La increíble historia de Ferdinandea, la isla fantasma del Mediterráneo que aparece y desparece

Los científicos predicen que este territorio submarino volverá a aparecer más pronto que tarde

Un cuadro de De Vito Camillo en el que se refleja el resurgir de la isla de Ferdinandea en el siglo XIX. Foto: Getty Editorial Creative
Un cuadro de De Vito Camillo en el que se refleja el resurgir de la isla de Ferdinandea en el siglo XIX. Foto: Getty Editorial Creative

Este mundo nuestro está repleto de lugares extraordinarios del todo desconocidos para las masas, como es el caso de Ferdinandea. Una isla ‘fantasma’ que, en realidad, no es lo que parece, porque no existe, sumergida como está (en estos momentos) bajo las aguas del Mediterráneo. Se espera que más pronto que tarde resurja de nuevo ahí donde se esconde, a escasos cinco metros de la superficie del vasto mar. Esta es la fascinante historia de este cachito de tierra que, a lo largo de los siglos, ha ido apareciendo y desapareciendo bajo los designios de la naturaleza.

La referencia más antigua que se tiene de Ferdinandea data de la primera guerra púnica, allá entre los años 264 y 241 a.C. Las referencias documentales de aquella época aseguran que la isla fantasma salió a la superficie impulsada por una gran erupción submarina para luego dejarse devorar por las aguas. El volcán volvió a rugir con fuerza dos veces más entre los siglos XVII y XIX. La última aparición de Ferdinandea se produjo el 17 de julio de 1831, una de las más explosivas de las que se tiene registro coincidiendo con un virulento terremoto en Sicilia. La isla submarina se elevó por encima de la superficie del nivel de mar hasta alcanzar los 65 metros y sumar cuatro kilómetros cuadrados de superficie.

Desde las costas de Sciacca, una pequeña ciudad siciliana situada a 100 kilómetros de la capital, Palermo, se pudo divisar una gran columna de humo en pleno Mediterráneo que muchos confundieron con un barco en llamas. Nada más lejos de la realidad. Ferdinandea se dejaba ver 2.000 años más tarde de su último avistamiento. Karl Hoffman, un profesor de geología de la Universidad de Berlín que se encontraba en la zona, fue el primero en pisarla y dejar constancia de su existencia.

A partir de ese entonces, la recién estrenada isla fue objeto de grandes disputas territoriales entre naciones que reivindicaban su soberanía. Reino Unido, que controlaba la isla de Malta, fue el primer país en colocar su bandera en el nuevo territorio y declararlo suyo bajo el nombre de Isla Graham. La pretensión británica no gustó nada a Fernando II de Borbón, rey de las Dos Sicilias, quien mandó sus navíos para hacerse con el lugar. Bautizó la isla como Ferdinandea, que se mantiene hasta nuestros días. Luego llegaron los franceses y plantaron su trozo de tela con significado, dejando constancia de que era suya y solo suya. La renombraron como Isla Julia. Por supuesto, en todo este entramado de reclamaciones varias no podían faltar los españoles, a los que ni siquiera les hizo falta desembarcar en el trozo de tierra para apropiársela. Dijeron que era de ellos y con eso les pareció suficiente. La paradoja se produjo cuando, en diciembre de 1831, los ingleses regresaron a reivindicar “su territorio” para darse cuenta que había desaparecido. Ni rastro de la Isla de Graham, Ferdinandea o Julia. Y con ello, se acabaron las pretensiones de unos y otros y las tensiones diplomáticas.

Antigua impresión de Ferdinandea en 1831, localizada en las costas de Sicilia. Foto: Getty Editorial
Antigua impresión de Ferdinandea en 1831, localizada en las costas de Sicilia. Foto: Getty Editorial

La enigmática isla de Ferdinandea ha inspirado a numerosos escritores y sus obras, como Alejandro Dumas y su ‘Le Spéronare’ o Julio Verne con ‘Los hijos del capitán Grant’. La última erupción que provocó su resurgir data de 1863. Luego descendió 25 metros bajo el nivel del mar y ahí se quedó un tiempo. En 1980, un avión estadounidense bombardeó el reflejo de la isla al confundirlo como un submarino. En 1999, Ferdinandea se encontraba a apenas ocho metros bajo la superficie del Mediterráneo y en 2002 a cinco, donde se mantiene en la actualidad a falta de actividad sísmica que la haga resucitar.

En cuanto a quién pertenece el islote fantasma, los últimos en reivindicar su soberanía han sido los italianos. O, más exactamente, los habitantes de Sicilia, el territorio más próximo de donde se localiza. “La isla de Ferdinandea era y es de los sicilianos”, rezaba una placa que colocaron unos buceadores en este último siglo y que el paso del tiempo ha destruido. Las últimas predicciones de los vulcanólogos aseguran que pronto se verá a Ferdinandea renacer de las profundidades del mar. Un fenómeno único que los científicos esperan con expectación.

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