Salvatierra, el rancho del terror que destapó la realidad del México que gobierna AMLO
El pasado fin de semana fueron masacrados 11 jóvenes en la ex hacienda San José del Carmen, en Salvatierra, Guanajuato. Celebraban una posada y se divertían. La edad de los asistentes era de entre 16 y 28 años. La mayoría estudiantes o profesionistas que recién terminaron sus estudios e iniciaban la aventura de la vida.
Un grupo de delincuentes intentó ingresar a la fiesta y fue rechazado por los organizadores que les informaron que era un evento privado. Se retiraron disgustados para regresar después en mayor número y con armas largas. Ingresaron a la fiesta y dispararon indiscriminadamente. El líder de los delincuentes había ordenado matar a todos. El saldo fue de 11 personas muertas y 14 heridas. Al salir prendieron fuego a algunos vehículos y huyeron.
La masacre en Salvatierra no es un hecho aislado. Son recientes otras sucedidas en Celaya, Lagos de Moreno, Zacatecas, Texcaltitlán, Guerrero, Colima, Sonora y otras. En todos los casos las autoridades municipales y estatales afirmaron que investigarían hasta localizar a los delincuentes y llevarlos ante la justicia. Algunos invocaron el apoyo de la federación, que en algunos casos envió contingentes de la Guardia Nacional y del Ejército. En ninguno de los casos se han reportado avances de investigación, mucho menos la detención de algún delincuente.
Anterior a este crimen de la delincuencia organizada en Guanajuato, fue el que cometieron contra seis jóvenes estudiantes en Celaya. En esa ocasión el presidente Andrés Manuel López Obrador comentó en su mañanera que, en su regreso de una fiesta se habían detenido a comprar drogas a una banda, diferente a la que controla ese territorio y por eso los habían matado. En el caso de Salvatierra dijo que es el estado de Guanajuato es donde más se consumen y venden drogas y por eso requiere un trato especial.
En ambos casos, como en muchos otros, las expresiones del presidente López Obrador, no fueron de empatía hacia los asesinados y sus familias. Sus dichos equivalen a revictimizar a los muertos y simultáneamente, evadir la responsabilidad sobre el fracaso de su estrategia de seguridad de “Abrazos no Balazos” que ha empoderado, en gran parte del territorio nacional, a la delincuencia que domina en muchas poblaciones la vida social, económica y política.
En diversos estados, ciudades y pueblos de México los ciudadanos viven con miedo. Muchos abandonaron sus propiedades, viviendas, ganado, cultivos o cerrado sus establecimientos. Los delincuentes los roban, extorsionan, violan a las mujeres, secuestran, cobran por trabajar. A los que se oponen los matan, queman sus negocios o los bombardean con drones, como sucede en Guerrero y Michoacán. Imponen autoridades, el resultado es la multiplicación de ciudades y pueblos “fantasmas”.
Después de que sucede la violencia llega la federación representada por la Guardia Nacional, el Ejército y la Marina. La delincuencia reta a estas instituciones emboscando y masacrando a sus elementos.
Esto sucede todos los días en el territorio nacional. También escuchamos en cada mañanera que todo está bien en el país, que las estadísticas indican que la delincuencia es enfrentada y diversos delitos bajan. Cuando algún delincuente es capturado el gobierno hace alardes de eficacia. Guarda silencio cuando se filtran evidencias sobre su conocimiento de las actividades de los delincuentes, su ubicación y liderazgo. Lo que cuestiona la eficacia y utilidad del aparato de inteligencia para la Seguridad Nacional y Pública de las instituciones civiles y militares.
Es sabido que para solucionar un problema el primer paso es reconocerlo. Pero cuando el presidente López Obrador evade reconocer los problemas del país e insiste todos los días en repetir que todo está bien y además propone continuar lo que él empezó, estamos frente a un conflicto que no va a ser solucionado por quien debería.
La solución empieza por utilizar el lenguaje correcto. Los acontecimientos que han llevado el miedo a muchos ciudadanos en el país no son realizados por delincuentes, los llevan a cabo terroristas.
Los artículos 139, 139 bis, 139 ter del Código Penal Federal de México, definen que el terrorismo es un delito grave en México. Se trata de una forma violenta, mediante la cual se persigue la destrucción del orden establecido o la creación de un clima de terror e inseguridad para intimidar a las instituciones, adversarios o población en general.
Los jóvenes asesinados por la delincuencia organizada en Salvatierra, antes en Celaya, antes en Lagos de Moreno, antes en Reynosa, antes en Zacatecas, antes en Bavispe, antes en Colima, antes en Veracruz, antes, antes, antes; no eran consumidores de drogas, no tenían tratos con los delincuentes, no portaban armas, no fueron víctimas por un ajuste de cuentas. Cometieron el “error” de ser jóvenes que se divertían, regresaban a su hogar y fueron asesinados porque a alguien se le ocurrió que debían morir.
Fueron víctimas de las balas de quien les arrebató la vida. Fueron víctimas de las palabras de quien los calificó negativamente. Cuando jóvenes como los de Salvatierra y demás mueren, parece fallecer el futuro. De todos depende que no sea así. La solución no está en las palabras, está en los hechos. También el problema.