La traición de Morena y la 4T de AMLO que los llevó a transformarse... en el PRI

Mario Delgado, dirigente nacional de Morena, anunció la victoria del partido en 4 de los 6 estados donde se disputaron gubernaturas. FOTO: DANIEL AUGUSTO /CUARTOSCURO.COM
Mario Delgado, dirigente nacional de Morena, anunció la victoria del partido en 4 de los 6 estados donde se disputaron gubernaturas. FOTO: DANIEL AUGUSTO /CUARTOSCURO.COM

Los resultados de las elecciones estatales, según resultados preliminares del Instituto Nacional Electoral, indican que Morena ganó en los estados de Hidalgo, Quintana Roo, Oaxaca y Tamaulipas. La alianza Va por México integrada por el PRI, PAN Y PRD, se quedó con Aguascalientes y Durango.

Lo evidente es que Morena avanzó en el dominio político nacional al aumentar el número de entidades que gobernará, 20 en total, 60% del territorio nacional y dos tercios de la población.

La gestación de la nueva integración del mapa político señala el franco retroceso del dominio del PRI en las entidades. A la mitad del sexenio de Enrique Peña Nieto gobernaba en 14 estados. Los resultados de ayer dicen que ahora solo gobierna en dos estados, Coahuila y Estado de México. Y en los triunfos en Aguascalientes y Durango comparte crédito con el PAN y PRD.

La paradoja del triunfo de Morena en los cuatro estados que le permiten avanzar en su dominio nacional es que no lo hizo con candidatos emanados de sus filas. Sus candidatos ganadores en Hidalgo, Quintana Roo, Oaxaca y Tamaulipas tienen origen en el PRI. Ese viejo instituto que sirvió de escuela a muchos políticos que por generaciones aprendieron a saltar de un candidato presidencial a otro, para luego brincar de un partido a otro, como sucedió cuando pasaron del PRI al PRD y de este a Morena, siempre cargando esa enorme mochila de mañas e intereses de grupo para sobrevivir y satisfacer su ambición de poder.

El retroceso del PRI en el dominio político nacional es evidente, así como, de seguir la tendencia, el término de su existencia en los próximos ciclos electorales.

Lo que no podrá olvidarse es que fue donde muchas generaciones de políticos aprendieron la disciplina para mantener en la cúspide del poder al presidencialismo, que hoy parece recrearse, ahora con vestimenta guinda, pero manteniendo la vigencia de la dictadura perfecta señalada por el escritor Mario Vargas Llosa.

En los siguientes meses veremos cómo llegan al poder los candidatos de Morena, que antes fueron militantes del PRI, de cierta manera también es su triunfo, que difícilmente hubieran alcanzado sin esa escuela de simulación, en la que se escucharon miles de discursos sobre la justicia que repartía por todo el territorio la Revolución Mexicana.

No hay problema, no hay reproche, cuando el líder del movimiento tiene sus raíces en el PRI. El brazo político de López Obrador es Morena y por su medio tiene la fantasía de imponer una visión ideológica sintetizada con la etiqueta 4T que, en términos ideológicos, promueve un discurso que pretende ser de izquierda, pero que no ha logrado penetrar lo suficiente como para optar en las elecciones por candidatos que representen esa “ideología” y en consecuencia, se impone la realidad del peso político, económico y de control de grupos, de los caciques regionales de siempre y avanza la narco política limpiando el camino a los candidatos de Morena.

Ayer gano el PRI, el viejo tricolor se vistió de guinda, se reproduce la estructura que lo mantuvo en el poder por más de 70 años. Desde el presidencialismo se le quita el lastre a Morena. El principio básico de todo político es conquistar el poder y mantenerse el mayor tiempo posible, personal o grupalmente.

En el caso de México no se trata solo de una lucha ideológica, es también la sobrevivencia de los grupos de poder que defienden sus intereses sin importar el pensamiento del grupo en el poder y para ello sirven los incondicionales que, sin pudor, brincan de un partido a otro, lo que importa es llegar a las posiciones claves para defender su propia visión y si para ello es necesario decir que es para realizar la 4T, pues lo dicen, después dirán otra cosa, lo que se necesite para mantener los privilegios.

Desde luego que los candidatos de Morena que ayer ganaron las elecciones, lograron su triunfo con el apoyo de las bases electorales que construye y mantiene como activo electoral, la generosa política social del presidente López Obrador que, por medio de becas, pensiones y demás, entrega dinero a los que no tienen y a los que tienen.

Para los siguientes dos años, con las elecciones estatales en 2023 y las federales de 2024, la penetración de las políticas sociales y sus beneficios se van a fortalecer en el país, cuando menos en los 20 estados que estará gobernando Morena, donde tendrán las arcas financieras abiertas para atender “Por el bien de México, Primero los Pobres”.

El PRI cambio de piel, como víbora, ahora es guinda. Con esa nueva imagen se perfila a mantener el poder todo el tiempo que sea posible. Los que creen, en términos absolutos, el discurso de López Obrador, podrían sentirse traicionados porque los candidatos a los más elevados puestos de elección popular son antiguos priistas. En realidad, es el ángulo pragmático de su líder supremo.

Esta historia no ha llegado a su fin, podría continuar si los antiguos militantes del PRI, Marcelo Ebrard o Ricardo Monreal, llegaran a la presidencia.

Mientras eso sucede, Alejandro Moreno, “Alito”, escarba para enterrar el cadáver del PRI. Alguien tiene que hacerlo.

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