México, el país al que le importa más la opinión de AMLO que las tragedias (como Salvatierra)

Salvatierra, el tema en el que muchos vieron primero a AMLO que a la tragedia. (Gerardo Vieyra/NurPhoto via Getty Images)
Salvatierra, el tema en el que muchos vieron primero a AMLO que a la tragedia. (Gerardo Vieyra/NurPhoto via Getty Images)

Hay una obsesión que recorre todos los pasillos del país. Incluso cuando se trata de una masacre en la que once jóvenes son asesinados en una posada, en Salvatierra, Guanajuato. Lo que más desvela a muchos es saber cómo va a reaccionar el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Porque, claro, una noticia ya existe: la masacre. Entonces hay que ir por la otra, por la que dará López Obrador cuando hable del tema. Esa noticia, en vista de cómo se moviliza la opinión pública, es la que más importa y, sobre todo, la que más visitas, clics y reacciones genera.

No les importa dejar de lado la tragedia. Ya pasó y los hechos están ahí. Entonces mejor apuntar los reflectores hacía el presidente. Como si no le gustara ya a él mismo el protagonismo, todos se esfuerzan por dárselo todavía más. Son rápidos para teclear opositores y defensores: hay que ver cómo encaja López Obrador en el contexto. Y no, no hay que equivocarse. El presidente tiene obligaciones y debe no sólo hablar de esto, sino directamente tiene que dar explicaciones y proponer soluciones (en lugar de revictimizar a los jóvenes).

Dicho esto, dejada clara la obligación de quien preside el país, entonces sí es necesario hablar de la tendencia enfermiza o convenenciera de hacer que todo se trate de López Obrador. Convenenciera porque sirve a políticos de todos colores para sacar conclusiones sobre quién tiene la culpa. Los opositores dicen que Morena, porque gobierna al país, aunque a Guanajuato y Salvatierra los gobierne el PAN. Los oficialistas por eso mismo: porque es tierra gobernada por el PAN, y el presidente no puede hacer nada (más que sacar conclusiones sin evidencias y revictimizar, claro). De paso, como siempre, la culpa la tiene Felipe Calderón.

Todo es así con las tragedias que estremecen al país. No hay razones, móviles ni mucho menos justicia. Hay, eso sí, politiquería, luchas ideológicas que de ideas no tienen nada. La culpa repartida sin disimulo. Ser político en México no implica arreglar ni construir; hay que destruir, arrojar la papa caliente al primero que la agarre. Y una vez retratada la hipocresía de la clase política, viene la de los medios de comunicación, analistas y demás. Es un método muy simple, enfermizo pero efectivo: meter a López Obrador en la conversación y listo, atención garantizada (de hecho este texto también lo hace).

Hacienda de Salvatierra en la que se registró la masacre de once jóvenes durante una posada. (MARIO ARMAS/AFP via Getty Images)
Hacienda de Salvatierra en la que se registró la masacre de once jóvenes durante una posada. (MARIO ARMAS/AFP via Getty Images)

Porque López Obrador se apodera de la agenda hasta sin voluntad propia. Le gusta hablar de todo, pero a todos les gusta hablar de él y ponerlo por encima de cualquier tema en la tabla de prioridades. Antes de entender la tragedia, antes de encontrar las voces que la expliquen, que pongan a México frente al tétrico espejo de la violencia, se persiguen las declaraciones de López Obrador. Para ver qué se le ocurre, para ver qué barbaridad suelta, para ver de qué manera defenderlo. Es su sueño cumplido: acaparar las miradas, aunque el país se desangre.

Familiares de David Hernández, joven asesinado en Salvatierra, previo a su entierro. (AP Photo/Mario Armas)
Familiares de David Hernández, joven asesinado en Salvatierra, previo a su entierro. (AP Photo/Mario Armas)

Así ejemplificó el periodista Salvador Camarena las prioridades de los medios: "Si nuestro norte fuera el correcto iríamos a Celaya y a Salvatierra, a Apaseo el Alto y a Lagos de Moreno, a Texcaltitlán y no a Palacio Nacional", escribió en su columna de El Financiero. Es preciso decirlo: en México la opinión del presidente, sus juicios y conclusiones sin fundamento, reciben más atención que sus actos mismos. Y eso es una tragedia para una sociedad democrática que se presume madura. Pero, en todo caso, es una tragedia menor si se compara con las que deberían importar. La de Salvatierra, la más reciente.

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