Guerra en Medio Oriente: ¿qué ganan los rebeldes hutíes de Yemen con sus ataques en el mar Rojo?
WASHINGTON.- A fines de la semana pasada, los militares de Estados Unidos informaron haber destruido unos 60 objetivos de las milicias hutíes en Yemen. El teniente general Douglas A. Sims II, director del Estado Mayor Conjunto norteamericano, dijo el viernes que Estados Unidos estaba “bastante convencido” de haber disminuido exitosamente la capacidad de los hutíes de seguir atacando con sus misiles y drones los barcos que circulan por el Mar Rojo, una campaña lanzada por esa facción yemenita como reacción a los bombardeos de Israel sobre la Franja de Gaza.
Pero una gran parte del comercio marítimo global sigue esquivando los puntos de tránsito del Mar Rojo que están dentro del radio de alcance de los ataques hutíes. Y ni siquiera los hutíes parecen amedrentados tras los ataques de la coalición liderada por Estados Unidos. En las manifestaciones que realizaron durante el fin de semana en Sanaa, capital de Yemen, los simpatizantes hutíes coreaban repetidamente “No nos importa, iniciamos una guerra mundial”. Horas después, el lunes mismo, atacaron un carguero de bandera norteamericana en el Golfo de Adén.
Los hutíes, formalmente conocidos como Ansar Allah, “los partisanos de Dios”, son un movimiento rebelde que tomó el control de Saná en 2014. Desde entonces, sus inicialmente tenues vínculos ideológicos y tácticos con el régimen de Irán fueron tomando cuerpo, mientras Yemen se desangraba en una brutal guerra civil en la cual los hutíes lograron frenar a la coalición saudita-emiratí también armada y apoyada por Estados Unidos.
Si bien los yemenitas de a pie siguen lidiando con el colapso económicos y un desastre humanitario que no para de extenderse, los hutíes aún tienen el control de grandes sectores del país, siguen amenazando activamente a sus vecinos del Golfo con ataque de misiles y drones, y pueden continuar ejerciendo su poder sobre una de los pasos marítimos más estratégicos del globo.
Los analistas aseguran que esta nueva fase de las hostilidades podría fortalecer a los hutíes, más que debilitarlos. Como consecuencia de los ataques terroristas del 7 de octubre de la agrupación de milicias palestinas Hamas sobre el sur de Israel, el gobierno de Tel Aviv lanzó una operación militar sin precedentes por su escala y ferocidad, que redujo a escombros la Franja de Gaza, terminó con la vida de 23.000 personas y terminó de sumir en la miseria a los civiles gazatíes.
Resistencia
Los hutíes son parte del así llamado “eje de la resistencia”, una red de grupos de milicias alineadas con Irán en todo Medio Oriente. Si bien algunas de esos grupos, como Hezbollah en el Líbano, parecen querer evitar una escalada directa con Israel, los hutíes se han arrojado decididamente al centro de la escena, enarbolando la bandera de la causa palestina, e insisten en que solo pondrán fin a sus ataques en el Mar Rojo cuando Israel cese con sus bombardeos sobre la franja.
“Están consiguiendo lo que quieren, que es ser vistos como el actor más decidido y osado de toda la región a la hora de enfrentar a la coalición internacional, que está básicamente a favor de Israel sin importarle lo que pase con la gente de Gaza”, apunta Laurent Bonnefoy, investigador de estudios yemenitas de la universidad parisina Sciences Po. “Y eso suscita cierta forma de apoyo hacia ellos, tanto internacionalmente como dentro de Yemen”.
La simpatía por los palestinos trasciende las luchas intestinas que dividen a Yemen, así que los hutíes incluso están concitando el apoyo de muchos yemenitas que de otra manera no los apoyarían. Es más: hasta sus enemigos jurados, como los gobiernos de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, llamaron a evitar una escalada y han evitado manifestarse a favor de la reciente campaña de Estados Unidos contra los hutíes. Y que los hutíes ahora sean blanco de ataques aéreos de una coalición internacional no hace más que sacarles lustre ante sus partidarios.
“Creo que su sueño es que los norteamericanos o los israelíes los ataquen, porque eso los convertiría en una verdadera fuerza de ‘resistencia’, tal como ellos se consideran”, dijo el analista, escritor y exdiplomático yemenita Mustapha Noman durante el informe de diciembre del centro de investigaciones Chatham House, en un momento en que las potencias occidentales estaban más enfocadas en las acciones ofensivas en el mar Rojo.
En la mira
Hace mucho tiempo que los hutíes saben que están en la mira de las potencias extranjeras. Y no está claro hasta qué punto Estados Unidos y Gran Bretaña, la otra superpotencia occidental que participó en los ataques de la semana pasada, tienen ganas de lanzar una campaña concertada para degradar aún más las capacidades bélicas del grupo yemenita.
“Tras haber resistido siete años de contantes bombardeos aéreos de los sauditas durante la guerra civil de Yemen, los hutíes bien podrían haber llegado a la conclusión de que es poco probable que un ataque aéreo norteamericano pueda infligirles algún daño o pérdida que no pueda repararse o reemplazarse rápidamente”, señala Gerald Feierstein, exembajador de Estados Unidos en Yemen.
“Además, desde la perspectiva hutí, un ataque de Estados Unidos o de alguno de los aliados contra objetivos militares hutíes validaría su propaganda de que están luchando y dando la vida en apoyo de los palestinos, y que sus operaciones están logrando convertirse en una amenaza para los intereses de Estados Unidos y sus aliados”, agrega Feierstein.
El centro de estudios International Crisis Group señaló que, de hecho, la guerra de Gaza y sus repercusiones “les regalaron a los hutíes la oportunidad de desviar la creciente presión pública sobre sus prácticas de gobierno en las áreas de Yemen que están bajo su control, y les ha permitido aplastar la disidencia contra su gobierno arrestando a los opositores en esas zonas y acusarlos de connivencia con Israel y Estados Unidos.”
En Washington, los analistas de todo el espectro político se muestran escépticos sobre la estrategia del gobierno de Biden frente a los hutíes. Los halcones se burlan del corto alcance de la campaña actual y de los ataques de la semana pasada, lo que Eliot Cohen, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, describió como un “bombardeo terapéutico” que a largo plazo tendrá poco efecto y no logrará mellar las capacidades bélicas o la determinación de los hutíes.
“Las personas son más difíciles de reemplazar que las cosas, e infundir miedo es más efectivo que soñar con la disuasión”, argumentó Cohen, para luego reclamar ataques dirigidos no contra instalaciones, sino para matar a las milicias hutíes y a los agentes y aliados iraníes.
Esta semana, ante la continuidad de los ataques hutíes contra barcos cargueros en el Mar Rojo, Ben Friedman, director de políticas de Defense Priorities, un grupo de expertos que aboga por una política exterior norteamericana más moderada, suspiró con frustración: “El gobierno de Biden está evaluando si dar marcha atrás y parecer irresponsable, o escalar inútilmente el enfrentamiento”, dice Friedman. “La única salida para esto es diplomática.”
Traducción de Jaime Arrambide