¿En qué punto se encuentra realmente la relación entre Rusia y EEUU?

En esta fotografía del 7 de julio de 2017 el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se reúne con su homólogo ruso Vladimir Putin en la cumbre del G20 en la ciudad de Hamburgo.(AP Foto/Evan Vucci)
En esta fotografía del 7 de julio de 2017 el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se reúne con su homólogo ruso Vladimir Putin en la cumbre del G20 en la ciudad de Hamburgo.(AP Foto/Evan Vucci)

Hace unos días, el presidente Donald Trump consideró que las relaciones entre Estados Unidos y Rusia se encuentran en uno de los momentos “más bajos y peligrosos” de todos los tiempos. Lo comentó después de promulgar una ley que establece nuevas sanciones contra Moscú y que fue aprobada casi de forma unánime en ambas cámaras del Congreso.

Ciertamente, la tensión con Rusia es considerable aunque el diagnóstico de Trump tiene un toque de tremendismo pues el conflicto actual con Moscú no es comparable, por ejemplo, con el que se vivió durante la Crisis de los Misiles en la década de 1960 o a principios de la de 1980, con un gobierno estadounidense redobladamente hostil hacia el Kremlin y un régimen soviético que comenzaba a deteriorase severamente.

Con todo, es indudable que hoy existen fuertes tensiones entre Washington y Moscú, con el añadido de que el escenario internacional actual es muy distinto al de la Guerra Fría y a que, a diferencia, por ejemplo, del periodo final de desintegración de la Unión Soviética y de la crisis inicial de los estados que la precedieron, el régimen de Rusia se encuentra actualmente fortalecido y envalentonado. En cambio, la administración de Trump está sumida en el escándalo y enfrenta dificultades severas para impulsar su agenda.

Centro de todas las atenciones

El tema de Rusia ha sido el dolor de cabeza mayor de Trump y la fuente de varios de los escándalos más significativos en lo que va de su gobierno. Pero la tensión entre Washington y Moscú, y los misterios de la actitud de la actual Casa Blanca hacia el Kremlin, se remontan a etapas anteriores al día en que Trump se convirtió en presidente.

Por un lado, está el caso de la injerencia rusa en el pasado proceso electoral estadounidense, algo que, pese a las renuencias y salidas tangenciales que Trump ha mostrado durante meses, ha sido confirmado por todas las agencias de inteligencia estadounidenses, lo que ha deteriorado la relación entre los gobiernos de Estados Unidos y Rusia.

Y aunque en ella nunca han dejado de existir confrontaciones y suspicacias, esa intromisión rusa motivó que, en las últimas semanas del gobierno de Barack Obama se impusieran sanciones contra Moscú, se expulsara a varios de sus diplomáticos (señalados por realizar tareas de espionaje) y se le requisaran dos mansiones en Estados Unidos.

El régimen de Vladimir Putin, con todo, sorprendió en su momento al no actuar en represalia, se dijo que para decidir con base en la actitud del gobierno entrante, el de Trump, y como una suerte de desdén hacia el de Obama.

Lazos y contactos sospechosos

Luego se ha dado todo el intríngulis de las cercanías de personajes del entorno de Trump, y del propio presidente, hacia Rusia, lo que se expresa desde benevolencia ante el Kremlin. A ello hay que sumar los contactos públicos o privados con personajes rusos, conocidos o revelados por la presión mediática y ciudadana, de personas cercanas a Trump y su campaña, entre ellos su hijo mayor, su yerno y varios de sus asesores clave (como el ya destituido Michael Flynn y el ‘asediado’ secretario de Justicia Jeff Sessions).

El propio presidente causó un revuelo cuando se reunió con el Ministro de Exteriores y el Embajador de Rusia en la Casa Blanca, a quienes reveló información confidencial provista por un país aliado y que, al menos en teoría, podría haber sido usada por el Kremlin de modo ominoso.

Pero aunque esas extrañas cercanías con Rusia eran motivo de controversia y sospecha –al grado de que fue nombrado un fiscal especial para investigar el alcance de la penetración rusa en el entorno político-electoral estadounidense– la relación entre la Casa Blanca y el Kremlin era al principio del gobierno de Trump, al menos, expectante. Algunos incluso la imaginaban como una suerte de extraño coqueteo entre archirrivales.

