“México es una fosa y no importa por dónde camines: si cavas, encontrarás un cadáver”
Masta Quba es una de las raperas más importantes de la escena urbana mexicana. Sus letras desbordan realidad y lucha feminista
Masta Quba aparece al otro lado de la pantalla a la hora acordada. Viste una camiseta negra que reza “Gracias por decirme aquello que no quiero oír” en catalán, el idioma de la tierra que desde hace dos meses es su casa, Cataluña, en España. Tiene una presencia imponente. Hay gente que irradia ese tipo de energía magnética. Abre la boca y lo confirma: una mezcla entre dulzura, determinación y fortaleza. Mi olfato periodístico me dice que esta entrevista va a merecer la pena. Y no decepciona.
A sus 35 años, la mexicana ha dedicado más de media vida a la música. Cerca de 20 años, que se dice pronto, pero ni ha sido fácil ni lo es todavía. Su instrumento es el rap, probablemente uno de los géneros musicales más denostados e incomprendidos que existen, donde la lírica y la denuncia social confluyen en una simbiosis perfecta sobre instrumentales que inicialmente bebían de los ritmos africanos, el jazz y el blues. El rap, como uno de los cuatro elementos del movimiento cultural del hip hop, nació para incomodar. Un legado que la rapera de 35 años, originaria del Estado de México, ha asumido como un mandato. “El hip hop es político, si no lo es, no es hip hop”, cuenta. En sus letras retrata el abuso, el machismo, la violencia, los feminicidios que cada día acaban con la vida de 11 mujeres en su México querido y odiado a partes iguales, el racismo, las injusticias... Realidades que muchos preferirían no oír, incluso silenciar, porque, como ella dice, lo que no se nombra, no existe.
Masta, como la llaman quienes la conocen, sabe de lo que habla: víctima de abuso sexual cuando tenía 17 años, no fue capaz de verbalizar este pasaje hasta que lo convirtió en canción. Transformar el dolor a través de la música fue su personal forma de sanar y resignificarse, y no ha parado desde entonces. La rapera forma parte de una nueva generación de artistas latinoamericanas que, a base de letras afiladas y rabia, mucha rabia, abandera la lucha feminista en la región y crea espacios de resistencia desde donde otras mujeres puedan nombrar sus historias.
Acaba de mudarse a Barcelona, capital catalana, y ya trabaja en su primer trabajo en solitario. Llevaba años rumiando la idea de marcharse de México, pero la decisión se convirtió en urgencia cuando en septiembre del año pasado intentaron meterla a la fuerza en un carro y secuestrarla. Ahora vive tranquila y sin miedo, una sensación que le cuesta asimilar, pero a la que no le va a ser difícil acostumbrarse. ¿Quién no quiere existir en paz?
¿Cómo empezaste en la música? ¿Por qué el hip hop?
Vengo de familia de músicos. Mi papá fue cantante de ópera, mi hermana es cantante de ópera. Pero a mí siempre me dijeron que no cantaba. Cuando eres niña, igual de adulta, te repiten mucho algo y te lo crees, es el poder de la palabra. Asumí que no cantaba, así que mi forma de aferrarme a la música fue la de rapear. Soy hija de MTV, de la música que me llegaba por ese canal, pero era puro rap de hombres, no tenía referentes mujeres. Entendí que podía escuchar y disfrutar del hip hop, pero no hacerlo. Entonces conocí a Makiza (grupo de rap chileno compuesto originalmente por Anita Tijoux, Seo2, Squat y Cenzi) y fue cuando dije, “espérate, Anita se parece a mí, también podemos nosotras hacerlo, ¿no?”. Tenía 17 años cuando escribí mi primera canción. Lo hice para nombrar un abuso sexual que tuve y no sabía cómo gestionarlo. No lo había podido hablar con nadie, sentía mucha vergüenza, sentía culpa. No encontraba el canal y hacerlo en una canción me permitió nombrarlo. Fue liberador. Entendí que el mejor cuento que puedo contar es el mío, es mi propia historia. Entonces seguí escribiendo las cosas que vivía. Me aferré me aferré me aferré y, de ahí, no lo solté y el hip hop no me ha soltado a mí. No me veo haciendo otra cosa.
