México, el país donde la lealtad del Ejército al presidente de México ha durado más un siglo

Ejército Mexicano en el desfile del 16 de septiembre | Foto Archivo: Daniel Cardenas/Anadolu Agency via Getty Images
Ejército Mexicano en el desfile del 16 de septiembre | Foto Archivo: Daniel Cardenas/Anadolu Agency via Getty Images

La historia registra como una constante en la vida de los pueblos, la lucha por el poder. Ya sea alcanzado por la vía democrática o por medios violentos como levantamientos populares o golpes de Estado, en la mayoría de las ocasiones, de grupos militares que aprovechan el control de las armas y su dominio sobre sus tropas para atentar en contra del poder legítimamente instituido.

La frecuencia en la que han sucedido los golpes militares en América Latina es elevada. En los pasados 70 años, algunos de ellos, en el contexto de la guerra fría, sucedieron en Paraguay, Bolivia, Brasil, Perú, Ecuador, Chile, Argentina, Venezuela, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Haití.

Esta semana, en Bolivia se vivió una crisis originada en un intento de golpe de Estado que denunció en redes sociales, el presidente Luis Arce. Llamó la atención nacional e internacional con el texto “movilización irregular de tropas”, que calificó como un intento de golpe de Estado. Fue suficiente para que la población entrara en pánico. Se dirigió a los mercados en busca de víveres, las estaciones de combustible para compra de gasolina y los bancos para retirar dinero.

La crisis duró tres horas. El general golpista Juan José Zuñiga fue detenido. Antes de ser arrestado por la policía declaró a los medios que el propio presidente Arce le había encargado “hacer algo” para levantar su popularidad, afectada por una crisis económica, fuertes disputas en el partido gobernante y un creciente ambiente de malestar social.

El ministro de gobierno, Eduardo del Castillo, informó que una decena de militares estaban detenidos y afirmó que la versión del general Zuñiga, de que había sido un autogolpe carecía de veracidad.

El resultado de la asonada fue positivo para Luis Arce. En unas horas obtuvo el respaldo internacional, la totalidad de los países de Latinoamérica condenaron el intento de golpe. Lo mismo sucedió con algunos países de Europa. Logró cohesionar a los sindicatos que lo respaldan y el apoyo de los partidos opositores.

Todo el suceso fue atípico. Y así como recibió Luis Arce expresiones de simpatía también, en pocas horas, la fue perdiendo porque el supuesto golpe militar perdió sustento y credibilidad en las calles. Según comentó el analista político local Franklin Pareja, que agregó que la crisis se presentó en un momento difícil para Arce, a un año de las elecciones presidenciales, el problema de la economía, la escasez de combustible y otros, que afectaron su popularidad, además perdió gobernabilidad en la Asamblea Legislativa después de que su partido se dividiera por peleas entre Evo Morales y el propio Luis Arce.

La historia de Bolivia significaría que son expertos en golpes de Estado. Desde su fundación en 1825, ha padecido dictaduras militares y civiles, triunviratos, juntas de gobierno, presidentes que no terminaron sus mandatos y decenas de golpes de Estado, sin contar alzamientos militares frustrados. En 180 años de independencia, el promedio es de un gobierno cada veinticinco meses. El actual se agrega al catálogo y de ser cierta la percepción, sería una simulación para levantar la aceptación del presidente.

En México, el último golpe de Estado que registra la historia es el de Victoriano Huerta en 1913, en contra de Francisco I. Madero. Ese hecho abrió las puertas a la violencia y con ella a la Revolución Mexicana.

Han pasado 110 años desde aquel suceso. Hoy el único en México que habla de un posible golpe de Estado es el presidente López Obrador. Lo dijo cuando acusó a la oposición de estar armando un golpe de Estado técnico en su contra con el propósito de desestabilizar las elecciones del pasado 2 de junio. (El Universal 14 de marzo de 2024)

Pareciera que para que un golpe de Estado sea autentico debería incluir la participación de elementos armados, como son los militares, pero no siempre es así. Los políticos en México presumen que cuentan con la lealtad del Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina Armada. La historia de 110 años, sin levantamientos armados, por parte de los cuerpos militares, confirman esta percepción.

La naturaleza humana, siempre voluble, la pondría en duda. Las condiciones que hoy caracterizan al Ejército y la Marina, empoderadas por el presidente López Obrador al trasladarles responsabilidades que la Constitución reserva de manera exclusiva para los civiles, lo que incluye presupuestos financieros como no habían tenido antes, abren el umbral de la ambición de poder dentro de sus altos mandos.

Implicará un arduo trabajo de convencimiento y negociación del próximo gobierno, que accedan regresar al marco legal que les corresponde, según la Constitución. Es una realidad que el gobierno de la 4T encontró en el apoyo del Ejercito y la Armada un brazo operativo eficaz, por disciplinado y también es cierto que en seis años la red de intereses al interior de esas instituciones debe de haber avanzado, sin que desde Palacio Nacional pusieran objeción.

El mensaje es que, hablando de golpes de Estado, no hay garantía de que la ambición de poder no se apodere de algún alto mando y la 4T experimente una rebelión.

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