El elevador que necesita México

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En varias ocasiones se escuchó a Claudia Sheinbaum decir durante su campaña que quiere ser recordada como la presidenta de la educación, especialmente de la educación pública. Ha contado que el pueblo de México fue quien pagó su educación y por ello, afirma, lo menos que puede hacer es regresarle al pueblo lo que le dio. Este compromiso puede convertirse en el motor que requiere la educación para elevar la vida de la niñez y la adolescencia que habitan en el país.

México ha hecho importantes avances en la garantía del derecho a la educación de la infancia y la adolescencia. Un logro importante es que la mayoría de las niñas y los niños ingresan a la primaria. Sin embargo, 4 de cada 5 de ellas y ellos no tienen los aprendizajes esperados en lenguaje y comunicación, según los resultados de la prueba PLANEA de 2018, que muestran que el 82 % de los estudiantes en sexto grado no alcanzaban el nivel suficiente en lenguaje y comunicación y el 77 % para matemáticas.

Su trayectoria escolar de la primaria al bachillerato no es ininterrumpida: sólo el 55 % que logra terminar la educación media superior lo hace sin repetir un grado o abandonar temporalmente la escuela; el resto puede tener interrupciones o repeticiones y algunos abandonan definitivamente, de acuerdo con el documento “Principales cifras del sistema educativo nacional 2022-2023”.

Los desafíos educativos son demasiado grandes y complejos para resolverse en pocos años. Pero en este sexenio, si se priorizan algunos puntos, se pueden atender varios de los retos. Uno que persiste luego de la pandemia es la recuperación de aprendizajes que requiere afianzar conocimientos y habilidades fundamentales para continuar aprendiendo.

Se requiere la asistencia a la escuela de cada niña, niño y adolescente, deteniendo la desvinculación y el abandono escolar, que se puede facilitar con programas de becas que acompañan intervenciones educativas focalizadas para estudiantes con rezagos de aprendizaje y con programas de segunda oportunidad y regularización para que concluyan una trayectoria escolar completa de al menos 12 años; apoyar el trabajo de los y las docentes, quienes necesitan ser reconocidos y se les permita una descarga administrativa para que puedan concentrarse en sus tareas de enseñanza, y universalizar la educación inicial y preescolar, niveles que han quedado rezagados en los últimos años y son clave para que desde la primera infancia se adquieran las herramientas cognitivas, sociales y emocionales para seguir aprendiendo durante toda la vida.

Hay que lograr una educación verdaderamente inclusiva, que atienda con calidad a las niñas, niños y adolescentes indígenas, niñez en movilidad, con discapacidad, en situación de pobreza, ruralidad, lejanía, reclusión o enfermedad. Es necesario aprender a vivir juntos en medio de un mundo complejo: no se puede acceder al derecho a la educación si no contamos con escuelas y entornos de aprendizaje seguros en todo el país para nuestros alumnos.

Desde UNICEF y UNESCO ofreceremos las capacidades técnicas y la experiencia internacional para avanzar en estos temas prioritarios y lograr que el Sistema Educativo Nacional y la Nueva Escuela Mexicana se consoliden en el gobierno encabezado por la primera presidenta de México y acompañando a la Secretaría de Educación Pública, liderada por Mario Delgado.

La educación inclusiva, equitativa y de calidad, y en especial la educación pública, puede y debe ser el elevador para que la infancia y adolescencia en México cuente, conforme a su derecho, con un camino lleno de herramientas para aspirar a un futuro de justicia, paz y prosperidad. ¿Presionamos el botón para que se suban todas y todos?

* Fernando Carrera es representante de UNICEF en México (@UNICEFMexico). Andrés Morales es el representante de UNESCO en México (@UNESCOMexico).