Tu música ha sido definida como hip hop feminista, ¿qué es el hip hop feminista?
El hip hop nace en los 60 en Nueva York de la gente oprimida, de la gente silenciada, de la gente que no existía y que existió porque creó el hip hop para nombrarse. El hip hop tiene una esencia política y si no la tiene, no es hip hop. La gente tiene mucho miedo a ‘politizarse’ o mucha ignorancia. Creen que hablar de política es hablar de partidos políticos, cuando no tiene absolutamente nada que ver. Politizarte es estar consciente de que no eres la única persona en el mundo, de que eres un agente de cambio, que tú también eres responsable de que el mundo sea lo es o sea lo que no debería ser. Yo le digo feminista porque es mi posicionamiento político, aunque gusta más antipatriarcal. Es decir, anti todo lo que nos destruye. Al final si yo soy una persona que se reconoce como feminista, lo que escribo se convierte en un rap con perspectiva de género, con la perspectiva de una chica que es sobreviviente de la violencia machista en México. Si le tienen que poner una etiqueta a mi rap, prefiero que sea rap feminista a que lo metan en el mismo costal que el rap mexicano que sigue alimentando la misoginia, la violencia y la exaltación del narco.
Haces mucha referencia a la necesidad de nombrar y nombrarse. ¿Por qué es tan importante poner en palabras las diferentes realidades?
Por la urgencia de que este mundo sea un espacio digno para todas las personas que lo habitamos. Yo no tuve ninguna carencia material durante mi niñez, pero sí crecí con muchos abusos y mucha violencia de niña. Siendo adolescente sufrí gordofobia, tuve trastornos alimenticios, tuve bulimia, anorexia, intentos de suicidio. En la escuela te enseñan todo menos lo importante: a gestionar tus emociones o a decir no. En el momento en el que empecé a compartir mi historia, de repente sale una chica me dice “yo sé lo que sientes porque a mí también me pasó” y luego sale otra y me dice “yo sé lo que por lo que pasaste porque yo también lo estoy pasando”. Gracias a eso me doy cuenta que nada de lo que me ha pasado ni de niña ni de adolescente fue mi culpa. La violencia que vivimos las mujeres es sistémica, por ende, ninguna situación que a mí me atraviesa siendo mujer es aislada a la situación que vive otra. Yo no sé cómo tiene que estar el mundo. Solo sé que así como hasta ahorita no. Y que el privilegio que yo tengo de poder usar mi voz y de ser escuchada es algo que tengo que tomar con responsabilidad.
Hace poco compartiste una publicación en redes en la que denunciabas que la industria musical sigue apostando por visibilizar y apoyar a los hombres. ¿Es más difícil hacerse un hueco en la industria siendo mujer?
Hay que partir del hecho de que el patriarcado atraviesa absolutamente todo. La industria sigue siendo una industria super hipermasculinizada. Si eres mujer tienes más exigencias, por ejemplo, responder a la belleza hegemónica o no aportar un pensamiento crítico colectivo. Piensa en las pláticas de las mujeres, cuando lo definen como chisme. Pareciera que nuestras historias y narrar nuestro cotidiano valiese menos que las conversaciones que tienen los hombres. Los festivales de rap siguen teniendo una baja presencia femenina y muchos nos incluyen para cumplir con una cuota de género, no porque valoren realmente nuestra chamba o nuestro talento. No viene desde una verdadera inclusión, sino para que no los tachen de machistas. Quienes estamos ahí posicionándonos a las mujeres en la industria somos otras mujeres. Y hay muchísimas mujeres rapeando y ha habido muchísimas mujeres rapeando desde el minuto uno, pero hay un ideal de lo que es una rapera y si no lo llenas, no estás dentro del juego.