El desdén que el entonces candidato Trump mostró hacia la OTAN, una alianza militar creada para contener a la URSS y que aún tiene entre sus principales funciones la contención de Rusia, llevó incluso a pensar que Trump aspiraba a un vuelco en las relaciones internacionales con un acercamiento entre Rusia y Estados Unidos a despecho de sus aliados occidentales.

No era el caso en el Congreso, donde el clamor y el rechazo a la injerencia rusa en las elecciones y a las acciones y ambiciones expansionistas de Moscú en Ucrania y Siria han suscitado agitado rechazo.

Fotografía de archivo del 28 de enero de 2017 muestra al presidente Donald Trump acompañado _desde la izquierda_ del jefe de Gabinete Reince Priebus, el vicepresidente Mike Pence, el que fuera vocero de la Casa Blanca Sean Spicer y el entonces asesor de seguridad nacional Michael Flynn mientras habla por teléfono con el presidente ruso Vladimir Putin, en la Oficina Oval de la Casa Blanca, en Washington. (AP Foto/Andrew Harnik, archivo)

Intento de acercamiento fallido

Es posible que tanto Trump como Putin hayan en algún momento imaginado una oportunidad de acercamiento, legítima o soterrada, pero en todo caso esos flirteos nunca fueron conclusivos. Incluso su encuentro cara a cara, hace unas semanas en la cumbre del G-20 en Alemania, no mejoró el escenario. La realidad y los intereses confrontados, en cambio, han ido imponiéndose.

El respaldo de Rusia al régimen del presidente sirio Bachar el-Assad, que lo defendió incluso luego de que fue acusado de lanzar un ataque químico contra su propia población y de la represalia militar estadounidense que le siguió, y en general el avance de la influencia rusa en Medio Oriente y su presión sobre Europa oriental (la anexión de Crimea, por ejemplo) van a contracorriente de los intereses geopolíticos estadounidenses.

Y si a eso se suman los ciberataques y la injerencia electoral ligados a Rusia, la presión interna dentro de Estados Unidos, en el Congreso y en el aparato de inteligencia, han subido de tono. El propio Trump, aunque en su ego consideró que él podría lograr un mejor trato al negociar con Rusia que lo que a su juicio logrará el nuevo paquete de sanciones contra Moscú, no tuvo más remedio que aceptar y promulgar esa ley.

Moscú, ciertamente, reaccionó con molestia y dureza a la negativa de Estados Unidos a devolverle sus dos mansiones embargadas y al paquete de sanciones al ordenar la salida de 755 diplomáticos estadounidenses y embargar dos propiedades diplomáticas estadounidenses en Rusia.

Además, Rusia prepara el despliegue de 100,000 soldados en su frontera occidental (colindante con el área de la OTAN) para realizar grandes ejercicios militares, de acuerdo a The New York Times, una reacción con resonancias de la Guerra Fría pues se trataría de la mayor concentración de fuerza ofensiva rusa desde el fin de la URSS.

En tanto, el vicepresidente Mike Pence, en gira por Estonia y Montenegro, refrendó el compromiso de Estados Unidos con la OTAN y la defensa de sus estados miembros.

Pero la ansiedad que el tema ruso provoca en la Casa Blanca no parece provenir mayormente de los desplantes de Putin sino de la investigación que Robert Mueller realiza dentro del entorno de Trump, que incluso ya analiza documentos financieros de los negocios de Trump, sus familiares y sus asociados, según CNN.

Trump sigue calificando la cuestión rusa (la presunta colusión de su entorno con agentes al servicio de Moscú y la injerencia electoral de Rusia en Estados Unidos) como ‘fake news’ y a las investigaciones al respecto, de Mueller y del Congreso, de ‘caza de brujas’ con reiterada insistencia. Pero lo que revelaciones y filtraciones han mostrado sobre las extrañas relaciones del entorno de Trump con personajes vinculados al Kremlin y la propia actitud de Trump hacia el Putin y hacia la investigación sobre la injerencia de Rusia no han hecho sino acicatear la controversia y la sospecha.

Con ese telón de fondo, la tensión entre Estados Unidos y Rusia ciertamente se ha exacerbado y se encuentra en niveles inquietantes. Pero mientras que Putin no parece dispuesto a dar su brazo a torcer, Trump parece atrapado en su propio laberinto.

Sigue a Jesús Del Toro en Twitter: @JesusDelToro