Lula da Silva, ante una luna de miel corta y los desafíos de gobernar un Brasil partido

Vista aérea de los partidarios del presidente electo Luiz Inacio Lula da Silva celebrando la victoria de su candidato durante la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en la avenida Paulista en San Pablo, Brasil, el 30 de octubre de 2022.
Vista aérea de los partidarios del presidente electo Luiz Inacio Lula da Silva celebrando la victoria de su candidato durante la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en la avenida Paulista en San Pablo, Brasil, el 30 de octubre de 2022. - Créditos: @MIGUEL SCHINCARIOL

BRASILIA.- Tras la resaca por el triunfo electoral del domingo en el ballottage, el presidente electo Luiz Inácio Lula da Silva comenzó el lunes a prepararse para lidiar con los retos que se le presentarán en su tercera presidencia de Brasil, desafíos que podrían dejarlo ante una luna de miel breve, según analistas.

Una economía en problemas que le hará difícil cumplir promesas lanzadas en campaña, sumada a un país que sale fracturado de las elecciones y un Congreso conservador, más hostil al que enfrentó durante sus otras dos presidencias, le plantearán dificultades urgentes.

Lula se impuso a Bolsonaro por un margen estrecho, de dos millones de votos, apoyado en buena medida por los más vulnerables, portadores de una memoria afectiva de la bonanza de sus dos primeros ciclos, entre 2003 y 2010, cuando más de 30 millones emergieron de la pobreza.

En sus primeras palabras el domingo por la noche, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) prometió que la “rueda de la economía va a volver a girar para todos”.

“No existen dos países. Somos una gran nación, sólo un país. Es hora de reunir a las familias y rehacer los lazos de amistad. Este pueblo está cansado de pelear”, agregó, admitiendo las dificultades que tendrá para componer un Brasil fracturado.

Edinho Silva, uno de los coordinadores de la campaña de Lula, prometió el lunes que Lula “no hará un gobierno marcado por revanchismo”, intentando contener y seducir a aquellos que no lo votaron.

Con 58,2 millones de votos, Bolsonaro se convirtió en el candidato más votado de la historia brasileña que terminó en segundo lugar en las elecciones presidenciales, a dos millones de votos de Lula. En la primera vuelta del 2 de octubre, esa diferencia había sido de seis millones.

Leandro Cosentino, politólogo del Insper, dijo a LA NACION que Lula tendrá que conformar un gabinete de ministros “heterogéneo”, con diferentes matices y personas ajenas al PT para ampliar su gobernabilidad y negociar apoyos en el Congreso.

Lula deberá lidiar con un Congreso más hacia la derecha, fruto de la elección del 2 de octubre, con el Partido Liberal (PL) de Jair Bolsonaro como la mayor bancada en ambas cámaras, con 99 diputados y 14 senadores.

El presidente electo de Brasil por el izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inacio Lula da Silva, saluda a sus partidarios en la avenida Paulista tras ganar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, en San Pablo, Brasil, el 30 de octubre de 2022.
El presidente electo de Brasil por el izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inacio Lula da Silva, saluda a sus partidarios en la avenida Paulista tras ganar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, en San Pablo, Brasil, el 30 de octubre de 2022. - Créditos: @CAIO GUATELLI

“La luna de miel dependerá de que Lula camine realmente al centro, incluyendo a líderes más allá del PT. Si no, tenderá a ser un gobierno con bastantes dificultades”, señaló Cosentino.

En la campaña a las presidenciales, el izquierdista prometió un salario mínimo fuerte, que menos brasileños paguen impuestos a las ganancias y refuerzos en los programas sociales, una batería de medidas que plantean engrosar el bolsillo de los brasileños en el corto plazo.

“Esas promesas ejercen una presión muy fuerte, porque estamos en un momento adverso para la economía, con proyección de una recesión global y crecimiento más débil en 2023 y tendrá que encontrar un espacio en un presupuesto ya comprometido” agregó el experto.

Economistas calcularon el impacto de las medidas prometidas durante la campaña tanto por Lula como por Bolsonaro en cerca de 140.000 millones de reales, unos 27.000 millones de dólares.

El izquierdista prometió prorrogar el programa Auxilio Brasil –antiguo Bolsa Familia– en 600 reales mensuales (155 dólares) y mantener la reducción impositiva sobre los precios de los combustibles que provocó una caída drástica de la inflación los últimos meses.

Aliados de Lula da Silva estiman que el gobierno de Bolsonaro dejará un desajuste de 400.000 millones de reales de déficit –unos 77.000 millones de dólares– para el presupuesto de 2023, acentuado por beneficios concedidos durante la campaña electoral para la reelección trunca del presidente.

“La máquina pública montada por Bolsonaro costó carísima, deja una herencia de déficit público que el nuevo gobierno deberá revertir”, dijo Paulo Calmon, politólogo de la Universidad de Brasilia.

Gilberto Braga, economista del Ibmec de Río de Janeiro, estimó que el PBI brasileño no va a crecer lo suficiente para generar recursos que permitan cumplir con las promesas planteadas. “No hay recursos para eso en 2023, tendrá que negociar con el Congreso para redireccionar recursos”, explicó.

Una incógnita

El presidente brasileño Jair Bolsonaro camina en el Palacio de la Alvorada en Brasilia, el 31 de octubre de 2022, un día después de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.
El presidente brasileño Jair Bolsonaro camina en el Palacio de la Alvorada en Brasilia, el 31 de octubre de 2022, un día después de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. - Créditos: @EVARISTO SA

Por último, las horas posteriores a la elección, plantean un enigma adicional: la actitud de Bolsonaro en relación a la derrota.

El presidente brasileño continuaba sin reconocer el triunfo de Lula y en el PT generaba temores de los 60 días que tendrá por delante el presidente electo hasta entrar en funciones.

A medida que pasaban las horas, ganaba pesimismo sobre la posibilidad de que hasta el 31 de diciembre haya una transición ordenada, con el Ejecutivo saliente rindiendo cuentas a la nueva administración.