“Las mujeres nos estamos borrando nosotras mismas de la historia”

Lala Pasquinelli, la mujer detrás de la campaña 'Hermana, soltá la panza' que quiere que dejes de esconderte

Lala Pasquinelli, fundadora de Mujeres que no fueron tapa, colectivo que busca derribar los estereotipos de belleza.
Lala Pasquinelli, fundadora de Mujeres que no fueron tapa, colectivo que busca derribar los estereotipos de belleza.

Lala Pasquinelli aparece en la pantalla ataviada con una camisa estampada de motivos selváticos, a juego con el fondo de su casa, repleto de matas. Es una mujer con mucha presencia y una mente prodigiosa. Mientras habla habla habla –como argentina que se precie, valga el estereotipo–, cita incontables libros y a sus respectivos autores, un síntoma de respeto máximo hacia el trabajo ajeno y de su compromiso férreo por acumular cada vez más conocimiento sobre los temas que la sacuden.

Pasquinelli es fundadora de Mujeres que no fueron tapa, un colectivo que nació como proyecto, allá en 2015, para denunciar cómo la cultura masiva construye una concepción hegemónica en torno al ideal femenino de belleza, que luego los medios de comunicación reproducen a través de las portadas (tapas) de las revistas. “La imagen es siempre la misma: mujer joven, delgada, blanca, sexualizada y semidesnuda hablando siempre de los mismos temas: amor romántico heterosexual, el deseo de tener hijos y tips de belleza. Al otro lado tenemos la representación de la masculinidad, donde el cuerpo y la apariencia física no tiene esa centralidad”, explica. Desde entonces, se dedica a “hackear estereotipos y mandatos de género” a través de iniciativas educativas que lleva a las escuelas, conferencias (ha participado en las charlas TED) y campañas en redes sociales. Solo en Instagram, Mujeres que no fueron tapa suma cerca de medio millón de seguidores de diferentes países de habla hispana, México entre ellos.

La campaña en redes, #HermanaSoltáLaPanza, que este año ha celebrado su segunda edición, es un ejemplo claro del éxito del activismo feminista y rompedor que propone Pasquinelli. Un espacio seguro de resistencia desde el que cientos de mujeres anónimas se animan a alzar la voz contra unos ideales de belleza arcaicos que condicionan sus vidas a niveles inimaginables.

¿De qué trata la campaña #HermanaSoltáLaPanza?

Lo que hicimos es convocar a la comunidad de mujeres que nos sigue e invitarlas a compartir las imágenes de sus cuerpos. Que salieran de esa vergüenza por no cumplir con el ideal hegemónico y comenzaran a sentir la comodidad de habitar sus cuerpos. Las personas tienen derecho a disfrutar y vivir dignamente en sus cuerpos más allá de la forma y el tamaño que tengan. En esta edición, arrancamos haciendo una encuesta sobre los motivos y el efecto de las dietas en la que participaron 8.100 mujeres. Queríamos entender cómo la dieta es un dispositivo político que restringe a las mujeres y educa en la idea de que todo lo bueno que te sucede llega por tener un cuerpo delgado. Estamos hablando de dietas restrictivas para adelgazar por motivos estéticos, no médicos. Descubrimos que el 97% de las mujeres había hecho dieta para bajar peso alguna vez en su vida y, de ese porcentaje, el 80% más de una vez, entre 10 y 20 veces. Son mujeres que han pasado la mayor parte de su vida haciendo dieta por motivos estéticos.

¿A qué te refieres con que la dieta es un dispositivo político?

En su libro El mito de la belleza, Naomi Wolf identifica la dieta como uno de los sedantes políticos más efectivos en la historia de las mujeres. Durante el tiempo que las mujeres hacen dieta, se la pasan todo el tiempo pensando en la dieta: en lo que pueden comer, en lo que no, en lo que han comido, en lo que van a comer... Tu mente está completamente tomada y la dieta se lleva todo tu tiempo que podría emplearse a pensar en otras cosas. Es una herramienta para educar en la sumisión, alienar y modelar el cuerpo y el tiempo de las mujeres. Las dietas tienen, además, la capacidad de asignar valores morales a la capacidad de adelgazar. Si la dieta no sirve, no adelgazas o recuperas el peso, aparece la sensación de fracaso porque el problema sos vos. Desde la mirada social, está muy asentada la idea de que la persona delgada es una persona exitosa, moralmente superior y virtuosa que tiene voluntad. En cambio, la falta de virtud se identifica con los cuerpos gordos. Hay otra parte de la encuesta que me pareció determinante en términos de las consecuencias que tienen las dietas en la vida de las mujeres: casi el 70% de las mujeres que habían hecho dieta, habían visto afectada negativamente su salud mental. Desarrollaron trastornos de la conducta alimentaria, depresión, ataques de pánico...

