El más afectado del mundo: Lo que hace a Honduras aun más vulnerable a los eventos climáticos

Women try to recover belongings after the passage of Hurricane Eta at the Omonita neighborhood in El Progreso, Yoro department, Honduras, On November 15 2020, before the arrival of Hurricane Iota. - Hurricane Iota is forecast to strengthen to an "extremely dangerous" Category Four by the time it makes landfall in Central America on Monday, the US National Hurricane Center warned, two weeks after powerful storm Eta devastated much of the region and left more than 200 people dead or missing. (Photo by Orlando SIERRA / AFP) (Photo by ORLANDO SIERRA/AFP via Getty Images)

Una catástrofe enlutó este noviembre a Honduras. La naturaleza arremetió con fuerza y las autoridades no prepararon al país para afrontar los riesgos.

La crisis climática, que ha empeorado la virulencia de los huracanes del Atlántico, se ensañó con ese país centroamericano.

Primero llegó Eta, que anegó el territorio hondureño de tal forma que dejó sin alimentos ni viviendas a una cuarta parte de su población . Y más atrás siguió Iota o Lota, un gigante sistema igualmente destructivo que los patea cuando las aguas aún no han vuelto a su cauce.

Los científicos tienen claro que en la medida en que se calienten las masas oceánicas debido al calentamiento climático las tormentas serán más fuertes, se intensificarán más rápidamente y con mayor frecuencia.

"Esto ya ha sido observado, particularmente en el Atlántico, y se va a incrementar en las próximas décadas", advirtió meteorólogo Jeff Masters al diario The Guardian

Centroamérica ha sido una de las regiones más afectadas hasta la fecha por la crisis climática, primero con el huracán Mitch y luego con patrones extremos de clima, como el llamado "corredor seco" que se extiende desde el norte de Costa Rica hasta el sur de México, dijo Masters.

De brazos cruzados

Las autoridades saben desde hace mucho que Honduras es uno de los países más afectados del mundo por eventos climáticos extremos, según el Índice Mundial de Riesgo Climático (CRI, por sus siglas en inglés) publicado por la organización no gubernamental Germanwatch, que cuantifica el impacto de los fenómenos naturales en términos de fatalidades y pérdidas económicas.

Eso hace aún más grave que las tormentas los hayan agarrado "desnudos", como califica la situación un trabajador humanitario.

"Ya se sabe que el país es vulnerable y estábamos en vísperas de un feriado que era el morazánico. El gobierno no dio su brazo a torcer y no emitió las alertas tempranas. No digo que se hubiera evitado la catástrofe pero no con la magnitud que tenemos ahora", dijo el experto en prevención de riesgos.

La Semana Morazánica es un asueto que unifica tres feriados y que lleva el nombre del prócer nacional Francisco Morazán. Normalmente se celebra en octubre, pero en 2020 fue aplazado hasta noviembre por la pandemia.

"Una de las mayores preocupaciones es que hay una sobrecarga hidráulica de los suelos. Y ahora que se nos viene Iota. Hemos tenido experiencias puntuales con deslaves pero si eso llegara a ocurrir en varias partes del país no contamos con el equipo necesario. Tenemos personas preparadas pero no para afrontar una situación tan grande".

Ante la inminencia de nuevas inundaciones, el socorrista afirma que decenas de personas han sido evacuadas de manera voluntaria de las zonas de mayor riesgo pero siempre hay personas que se niegan a abandonar sus hogares.

Se trata de un país agrícola con abundantes recursos hídricos que irrigan los cultivos que sustentan su economía. Esa fortaleza también trae vulnerabilidades como masivas inundaciones en las zonas pobladas durante la temporada de lluvia, que se extiende de junio a noviembre

"En el segundo huracán sí estamos recibiendo mensajes del Sistema Nacional de Prevención de Riesgos cada 30 minutos y vemos la diferencia de con la primera tormenta, que no tuvimos ningún aviso sino cuando teníamos inminente el riesgo. Cuando llegaron las alertas, la gente no logró evacuar. Algunos lograron montarse encima de los techos".

La riada de Eta fue tan fuerte que tuvieron menos tiempo para escapar que durante el paso del huracán Mitch.

El feroz Mitch descargó en Honduras al menos 787 mm de lluvia en 61 horas de aguaceros continuos, dejando 6.500 muertos, 11.000 desaparecidos y pérdidas por el equivalente al 75% del Producto Interno Bruto entre el 27 y el 31 de octubre de 1998.

La situación del 2020 es muy difícil y se espera la repetición de un escenario catastrófico por la cantidad de agua que dejará.

Migraciones, inundaciones y coronavirus

Representantes de organismo humanitarios apuntaron que desde hace años los servicios de salud pública de Honduras han declinado mientras se fortalece la asistencia médica privada, lo que deja desatendida a una parte importante de la población.

"Entonces llega el Covid, y lo que encuentra es un sistema por los suelos, con los mismos hospitales de hace 20 años, sin recursos, sin medicamentos y con un personal que trabaja con las uñas".

Las maltrechas finanzas hondureñas llegaron a su límite con la pandemia de la COVID-19 .

El gobierno no tiene los recursos para hacer frente a los destrozos de la temporada de huracanes del 2020 y ya no contará con los donativos de la comunidad internacional para los programas de saneamiento de aguas, consolidación de barriadas populares, erradicación de enfermedades vectoriales, lucha contra la violencia a cargo de los organismos humanitarios.

Los aportes de los grandes donantes internacionales tampoco se concentraron en la mitigación del riesgo de inundaciones en caso de huracanes. La prioridad y los recursos se focalizaron en la atención de la "movilidad humana", como se le llama a la migración o desplazamiento forzado por la miseria o la violencia.

"Es por ello que Eta e Iota nos encuentra desnudos, con los bordos dañados, los desagües obstruidos. Aunque sabemos que somos un país vulnerable no contamos con alojamientos adecuados para los afectados. Usamos las escuelas y otros lugares que no cumplen con las normas de higiene mínimas", lamenta el trabajador humanitario.

Las calles quedan incomunicadas durante horas porque muchas comunidades no cuentan con las maquinarias para despejar los árboles, las piedras y el lodo que interrumpen los caminos. Es frecuente que los bomberos pasen horas contando los troncos caídos con machetes para despejar la carretera.

Otro problema que trae el exceso de agua y la ausencia de alcantarillas es la proliferación de enfermedades de transmisión vectorial como la malaria, el dengue, la chikunguya y el zika.

Honduras tenía previsto erradicar la malaria para el año 2020, pero la meta fue reprogramada para el 2022 ante la falta de recursos.

Los organismo internacionales hacían campañas regulares para instalar mosquiteros y repartir insecticidas vivienda por vivienda para aplacar la proliferación de mosquitos. Pero la pandemia del coronavirus ha aplazó esos programas sanitarios

Se prevé un aumento de las enfermedades gastrointestinales, broncorrespiratorias, desnutrición e infecciones de la piel cuando acaben las tormentas.

Entre 1996 y 2015, 61 eventos meteorológicos (tormentas y huracanes), hidrológicos (inundaciones y crecidas de ríos) y tectónicos (sismos) dejaron un promedio anual de 301 muertos, es decir, 4,36 fallecidos por cada 100.000 habitantes.

El CRI también señala que en las últimas dos décadas, Honduras sufrió una contracción anual promedio de 2,10% del Producto Interno Bruto (PIB), aunque atribuye el 80% de todo el daño a la dimensión particularmente catastrófica del Mitch.

No se sabe cuánto tardará Honduras para levantar cabeza de esta nueva tragedia.

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