así.

El resultado, según las encuestas, es que los hombres están cada vez más gruñones y resentidos con el éxito de las mujeres, y se sienten más atraídos por los populistas autoritarios conservadores, desde Donald Trump a personalidades misóginas de internet como Andrew Tate.

La encuesta de Glocalities concluyó que en todo el mundo la “derecha radical encuentra cada vez más terreno fértil entre los hombres jóvenes, lo que ya está influyendo en las elecciones”. El representante Matt Gaetz sugirió que no importa que los republicanos se enemisten con las votantes femeninas porque pueden ser sustituidas por votantes masculinos.

La brecha de género es más fácil de medir en política, pero la Institución Brookings advirtió la semana pasada que “también aparece en medidas distintas de la política y apunta a algunos problemas más profundos y potencialmente aún más preocupantes entre los jóvenes”.

“Los lazos sociales de generaciones anteriores parecen estar erosionándose entre los jóvenes, y esto tiene graves consecuencias para el emparejamiento, las futuras tasas de natalidad y la cohesión social”, explicó Brookings.

Uno de los abismos entre sexos más discutidos es el de Corea del Sur, donde casi el 80 por ciento de los jóvenes afirma que los hombres son discriminados, y donde el presidente Yoon Suk Yeol fue elegido en 2022 en parte sobre una plataforma antifeminista. Las mujeres tienen sus propias quejas, entre ellas lo poco serviciales que son sus maridos en casa. Algunas feministas coreanas han creado el movimiento 4B, que promueve el no matrimonio, no bebés, no citas y no sexo. La tasa de fertilidad total de Corea del Sur se ha desplomado hasta convertirse en una de las más bajas del mundo: la mujer promedio tiene ahora solo 0,7 hijos.

Brad Wilcox, sociólogo de la Universidad de Virginia, sugiere en un libro reciente sobre el matrimonio que la brecha de género en Corea del Sur y otros países asiáticos puede ofrecer un atisbo de lo que se avecina en Estados Unidos. Estima que quizá un tercio de los jóvenes estadounidenses de hoy no se casarán nunca, y que las parejas que conviven no sustituirán a los matrimonios. Según él, cada vez hay más personas que simplemente se desvinculan y viven solas.

Algunas mujeres en Estados Unidos han proclamado públicamente que se están distanciando de los hombres, absteniéndose del sexo o volviéndose “abstemias de hombres”. Casi el 70 por ciento de las rupturas de matrimonios heterosexuales en Estados Unidos las inicia la esposa.

Una ventana a las tensiones de género es un meme viral en TikTok en el que las mujeres discuten si prefieren encontrarse con un oso en el bosque o con un hombre. Muchas se decantan por el oso.

Los jóvenes no solo se casan y se emparejan menos, sino que también tienen menos relaciones sexuales. Tradicionalmente, los mayores se preocupaban de que los jóvenes fueran demasiado promiscuos; ahora quizá los mayores debamos preocuparnos por el celibato juvenil.

Tal vez esta brecha de género se invierta y se solucione por sí sola. O tal vez, como sugieren algunas de las mujeres que han hecho comentarios, no sea un problema, o bien sea un problema exclusivo de los hombres. Pero las encuestas revelan que tanto los hombres como las mujeres jóvenes de todo el mundo occidental se sienten profundamente infelices en un momento en el que parecen estar distanciándose y afirman cada vez más que “no tienen pareja”. He escrito lo suficiente sobre la epidemia de soledad para preocuparme por estas divisiones; se calcula que el aislamiento social es tan letal como el tabaquismo.

Para mí, el problema fundamental es la lucha de los hombres por adaptarse a un mundo en el que la fuerza física importa menos que el cerebro, la educación y la inteligencia emocional. Es un tema importante que no hemos abordado lo suficiente, a pesar de señales de alarma como el libro de Richard Reeves de 2022, “Hombres”.

Reeves y otros han propuesto muchas ideas, como contratar a más profesores varones, añadir más recreos y retener a los chicos para que empiecen la escuela más tarde que las chicas. Los programas de formación profesional, como las academias profesionales y Per Scholas, también ayudan.

Me preocupa que las fricciones de género puedan crecer y añadir tensión a la vida moderna, dejando a más personas enfrentándose al mundo solas sin nadie en quien refugiarse y que les proporcione consuelo a largo plazo. Temo ser un romántico en un mundo cada vez menos romántico.

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