Nueva Zelanda tenía un gran plan contra el tabaco, pero su Gobierno quiere el dinero

Cada año mueren en el mundo más de 8 millones de personas por culpa del tabaco, de acuerdo a los datos de la Organización Mundial de la Salud. De ellos, 1,3 millones son no fumadores expuestos al humo ajeno. Conscientes de esta problemática y del perjuicio que este hábito tiene para la salud, muchos países han implantado medidas para conseguir una reducción en su consumo. Uno de los que tenían las leyes más restrictivas era Nueva Zelanda, pero todo está a punto de cambiar.

Construir una sociedad libre de humos en la que los jóvenes ni siquiera puedan comprar tabaco. Aunque pueda sonar imposible, este era el ambicioso punto de partida del Gobierno neozelandés para acabar con un problema que afecta a más de un quinto de la población mundial. Y es que actualmente hay 1.300 millones de fumadores en el planeta, principalmente (el 80%) en países de ingresos medios y bajos.

Un hombre fumando en Auckland, Nueva Zelanda. (AP Photo/David Rowland)
Un hombre fumando en Auckland, Nueva Zelanda. (AP Photo/David Rowland)

En los países más desarrollados se han aplicado restricciones en los últimos años, encareciendo el precio o limitando los espacios en los que se puede consumir, pero Nueva Zelanda decidió ir un paso más allá en 2022.

Su Gobierno impulsó un paquete de leyes antitabaco que situaba al país entre los más restrictivos del mundo en la materia. La norma prohíbe vender tabaco a cualquier persona nacida a partir del 1 de enero de 2009 bajo multa de 150.000 dólares neozelandeses (unos 92.000 dólares estadounidenses). La imposibilidad de adquirir este tipo de productos duraría toda la vida.

Además, la legislación obligaba a las compañías tabaqueras a reducir la cantidad de nicotina en sus artículos y a recortar en un 90% el número de locales autorizados para la venta, pasando de los 6.000 actuales a apenas 600.

Una declaración de guerra al tabaquismo para conseguir que Nueva Zelanda se convierta en un país libre de humos en los próximos años. Lo cierto es que el país ya iba por buen camino, ya que en la última década se había reducido la cantidad de fumadores a la mitad, alcanzado solo al 8% de la población. De esta manera, era uno de los países con la tasa más baja de toda la OCDE.

Nueva Zelanda quería convertirse en una sociedad libre de humos. (REUTERS/Amanda Perobelli)
Nueva Zelanda quería convertirse en una sociedad libre de humos. (REUTERS/Amanda Perobelli)

Estas leyes tan ambiciosas ya estaban en marcha y se iban a implementar a partir de 2024, pero el pasado 14 de octubre sufrieron un gran revés. Ese día se celebraron las elecciones generales del país y los resultados expulsaron del Gobierno a los laboristas tras seis años. Ellos estaban detrás de esta iniciativa, pero la alternativa de derechas no lo comparte.

Cambio de rumbo por el dinero

El nuevo Ejecutivo ya ha anunciado que estas medidas no van a salir adelante. Como parte de su acuerdo de coalición con una formación populista, no se aplicará ni la prohibición generacional, ni la reducción de la nicotina, ni el recorte de los puntos de venta.

Una decisión a la que los funcionarios de salud pública se oponen, ya que creen que costará miles de vidas y tendrá efectos muy perjudiciales contra las comunidades maorís, que son mucho más fumadoras que el resto de la población.

Por si había alguna duda del motivo por el que las leyes no se van a implantar, la nueva ministra de Finanzas, Nicola Willis, ya ha dejado claro que es por un componente económico.

Los ingresos obtenidos por la venta de cigarrillos servirán para compensar la bajada de impuestos prometida por la coalición. Es decir, el tabaco financiará la rebaja de las tasas. El plan para reducir el tabaquismo del nuevo Gobierno será a través de la educación, aunque no han concretado cómo.

Además, han señalado que esta reversión evitará un mercado negro de tabaco y que estos establecimientos sean blanco de delitos.

De esta manera, Nueva Zelanda da un paso atrás en la lucha contra el tabaquismo que previsiblemente tendrá consecuencias en el futuro. El tiempo determinará hasta qué punto es un error.

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