Epigmenio Ibarra, el ridículo dueño de la verdad que se desvive por defender a AMLO

Epigmenio Ibarra durante una conferencia de prensa relativa a la revocación de mandato. (Luis Barron / Eyepix Group/Future Publishing via Getty Images)
Epigmenio Ibarra durante una conferencia de prensa relativa a la revocación de mandato. (Luis Barron / Eyepix Group/Future Publishing via Getty Images)

Epigmenio Ibarra tiene muy claro lo que debe hacer todo periodista que se precie de serlo: pedirle permiso para entrevistar gente. No importa si alguien tiene algo importante que decir, primero tendrá que pasar por la autorización de Ibarra, un periodista ejemplar que, claramente, está del lado correcto de la historia. ¿Alguien podría dudarlo? Si todos los días se despierta con la intención de saber qué opinión le puede hacer quedar mejor con el presidente.

La indignación desatada por la entrevista de Carmen Aristegui al excandidato presidencial Francisco Labastida ha generado un auténtico sismo en las redes sociales, pues el postulante priista dijo que el PRI ayudó a Morena a ganar la Presidencia de la República.

"Si el candidato del PRI ataca al segundo lugar en lugar de atacar al primero, si le sacan al candidato del PAN un supuesto delito y lo atacan por ello, si los gobernadores de varios estados del PRI le ayudan a que saquen más votos.. se ponen estructura electoral a su servicio del PRI, ¿qué quiere decir? Que lo ayudaron a que ganara con más votos”

El presidente López Obrador, desde luego, ya emitió su veredicto. “De pena ajena”, fue el calificativo que usó para referirse al trabajo de Aristegui, que hace unos años integraba la planilla de las “honrosas excepciones” que el presidente cita cuando se refiere a los comunicadores que según él hacen bien su trabajo (básicamente todos aquellos que no lo critican). Además volvió a hacer uso de su placentera visión retrospectiva: hay que pedirle a Labastida que aclare el asunto del Pemexgate. No importa el presente, vaya.

“La gran nota de Aristegui; entrevistar a Labastida, seguirá me imagino, con Porfirio. ¿Y Genaro García Luna? ¿Y Cabeza de Vaca? ¿Y Alito?”, expresó Epigmenio Ibarra en su clásica cuota diaria de defensa presidencial. Como dictan los principios cuatroteístas, que el propio presidente utilizó para este asunto (y para cualquiera): ante cualquier problema o acusación hay que descalificar. No argumentar ni plantear una conversación madura y cordial. ¿Para qué?

En la cabeza de Epigmenio Ibarra y de todos los “periodistas” (todavía tiene la cara para definirse como tal, aunque hace mucho quedó clara su posición de servidumbre) que piensan como él, no hay nada mejor que callar las voces peligrosas: todos esos conservadores y neoliberales que tanto daño le han hecho a México. ¿Debatir? ¿Qué clase de versículo bíblico es ese? Muy trepados en la corriente de la cancelación, Ibarra y sus compinches prefieren silenciar antes que discutir.

Por eso mismo pasan por alto que Labastida también haya disparado contra el PRI y contra Peña Nieto. No solo porque opinó que el expresidente de México tiene que explicar de dónde sacó tanto dinero, sino también porque al establecer la hipótesis de que hubo un pacto, se están asumiendo comportamientos impúdicos de ambas partes: el que lo propone y el que lo acepta.

Uno de los principales señalamientos a Aristegui, por esta entrevista, se liga con el hecho de darle foro a un personaje que lanzó acusaciones sin pruebas. Pero, ¿no es exactamente lo mismo que hace el presidente todos los días y sin ningún sentido de la prudencia? The Washington Post documentó en 2021 que López Obrador mentía al menos 80 veces durante sus conferencias. ¿Acaso sus aduladores le piden cuentas por todas las falsedades que equitativamente distribuye en su tribuna matutina? Pero es más fácil acomodar la mira y señalar a Aristegui que en la misma entrevista aclaró que no había pruebas de lo establecido por Labastida.

¿No hicieron una fiesta los seguidores de AMLO cuando el Chapo Guzmán dijo que había sobornado a Peña Nieto y Calderón, aunque después no lo haya podido comprobar? Pues eso. Labastida lanzó el dardo y ahora tendría que hablar con pruebas, sí, y también el gobierno debería esforzarse por destruir esa teorías en el terreno de los hechos.

Enrique Peña Nieto en su último día como presidente de México. (REUTERS/Carlos Jasso)
Enrique Peña Nieto en su último día como presidente de México. (REUTERS/Carlos Jasso)

En tres años y medio de mandato, la 4T no ha tocado a ningún peso pesado del gobierno peñanietista. Emilio Lozoya, exdirector de Pemex, vuelve a la conversación mediática cada cierto tiempo, pero sus revelaciones todavía están a años luz tener consecuencias prácticas en los estamentos más poderosos del gabinete que integró. Si en verdad no hay pacto, como recalca con enfado López Obrador cada que puede, el gobierno actual se está esforzando mucho en disimularlo.

El reloj no deja de hacer ‘tic-tac’ y el sexenio se termina. Los problemas de este país, en todos los niveles, siguen siendo sustancialmente los mismos. Pero mientras Epigmenio y compañía sigan endulzando el oído del presidente y asumiendo el rol de dueños de la moral, el tiempo será lo de menos. Mejor acostumbrarse a la idea: hay que pedirle permiso a Epigmenio para entrevistar gente. En fin, privilegios de la gente buena.

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