Aunque no sería ilegal, la infidencia de Trump ante los rusos atiza el malestar en EEUU
La montaña rusa parece no tener fin y cada vez se vuelve más empinada y vertiginosa. La noticia de que Donald Trump reveló información de inteligencia clasificada a altos diplomáticos de Rusia ha caído como un mazazo en los estamentos políticos y mediáticos del país y ha elevado las preguntas sobre si ese acto del presidente podría constituir un acto peligroso, impropio o incluso ilegal.
El debate ha sido candente y el propio Trump lo ha avivado con su frontal aceptación en Twitter de que quiso dar esa información a Rusia por, según él, razones humanitarias y para que Moscú incremente su lucha contra el terrorismo y el Estado Islámico.
En primer término, resulta inusitado que un presidente estadounidense entregue, al parecer por su propia decisión y sin un esquema de consultas con diversas instancias del gobierno, información confidencial a funcionarios de un país que es un áspero e histórico adversario y del que, como las propias agencias de inteligencia estadounidenses han indicado, provinieron actos de intrusión en el pasado proceso electoral.
La cuestión es escandalosa pero, en principio, no sería ilegal, dado que el presidente, como se comenta en Vox, es el único de los funcionarios gubernamentales de Estados Unidos que puede revelar información clasificada a voluntad.
Si cualquier otra persona hubiese hecho lo que Trump habría cometido un delito grave. Pero históricamente la figura presidencial cuenta con esa poderosa facultad, por lo que aunque hay voces que han llegado a calificar de ‘traición’ a las revelaciones de Trump a Rusia, en principio ese no es el caso y el presidente, como él mismo indicó en sus tuits, actuó en ejercicio de sus derechos y capacidades como jefe de Estado.
As President I wanted to share with Russia (at an openly scheduled W.H. meeting) which I have the absolute right to do, facts pertaining….
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) May 16, 2017
…to terrorism and airline flight safety. Humanitarian reasons, plus I want Russia to greatly step up their fight against ISIS & terrorism.
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) May 16, 2017
Eso no quiere decir tampoco que haya sido una acción juiciosa o inocua. Por el contrario, muchos han alertado de los graves peligros inherentes a las revelaciones de Trump a Rusia, incluida la posibilidad de exponer y poner en riesgo a los agentes de inteligencia que obtuvieron la información que el presidente dio al ministro de Exteriores de Rusia y al embajador ruso en Washington, como se comentó en The New York Times.
Por ello, se ha criticado que más que un acto de compartir información para incentivar una mejor colaboración en asuntos clave como la seguridad de la aviación civil y la lucha contra el terrorismo, como Trump dijo a posteriori, el presidente habría cometido una infidencia que podría deteriorar la relación de Estados Unidos con países aliados clave que participaron en la obtención de esa información.
Además, la cercanía que Trump mostró ante los diplomáticos rusos, justo en medio de la crisis por el despido del director del FBI y el futuro de las investigaciones sobre la injerencia de Rusia en las elecciones estadounidenses, se ha interpretado como un acto de tono inconsciente, como una muestra de desconocimiento del manejo diplomático de alto nivel o, incluso más grave, como una provocación.
¿Por qué hacer esas revelaciones y echarle gasolina al fuego de la ‘cuestión rusa’ que ha consumido mucho del aún muy joven gobierno de Trump?
Si se descartan los escenarios más oscuros, quedan dos posibilidades que, con todo, son también ominosas: que Trump premeditadamente busca sacudir al aparato de inteligencia y a la opinión pública mostrando, con un desplante de impacto, que no teme nada en lo relacionado a la investigación sobre la posible vinculación de su equipo de campaña con agentes de Rusia, o que, como se comenta en The Atlantic, Trump haya dicho eso a los rusos simplemente para alardear de su poder, de su conocimiento y de su predisposición hacia Vladimir Putin.
Incluso se ha comentado en medios de televisión que posiblemente Trump lo hizo de modo natural, tal y como lo habría hecho si se tratase de compartir o presumir de datos de un gran proyecto inmobiliario para impresionar o atraer a grandes inversionistas o fuertes competidores. Algo que en el mundo de los bienes raíces sería pertinente, pero que hace corto circuito con la investidura presidencial
Sea como sea, ¿es propio del titular de la Casa Blanca hacer esas revelaciones intempestivas? En el entorno político y mediático eso ha sido considerado, por lo menos, como una negligencia, un fallo sustantivo, aunque también hay quien defiende o matiza la conducta de Trump-
Por un lado, algunos han comparado el presente caso de Trump, como se comenta en National Review, con la oferta de compartir información sobre el Estado Islámico que la administración de Barack Obama habría hecho a Rusia el año pasado o con la saga de los emails de Hillary Clinton.
Pero otros encuentran las revelaciones de Trump como el último y muy grave eslabón de una cadena de equívocos y escándalos que, según se indica en Politico, han torcido la credibilidad de la Casa Blanca.
En ese contexto, mientras algunos salen en defensa de Trump al afirmar que su revelación a los diplomáticos rusos fue apropiada, como informa en The Washington Post, otros le encuentran muy problemática y exigen explicaciones, entre ellos los miembros del Comité de Inteligencia del Senado, como informó Reuters. Y se han alzado las voces que claman que Trump ha mostrado en este caso una peligrosa incompetencia, como se dijo en CNN.
Así, aunque no sería ilegal y Trump ejerció sus facultades al compartir información confidencial con Rusia, ese hecho ha causado exasperación y atizado descalificaciones y sospechas contra el presidente, además de que podría haberle causado merma a las operaciones de inteligencia y ciertas relaciones internacionales clave de Estados Unidos.
Es sabido que Trump es un personaje inusual y que sus formas y sus fondos han causado una ruda sacudida nacional y global. Pero la acumulación de escándalo tras escándalo, en contraste con un magro y cáustico saldo de gobierno, no solo ha hecho caer su popularidad a los niveles más bajos desde que asumió la presidencia (de apenas 38%, según Gallup y 39.9% según FiveThirthyEight) sino que ese torbellino se ha convertido en un lastre para su propia administración y para la atención de los enormes retos nacionales.