Miles de mexicanos buscan refugio en EUA ante la ola de violencia: ‘Huyen para cuidar a sus hijos’


Amenazados con ver a sus hijos reclutados como sicarios o esclavas sexuales, escapando de la tiranía de un cártel o de los arrebatos de un capo, miles de mexicanos buscan refugio en Estados Unidos (EUA).

Detrás de la estabilidad política y económica que presume el saliente mandatario Andrés Manuel López Obrador se esconde la realidad de miles de personas acorraladas por la violencia que se convierten en desplazados internos y, con suerte, en asilados.

Un tercio de las interceptaciones de migrantes en la frontera sur estadounidense en 2023 correspondió a mexicanos: 740,166 de un total de 2.4 millones, superando a venezolanos, guatemaltecos y hondureños, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

“Toda la gente del pueblo, toda sale huyendo por lo mismo: le secuestran a sus hijos, a las hijas por dinero”, cuenta Juan, de 37 años, quien dejó el estado de Guerrero y desde abril vive en un albergue de la fronteriza Tijuana, en Baja California.

Lo acompañan paisanos de Guerrero y Michoacán, las dos regiones que más expulsan gente por violencia. Algunos tiemblan al recordar sus experiencias antes de llegar a estos albergues cuya demografía cambió. De estar colmados en 2018 por migrantes de Centro y Sudamérica, ahora entre 70 y 85 por ciento de sus huéspedes son mexicanos, una tendencia creciente desde 2022, comentaron gestores de dos de esos centros.

La situación refleja el gran pendiente de López Obrador, quien pese a reducir la pobreza no logró contener a los cárteles. De igual manera, muestra uno de los desafíos del nuevo presidente que será elegido el 2 de junio.

LOS MEXICANOS BUSCAN REFUGIO POR EL MIEDO A SER PARTE DE UN CÁRTEL

Juan oculta su verdadero nombre, pues teme ser localizado por Los Tlacos, cártel que lo secuestró para llevarlo ante el “Señor 21”, cabecilla local. “Me dijo que si no trabajaba con él, se iba a llevar a mis hijos”, un niño de 13 y dos niñas de 14 y 17 años. Al varón lo iba a entrenar y a las niñas las quería para él”, lamenta.

Ante esa amenaza, debió servirle como cocinero y hasta filmar masacres. “Ya que mataban a toda la gente, la apilaban, la quemaban y me pedían que lo grabara para mandárselo a los de la Familia (Michoacana, cártel rival)”, rememora.

Algunos videos siguen en el teléfono de este padre, que habla bajito sin poder contener las lágrimas. Tras 15 días como rehén aprovechó un permiso para huir con lo puesto junto con su abuela, esposa e hijos. En tanto, la hija mayor de Elena es una adolescente de rostro dulce y cabello negro. “A un muchacho de la mafia le gustó”, cuenta la madre.

“En una fiesta la miró y dijo ‘ella tiene que ser mía’. Iban a ir por ella hasta mi casa y pues yo me salí antes”, relata Elena, de 39 años, acopiando valor; desde que huyó el pasado 30 de abril con su madre y otra hija de seis años, teme que las estén persiguiendo.

Nunca alertó a las autoridades de Acapetlahuaya (Guerrero), pues asegura que “están comprados” por criminales y denunciarlos sería una sentencia de muerte. En cambio, retomó una idea que creía descartada: volver a Estados Unidos, donde nacieron sus hijas y vivió indocumentada hasta 2018, cuando fue deportada. Así como ella, otros miles de mexicanos buscan refugio.

“Quiero que el gobierno me dé ese asilo para estar a resguardo”, afirma Elena, seudónimo para proteger su identidad.

“YA NO TIENEN NADA A QUÉ REGRESAR”

En Iguala, unos 100 kilómetros al este de Acapetlahuaya, la vida tampoco era apacible para Pedro, de 18 años. “Estaban peleando el pueblo los cárteles, casi era de todos los días que dejaban muertos en la calle”.

Aprendiz de albañil, paseaba con un amigo cuando pistoleros en camionetas los “levantaron”. Fue golpeado con un tablón en la cabeza y los pies y amenazado con machete, luego de lo cual se descubrió parte de una veintena de jóvenes esclavizados para trabajar “parcelas de droga”.

“Nos amarraban para que no nos escapáramos (…) Toda la noche hasta que nos íbamos a trabajar”, recuerda, con las muñecas aún llagadas. Tras seis meses, evadió la vigilancia y corrió casi cuatro días por montañas hasta Iguala.

Llegó a Tijuana hace un mes y busca asilo en Estados Unidos para encontrarse con familiares que viven en Florida. “Quiero salir de este país porque tengo miedo”, dice.

Unos 40 millones de personas de origen mexicano viven en Estados Unidos, fenómeno migratorio de más de un siglo marcado por razones económicas. El flujo de desplazados por la violencia incrementó desde 2022, según José María García, administrador del albergue Juventud 2000.

“Todos los albergues de Tijuana se llenaron de esa comunidad”, que en su mayoría busca protección en Estados Unidos, dice García. “Muchos de ellos ya no tienen nada a qué regresar”, agrega. N

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