¿Qué otro resultado de la encuesta te ha llamado especialmente la atención?

Hicimos una pregunta en la encuesta sobre si te gusta como salís en las fotos. El 93% de las mujeres dijo que no, porque nos comparamos con esas fotos de mujeres que vemos todo el tiempo en los medios y las redes y representan el ideal de lo femenino. La solución entonces es no sacarnos fotos o eliminarlas. De alguna manera, nos borramos de las escenas. Tenemos testimonios de mujeres que se desempeñan como profesionales en organizaciones e instituciones y, como no les gusta como se ven, no salen en las fotos oficiales. No tienen registro de su paso por estas organizaciones ni tampoco de sus logros personales. Esto es una forma muy sutil y eficiente de borrado de las mujeres de la historia. Ahora estamos empezando a revisar la historia desde una perspectiva feminista y a preguntarnos dónde estaban esas mujeres de otras épocas, qué hacían, cómo era su vida. Bueno, hoy gracias al ideal femenino y de belleza ya no hace falta que nos borren. Nos estamos borrando nosotras mismas.

¿Por qué seguimos reproduciendo todavía unos ideales de belleza que, aunque solo sea por una cuestión probabilística, son imposibles de cumplir?

Porque la construcción de lo femenino se hace en torno a la belleza. Esta idea de que nuestro valor está dado por nuestra apariencia física está naturalizada desde que somos muy pequeñas. Si no encajamos en ese ideal, no vamos a ser queridas, no vamos a tener el trabajo que queremos, vamos a ser humilladas, segregadas... Se usa la excusa de la belleza para ejercer estas formas de violencia simbólica hacia las mujeres. La idea de que los cuerpos de las mujeres son territorios para opinar es algo que se normaliza desde la familia bajo el pretexto de que te lo digo por tu bien. Tiene que ver con la cosificación, con ser objetos, ser agradables a la vista, no incomodar, no molestar. Es muy difícil salirse de esas representaciones porque son muy sutiles y arraigadas.

El cuerpo de las mujeres ha sido un territorio histórico sobre el que opinar en tanto no cumplen con los estereotipos hegemónicos de belleza.  (AP Photo/Leo Correa)
El cuerpo de las mujeres ha sido un territorio histórico sobre el que opinar en tanto no cumplen con los estereotipos de belleza hegemónicos. (AP Photo/Leo Correa)

No parece que estemos avanzando en esta materia, la verdad. ¿Estamos mejor o peor que hace unas décadas?

Digamos que después de la segunda ola del feminismo, a mediados de la década del 70, empieza a crecer toda esta insistencia en torno a la exigencia de la belleza en la vida de las mujeres comunes. Hasta ese momento, la belleza era algo que se exigía a actrices, modelos, azafatas, prostitutas… Había algunas pocas profesiones donde la belleza era una exigencia para poder trabajar y funcionar en el mundo. Pero, como respuesta a esta segunda ola, se empieza a radicalizar esa exigencia de belleza con todo lo que tiene que ver con la depilación, maquillajes, cirugías estéticas... No sé si conoces a una autora, Susan Faludi. En su libro Reacción: la guerra no declarada contra la mujer moderna, escrito en la década de los 80, habla de la reacción del patriarcado frente a los avances de los feminismos. Bueno, estas reacciones frente a las nuevas olas del feminismo que ponen el foco en la apariencia de las mujeres están hoy en día absolutamente multiplicadas. Son muy eficientes porque suelen ser sutiles y valerse de la violencia simbólica. Hoy la belleza no es una exigencia para acceder a determinados trabajos, es una exigencia para acceder a casi cualquier trabajo.

¿Y qué sucede con los hombres? ¿no están condicionados ellos también por estereotipos e ideales de belleza?

Funciona de otra manera. Si bien hay exigencias estéticas, no hay tanta presión. Ser un poco gordo, un poco pelado o ser un poco viejo difícilmente te deja afuera de un trabajo o del mercado del amor y del deseo. Se ve como algo normal; ellos sí tienen el derecho a envejecer y engordar. Probablemente si suceda si sos pobre. Acá en Argentina hay una expresión muy común que dice “billetera mata galán”, que quiere decir que si vos tenés plata, no importa la apariencia física. Y esto perpetúa los roles de género: nosotras somos adornos y los varones son quienes proveen y tienen el poder económico. En el caso de los varones jóvenes, sí hay cada vez más exigencias estéticas que están teniendo consecuencias en la configuración de su identidad y en un aumento de los casos de bulimia y anorexia. Pero no son las mismas consecuencias porque no pone en peligro su lugar de privilegio en la sociedad. Nosotros no tenemos posibilidad de salirnos de esa exigencia si queremos seguir funcionando en el mundo, ellos sí.

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