El estacionamiento más visitado del mundo que guarda un secreto siniestro
En Berlín (Alemania) hay un estacionamiento al aire libre que custodia un capítulo clave de la historia mundial reciente, aunque pocos conocen hasta qué punto este lugar fue relevante en el devenir del mundo tal y como lo conocemos. En la actualidad, todo parece indicar lo contrario. A esta explanada solo llegan cuatro tipos de personas. Por supuesto, quien quiere estacionar ahí su carro. Segundo, algún inquilino de los edificios residenciales que lo cercan, que atravesará este lugar sin detenerse porque ahí no hay más que cemento y vehículos. Tercero y último: el turista que sabe lo que está buscando, que sabe dónde está plantado. Y lo sabe porque alguien ha tenido a bien contarle el relato que originó su creación. Nadie que visite la capital alemana acabará ahí por ciencia infusa. Y si lo hace, es porque está completamente perdido (el cuarto tipo de persona).
La fama siniestra de este terreno se remonta al 16 de enero de 1945. Ese día Hitler se encerró en su búnker con Eva Braun, y las máximas autoridades de su macabra dictadura. El refugio antiaéreo, localizado muy cerca de la Cancillería del tercer Reich, formaba parte de un complejo subterráneo construido entre los años 1936 y 1944. Fue el último cuartel general del dictador durante la Segunda Guerra Mundial, desde donde centralizó las operaciones del régimen antes de sucumbir frente a los aliados. Y demos gracias por la aparición de estos en el entramado bélico.
Allí fue también donde uno de los peores genocidas que ha pisado este planeta contrajo matrimonio con su, por aquel entonces novia, que se convertiría en su esposa durante menos de 40 horas. La extraña pareja se dio el ‘sí, quiero’ el 29 de abril de 1945 y se suicidio al día siguiente. La guerra estaba perdida y el temor a caer en manos de los soviéticos era inminente. Hitler no quería seguir el mismo destino que su amigote Benito Mussolini quien, junto a su amante Clara Petacci, fue ejecutado por partisanos comunistas y su cadáver, vejado y mutilado, tirado a las alcantarillas.
El suicidio del ideólogo del tercer Reich y su joven mujer se materializó el 30 de abril de 1945. Eva Braun ingirió una dosis de cianuro, que el Führer, previamente, había mandado suministrarle a Blondi, su querida pastora alemana. Hay quienes dicen que lo hizo para comprobar la efectividad del veneno (murió a los pocos minutos). Otros que quería llevársela con él al “más allá”. Según cuenta la rumorología, quería más a su mascota que a ningún otro ser vivo. Más, incluso, que a la propia Eva. No es difícil de creer atendiendo a su historial asesino y su nula consideración por la vida humana. Hitler, por su parte, se pegó un tiro en la sien con una pistola PPK 7.65.
Los cuerpos de ambos fueron llevados fuera del búnker, al jardín de la Cancillería. Allí fueron quemados, como había dejado escrito el dictador antes de reventarse los sesos. El 30 de mayo de 1946 se encontró un fragmento de cráneo, supuestamente, en el cráter donde se exhumó lo que quedaba del cadáver de Hitler. Tenía un agujero de bala en la zona del hueso parietal izquierdo. Se asumió como una prueba irrefutable. Antes de desenterrar estas reliquias, en mayo de 1945, exfuncionarios soviéticos aseguraron haber encontrado fragmentos de mandíbula y dos puentes dentales pertenecientes al genocida. Fueron custodiados durante décadas en Moscú, primero por los servicios de inteligencia de la extinta URSS y, después, por los de Rusia. Sea como fuere, la muerte de Führer siempre ha estado rodeada de un misticismo máximo. Esta es la versión oficial, pero hay quien dice que nunca se suicidio, “que estaba de parranda”, haciendo el símil con la letra de ‘El muerto vivo’, canción del mítico guitarrista y cantante español Peret. Teorías hay muchas, de todos los colores y para todos los gustos y conspiranoicos varios.
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Volviendo a nuestro tema, ¿qué tiene que ver el estacionamiento con toda esta historia? Si alguna vez alguien en su sano juicio retirara las toneladas de cemento que se vertieron sobre la explanada encontrará los restos del búnker donde Hitler tomó sus últimas decisiones maniacas, se casó con su amante ‘in extremis’ y se quitó la vida para bien del resto de la humanidad. En 1959, el Gobierno de la Alemania Oriental llevó a cabo una serie de acciones para demoler cualquier resquicio de la Cancillería y del conjunto de refugios subterráneos que se extendían por sus inmediaciones. Con esta decisión buscaron evitar a toda costa que el lugar se convirtiera en centro de peregrinación de los “nostálgicos”, un eufemismo bastante extendido en nuestros días para denominar a lo que ya tiene nombre: neonazis y fanáticos analfabetos (elijan el término que más les guste). Y vaya que lo han conseguido: nadie acude ahí a rendir homenaje a nadie, aunque miles de personas recorren el lugar cada año para nunca olvidar que bajo sus pies murió un hombre que fue capaz de poner en jaque al mundo entero.
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