La incursión de Ucrania desmoraliza a los rusos y afecta el relato triunfalista de Putin
BERLÍN.- Huyendo de la invasión de tropas ucranianas, las familias tuvieron que refugiarse en casas de desconocidos, y los padres de familia rusos temieron que sus hijos fuesen arrojados a la batalla por primera vez.
Y durante una reunión de crisis televisada el lunes, al presidente Vladimir Putin se lo vio leyendo notas manuscritas en un bloc de hojas de papel, señal de que sus colaboradores no tuvieron ni tiempo de tipearle el discurso, como suelen hacer.
La incursión sorpresa de Ucrania en una delgada franja de la región rusa de Kursk, la semana pasada, no alteró el rumbo general de la guerra, pero su impacto tampoco se limita a los menos de 1000 kilómetros cuadrados de territorio ruso que ahora controlan los ucranianos: la ofensiva ha empujado al gobierno del Kremlin —y a una sociedad rusa ya mayormente adaptada a la guerra— a una fase desconocida de improvisación e incertidumbre.
Putin no vuelto a decir una palabra de la incursión desde aquella reunión con funcionarios de seguridad y de los gobiernos regionales, en un encuentro tenso donde en determinado momento el presidente ruso reprendió al gobernador de Kursk por revelar la profundidad y la extensión del avance de Ucrania dentro de Rusia. Y cerca de la frontera, donde las autoridades dicen que más de 130.000 personas huyeron o debieron ser evacuadas, los funcionarios locales parecían no estar preparados para una crisis, y hasta tuvieron que recurrir a iniciativas de ayuda que surgieron de la propia gente.
Para políticos rusos de inclinación opositora, incluidos los pocos que quedan dentro de Rusia, la incursión ucraniana es una especial oportunidad de perforar el relato triunfalista del Kremlin y su supuesta marcha segura a la victoria, aunque vaya uno a saber si los rusos culparán a Putin de sus males. Lev Shlosberg, figura de la oposición en la ciudad occidental de Pskov, comparó el ánimo de la sociedad rusa con el magma acumulado debajo de un volcán: nunca se sabe si alguna vez hará eclosión hasta la superficie.
“Por supuesto que lo que está pasando intensifica la crisis interna”, dice Shlosberg. “Lo que no sabemos es hacia dónde y cómo canalizará la gente esa bronca.”
En la ciudad de Kursk, a unos 80 kilómetros de la frontera por donde invadió Ucrania, la política Yekaterina S. Duntsova comenta que en los refugios la gente estaba totalmente desorientada por tener que huir de sus casas y le decían que “ojalá esto sea solo un mal sueño.”
Una mujer le dijo que estaba refugiada en ese dormitorio universitario desde “el primer día de la guerra”: resulta que se refería al comienzo de la incursión de Ucrania, la semana pasada…
Para los rusos que se oponen a la guerra, ayudar a las personas que huyen de la zona de combate se ha convertido en una forma de hacer algo sin correr el riesgo de terminar en la cárcel. Algunos ofrecieron sus casas para alojar a los desplazados a través de posteos en la red de mensajería social Telegram. En la ciudad de Oryol, a unos 130 kilómetros al norte de Kursk, una modista llamada Anastasia, de 36 años, cuenta que ayudó a dos familias a conseguir alojamiento.
“Cuando estás viviendo una pesadilla, es muy importante ver que alrededor también hay gente dispuesta a ayudarte”, dice Anastasia. “Eso ayuda a no volverse loco.”
De todos modos, en la opinión pública ya hay movimientos de nerviosismo por el posible envío al frente de batalla de los conscriptos. Putin prometió desde el comienzo de la guerra que los conscriptos —los varones rusos de 18 años deben cumplir con un año de servicio militar obligatorio— no serían enviados a la zona de guerra de Ucrania. Pero una guerra en territorio ruso ya es otro cantar, y el miércoles, el medio de investigación ruso en el exilio Important Stories informó que había identificado a 22 conscriptos que habían desaparecido de la región de Kursk. Más allá del posible envío de conscriptos a los combates, los analistas anticipan que el esfuerzo por expulsar a las tropas ucranianas de Kursk eventualmente podría complicar la ofensiva rusa sobre Ucrania Oriental.
Ruslan Pukhov, director del grupo de investigación de seguridad CAST, con sede en Moscú, dice que la necesidad de trasladar parte de la fuerza de invasión rusa del Donbass a Kursk a su vez puede poner en riesgo la estrategia rusa de avanzar a paso lento a través de la línea de frente dentro de Ucrania.
“La evaluación de los primeros días de la operación ucraniana en la región de Kursk es muy exitosa, aunque el objetivo final sigue sin quedar claro”, apunta Pukhov. “Pero para la moral de la Federación Rusa, el golpe ha sido tremendo.”
Rusia sigue teniendo ventaja en términos de tropas y recursos internos, pero la incursión de Ucrania deja en claro que el gobierno de Kiev es capaz de utilizar sus ágiles fuerzas y el armamento occidental para robarle a Rusia una parte de la iniciativa bélica. En la reunión televisada del lunes, Putin culpó a Occidente “de luchar contra nosotros con los brazos de los ucranianos”, insistiendo una vez más con que la guerra, que comenzó con una invasión con todas las letras, es una campaña de Occidente contra Rusia.
La televisión estatal rusa sigue minimizando la crisis, y la cobertura que recibe es más parecida a la de un desastre natural o un ataque terrorista. Las fuerzas rusas están “expulsando al enemigo de nuestra tierra”, entonó el martes el presentador del noticiero del horario central de Canal Uno, y agregó que ahora “lo principal es ayudar a las víctimas civiles.”
Putin no ha dicho ni mú sobre cómo piensa responder, salvo cuando en la reunión del lunes dijo que lo prioritario era recuperar el control de la región de Kursk. En Rusia algunos dicen que el contragolpe de Putin llegará de manera inesperada, con el consiguiente recrudecimiento de la violencia.
“Quedó borrada una línea roja que parecía infranqueable”, dice Shlosberg en referencia a la incursión de Ucrania en territorio ruso. “Ahora Putin tiene una oportunidad, una razón concreta, para pensar qué línea debería cruzar él.”
Por Anton Troianovski y Alina Lobzina
Traducción de Jaime Arrambide