¿En qué te inspiras para escribir tus canciones? ¿A qué le cantas?
Sanar es lo que más me inspira. Entender que no soy lo que me dijeron durante tantos años, no soy tampoco las heridas que tengo ni los abusos que he vivido. Yo tengo un poder de decidir quién quiero ser y construir mi propia versión. Me inspiran también otras mujeres, las que se agarran los ovarios y dicen “yo quiero hacer esto y voy a hacerlo y no me importa si alguien me dice que no puedo”. Me inspira mi necesidad de que este mundo sea mejor, de que en México todas las mujeres puedan volver a su casa cada día, que mis cuatro sobrinas lleguen siempre a su casa, que nunca tengan que vivir lo que yo viví o lo que han vivido otras mujeres. Dicen que cuando una mujer empieza a sanar automáticamente le da permiso a las otras de hacerlo.
¿Cómo valoras la situación de violencia en México y los avances en la lucha contra el machismo?
México es una fosa enorme de cuerpos y no importa por dónde camines: si cavas, encontrarás un cadáver. Con México tengo una relación muy fuerte de amor y odio. Lo amo mucho, amo mucho a la gente, su calidad humana, los colores, la comida, los paisajes, la naturaleza, los animales, pero odio mucho el odio que existe hacia nosotras. Cada día en el país se producen 11 feminicidios. Y esos son los números oficiales. No sabemos realmente cuántas mujeres desaparecen México. Es el país número uno en abuso sexual infantil. Hay una realidad de violencia que nos atraviesa a los mexicanos y a las mexicanas diariamente. Dentro de nosotros hay una filosofía de te chingo a ti antes de que me chingues a mí, de cero comunidad, de mucho racismo. Ser niña es peligroso, ser mujer es peligroso, estar en contra del sistema es peligroso, existir es peligroso. Vivimos en un narco estado feminicida que está terminando con todo. Ya se habla de que el sexenio de ahorita de López Obrador será el más violento de toda la historia del país. México es machista en lo más profundo hasta lo más superficial y AMLO es un presidente que ha reconocido abiertamente que odia a las feministas. No, no está mejorando, la violencia y los feminicidios van en aumento.
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Sí, ahora que estoy lejos, lo siento más, siento mucha impotencia. Están mis amigas allá, mi familia, mis sobrinas. Es algo que me provoca mucho dolor. Yo allá vivía con mucho miedo y aquí estoy acostumbrándome a vivir sin miedo y es muy fuerte esta sensación, ¿sabes? De salir y despedirme de alguien y que allá siempre te digan, “cuídate mucho, vete con mucho cuidado, avísame cuando llegues”. Aquí es como “Adeu, guapa” y ya. Es muy fuerte despertar todas las mañanas con el miedo de no regresar a tu casa.
Acabas de mudarte a Barcelona, ¿qué te llevó a tomar la decisión? ¿Cómo está siendo la experiencia de abrirte camino en España?
Decidí migrar por seguridad, por salud mental y también por mi música. Yo ya había venido a España en el 2019, en una primera gira por el País Vasco y me fue muy bien. Me regresé a México y conocí a mi pareja, P. Jaguar, que es también mi compañero de música. Él es de acá. En septiembre del año pasado tuvimos una gira en Cataluña y nos gustó. Me quedó la espinita, también a mi pareja, y planeamos ahorrar para venir a finales de 2023, principios de 2024. Pero cuando regresamos a México en septiembre, un domingo a las 10 de la mañana paseando a una de mis perritas, me intentaron secuestrar, me intentaron subir a un carro… Fue una situación muy complicada donde yo sentí que ya. Me gusta mucho estar aquí, como la gente me trata. Quiero encontrar un trabajo de educadora para seguir impartiendo talleres. Me doy cuenta de la importancia de venir aquí a nombrar la realidad que se vive en México. Me interesa que mi mensaje llegue, ayudar a las compañeras que dejé allá. Quiero seguir ofrendando lo que hago a las demás personas y seguir creciendo sin olvidar a México.